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De la aplicación de las nuevas tecnologías en las aulas, de sus beneficios y perjuicios, se ha hablado ampliamente. Pero ¿quién es el encargado de comprar estas herramientas? ¿Quién debe decidir qué marca de tabletas necesita una escuela? ¿O cuál es el software más adecuado? La avalancha de nuevas empresas, a menudo start-ups, que ofrecen productos a los centros educativos es cada vez más voluminosa, pero pocos se han parado a pensar cuál es el mejor procedimiento para incorporar, si es que hay. Las concertadas tienen más margen para valorar qué se adapta mejor a sus escuelas, pero las públicas están a menudo a merced de compras a gran escala de la Administración. Ante este panorama, en Nueva York pusieron en marcha el iZone, un proyecto de innovación que pone en contacto escuelas y empresas desarrolladoras de programas para diagnosticar cuáles son sus necesidades en el ámbito tecnológico y adaptar las soluciones. Esta iniciativa la dirigió durante ocho años Steven Hodas, que dio todos los detalles en el acto Debates de Educación, organizado por la UOC y la Fundación Jaume Bofill.
¿Por qué el Departamento de Educación de Nueva York decidió que debía crear un espacio de colaboración entre maestros y start-up con respecto a la innovación relacionada con las nuevas tecnologías?
Antes de participar en esta iniciativa, yo había trabajado en empresas de software, y me había dado cuenta de que las escuelas en general son compradores muy malos. Me explico: se gastaban mucho dinero sin conseguir todo el valor que sus vendedores y los respectivos productos pueden ofrecer. A la administración pública, que es quien compra, le cuesta diagnosticar los problemas reales de las escuelas en este sentido. A la vez, muchas empresas innovadoras eran reacias a trabajar con las escuelas porque para ellas es difícil y desagradable, porque los lleva a procesos muy lentos.
Hasta ahora no son las escuelas las que deciden qué se compra y qué no, sino sus titulares. A menudo, pues, el Gobierno.
Y el Gobierno suele ser un mal consumidor porque no tiene formas precisas de medir cuáles son los problemas tecnológicos de las escuelas. Además, tarda meses o años a comprar lo que cree que puede ir bien y, entonces, encima, el mundo ha cambiado y ya hay productos mejores en el mercado. Deben ir más rápido.
Entonces ¿Quién sabe qué tecnologías necesita una escuela?
Depende del problema que tengan. Si hablamos de tecnología relacionada con el aprendizaje, seguramente los maestros son quienes más pueden saber. Ellos saben cómo hacer clase, cómo aprenden sus alumnos, así que deben formar parte de la definición del reto. En Estados Unidos -en otros países no lo sé- los maestros nunca han formado parte de este proceso. Suele ser alguien en una oficina sin contacto con los maestros, que no ha pisado un aula desde hace años, sin herramientas para evaluar el producto, el que toma la decisión de comprar. Y se gastará muchísimo dinero en colocar una herramienta en todas las escuelas que luego le sorprenderá que nadie utiliza.
Hay muchos ejemplos de estas compras al por mayor. En España hubo un caso con la compra masiva de ordenadores. En Los Ángeles hay un juicio abierto entre la Administración y Apple y Pearson por la adquisición millonaria de tabletas para todos sus alumnos.
Esto ocurre porque no se paran a pensar despacio. Alguien en Los Ángeles decidió que repartirían tabletas en todo el mundo sin preguntar a los maestros. ¡Nadie con dos dedos de frente daría un proyecto de esta envergadura sin haberlo probado antes! Hacer un piloto con cinco escuelas, ver cómo funciona, qué cambiarían …
¿Es esto lo que hacen en iZone? ¿Valorar la tecnología antes de aplicarla?
Usamos los principios básicos del diseño centrado en el usuario. Es decir, que se va a la persona que tiene el problema, es decir, al maestro: se lo observa, se le escucha, se le deja diseñar el propio problema… Y entonces los diferentes desarrolladores tratan de dar respuesta, la devuelven al docente, que prueba las diferentes opciones, las elige… Fíjate que hasta aquí aún no se ha comprado nada. La prueba puede durar tres o seis meses, trabajando codo a codo los maestros y los desarrolladores, que adaptan el producto en función de ello. Al cabo de unos meses, tienes una herramienta mucho mejor para las escuelas, y la próxima que desarrollen seguro que será más cuidadosa.
Las empresas tienen ánimo de lucro, claro. ¿Cómo saben que tienen un interés real para hacer buenos productos educativos?
Deben tener ánimo de lucro, sino no durarán mucho en el mundo de la empresa. Les interesa hacer productos útiles para las escuelas aunque solo sea para garantizar que crecen como empresa. Tienen un interés real por hacer las cosas mejor. Y créeme, la gente que funda pequeñas empresas o start-up que ofrecen servicios a escuelas saben que no harán mucho dinero rápidamente. Si buscaran eso se dedicarían a otra cosa.
Pero me refiero a que ustedes dan una información con un potencial de explotación muy valioso -por ejemplo: qué necesitan los docentes- a unas compañías determinadas. ¿Cómo las seleccionan?
Esto es cierto, tenemos que ser muy cuidadosos a la hora de conectar las empresas con los maestros. Nos aseguramos de que se tomen el proyecto serio y que su compromiso se mantenga en el tiempo. Hacemos un proceso de evaluación severo. También con los maestros, porque las startup están invirtiendo su tiempo sin asegurarse de que venderán el producto, lo hacen de forma gratuita. El compromiso y el nivel han de ser en ambos, porque es una relación que no tiene nada que ver con una transacción.
Y al final, ¿quién decide qué se compra? ¿La escuela o la Administración?
En Estados Unidos depende de la ciudad. A veces uno, a veces otro, dependiendo del coste y, sobre todo, de si es o no para todos los centros.
Póngame un ejemplo de iZone de colaboración entre maestros y empresas emergentes que haya llegado a buen puerto.
Quizá el más conocido es el Gap App Challenge, pensado para solucionar un problema de bajos resultados de matemáticas en Primaria. Abrimos un concurso donde se presentaron 200 empresas y particulares. Los maestros evaluaron las propuestas, y escogieron 40 de finalistas. Estas se adjudicaron a diferentes clases que también se habían presentado al concurso. Los juntamos de forma cuidadosa y trabajaron conjuntamente para mejorar los programas. El proceso duró 9 meses.
¿Y ustedes subvencionan a las empresas?
No, nunca. Estos experimentos no comportan darles dinero. A excepción de los que se llevan premios en casos como el del ejemplo anterior. El compromiso consiste en invertir su tiempo y recursos para tener estas reuniones con los maestros. Y lo hacen con gusto, algunas veces volando a Nueva York desde la otra punta del país.
Las nuevas tecnologías ¿pueden ser una herramienta que ayude a personalizar el aprendizaje? ¿O aún están lejos de este objetivo?
De entrada, sabemos que la tecnología en sí misma no conduce a la personalización. Es una herramienta que nos sirve para un objetivo, y gracias a dios es el objetivo el que debemos definir primero, y luego pensar cómo adaptamos la herramienta. En iZone no sólo desarrollábamos tecnologías, también a veces repensábamos cuestiones del día a día en el aula, como los espacios o los tiempos. Para personalizar los aprendizajes, si me lo permites, no necesitas ni electricidad: te basta personas conversando y un maestro hábil que aprovecha lo que sabe cada alumno. Con o sin iPad.
Las escuelas cada vez reciben más mensajes sobre la incoporación de tecnologías. Empresas que los venden su producto, familias que recomiendan aplicaciones, maestros informados que proponen otras… ¿Cómo debe proceder un centro ante esto?
Todo ha cambiado mucho en los últimos años, es cierto. Pero antes también pasaba. Los directores, o las administraciones, siempre han tenido vendedores llamando a su puerta constantemente. Con los libros de texto, por ejemplo. Con el actual bombardeo de recursos por parte de startup, no hay forma de evaluarlo todo. La pregunta que se hace un centro es: «¿Como sé qué hay en el mercado y qué es bueno o malo?». Y la cuestión es que no hay un producto bueno, sino que depende del ecosistema o del currículo donde se aplique. Sabemos que aprender es complejo y que no hay ningún factor mágico. Para ello se ha de implicar a las escuelas en el proceso de selección de los productos.
¿Y cómo los evalúan?
Probando el producto sin pagar, o pagando poco. Y entonces la clave es habilitar webs donde los profesionales puedan ir compartiendo sus comentarios sobre los productos y los contextos en los que los han utilizado. Al estilo de webs como Tripadvisor.
Una última pregunta. Las nuevas tecnologías cada vez tardan menos en quedar obsoletas o superadas. ¿Esto significará que el sistema educativo tiene que gastar cada vez más? ¿Se puede evitar?
Pues no lo sé… Es algo que tendremos que resolver. Lo que es evidente es que tenemos que aceptar que la forma como adquirimos ahora tecnología no es la mejor ni es la que debería ser.