Nos acaba de dejar uno de los más grandes. Juan Carlos Tedesco, maestro, pedagogo, historiador, filósofo, intelectual extraordinariamente comprometido con la transformación y la defensa de la educación pública y seguidor del Racing de Avellaneda ha muerto en Buenos Aires después de una larga enfermedad.
Tedesco fue profesor de historia de la educación en diversas universidades argentinas. Su carrera profesional se desenvolverá fundamentalmente en el ámbito de la política educativa internacional.
Fue especialista en la UNESCO durante muchos años, en donde asumirá puestos como el de director de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (OREALC), como director posteriormente de la Oficina Internacional de Educación de la UNESCO, en Ginebra, y como responsable del Instituto Internacional de Planificación Educativa en la oficina regional de Buenos Aires.
Entre 2007 y 2009 fue ministro de Educación en Argentina, bajo el mandato de Néstor Kirchner y posteriormente de Cristina Fernández Kirchner. En los siguientes años volverá a la docencia haciendo cursos de masters y postgrados en diversas instituciones internacionales, y especialmente en la Universidad Nacional General San Martín.
Tuve la suerte de conocerlo personalmente en el año 2003, cuando, gracias a la Fundació Jaume Bofill, lo invitaron para abrir el lde conferencias y debates que posteriormente se convertirían en el libro Política educativa e igualdad de oportunidades.
Escuchar a Tedesco reflexionar sobre la educación del futuro y de la igualdad de oportunidades educativas resulta magnético. Su tono pausado y afable convierte en más seductores todavía sus ideas contundentes sobre política educativa y sobre la transformación de la escuela pública. En sus palabras, charlas o escritos reunía la brillantez de un excelente comunicador, el rigor del análisis científico y un inmenso compromiso político con la equidad y la justicia social. Esta conjunción hace de Tedesco, sin duda, uno de los referentes contemporáneos más importante para interpretar la dimensión social y política de la educación y, sobre todo para entender hacia dónde va el mundo de la educación y hacia dónde debería ir.
La producción escrita de Tedesco no es inmensa comparada con la de otros autores, pero en sus textos no hay un solo párrafo que sobre. Cuenta con diversos análisis sobre los sistemas educativos de América Latina y sobre las necesarias reformas educativas para mejorar la eficacia y la equidad. Pero es en sus textos de reflexión teórica donde Tedesco es más fascinante.
Sus ideas sobre Los pilares de la educación del futuro recuperan las bases del Informe Delors para dar un sentido y una dirección política a los conceptos de aprender a aprender y de aprender a vivir juntos. Las transformaciones del capitalismo, nos dirá Tedesco, nos obligan a repensar el papel de la escuela en la sociedad actual, y a tener claro que las funciones sociales de la escuela han de ir antes de las prácticas pedagógicas. En tiempos de efervescencia y de debate sobre la educación del mañana y de tanta excitación innovadora como la que vivimos hoy, releer a Tedesco puede ayudar a tomar perspectiva y a establecer las claras prioridades sociales que han de tener la escuela y la educación.
A Tedesco debemos también una línea de reflexión radical sobre las relaciones entre educación y pobreza. La preponderancia de las funciones sociales de la escuela se ponen de manifiesto en sus trabajos, con Néstor López, sobre el concepto de educabilidad. En Las condiciones de educabilidad de los niños y adolescentes en América Latina insiste en la importancia de los mínimos necesarios para que los niños y niñas puedan aprovechar su experiencia escolar. Ante discursos hegemónicos sobre las virtudes transformadoras de la educación, Tedesco nos alerta sobre la importancia de los efectos de la pobreza sobre la educación, y de su contundencia hasta, en las situaciones más extremas, hacer casi inútiles los efectos positivos de la educación para acabar con la pobreza. La frase «por debajo de la línea de subsistencia los cambios institucionales o pedagógicos tienen un impacto muy poco significativo en los resultados de los alumnos» es toda una declaración de intenciones de cómo la política educativa debe ser indisociable de la política social y de las limitaciones de las reformas institucionales para cambiar la escuela.
Tuve la suerte, con otros compañeros y compañeras, de poner en práctica estos principios en una investigación sobre pobreza y educación en Brasil, publicada bajo el título Ser pobre en la escuela y que contó con el privilegio de un prólogo del mismo Juan Carlos Tedesco y de su participación en la presentación del libro. La investigación pone de relieve que las ideas de Tedesco no sólo son inspiradoras sino extremadamente útiles para el análisis empírico.
Las nuevas tecnologías nos facilitan que hoy podamos contar con grabaciones de conferencias que Tedesco realizó a lo largo de los últimos años. Para aquellos que no tuvieran la suerte de escucharlo en directo, vale la pena ver una de sus últimas conferencias sobre Educación y justicia social en América Latina. Sus reflexiones son una vez más una invitación a pensar cómo debe ser el futuro de la educación en las sociedades complejas. Harían bien los responsables de política educativa de aprovechar el legado de unas de las mentes más lúcidas para saber identificar cuáles son los retos reales de la educación del futuro y cuál es el mejor camino para alcanzarlos. De hacerlo seguro que nos esperaría una educación mejor y más justa.