Pasada la medianoche del 6 de octubre de 2009, Kevin Systrom y Mike Krieger, publicaron la app de “telegrama instantáneo” (Instagram). Una red social que permitía realizar la función de colgar fotos y comentarlas. Esa misma noche, Instagram ya tenía más de 10.000 seguidores; en una semana se multiplicaron por diez y en diciembre habían alcanzado el millón. Cuando tres años después Facebook compró la empresa, ya tenían 30 millones de seguidores. “Insta”, como la llaman nuestros alumnos y alumnas adolescentes es, seguida de Snapchat, la red más popular entre ellos porque, como dice su publicidad: “La vida es más divertida cuando vives el momento”. Su inmediatez, junto con el hecho, en el caso de la segunda, de ser aparentemente efímera, las hace casi irresistibles entre ellos.
Cuando en el curso 2015-2016 nos decidimos a dejar abierta la wifi del vestíbulo del colegio, vimos cómo, semana a semana, eran más y más los alumnos que se sentaban allí con su smartphone durante los recreos. Es tal la fascinación que despiertan las redes entre nuestros jóvenes que no podíamos mirar para otro lado. Basta un dato para hacernos una idea de la dimensión que han alcanzado: en 2017 Snapchat tiene 166 millones de usuarios activos a diario y sigue creciendo de forma imparable. En una situación como esta, lo que tenía sentido, era aliarnos con su uso y sacarle todo el partido posible. Así fue como ese mismo curso creamos el proyecto: “El uso saludable de las redes sociales en el entorno escolar”. Era obvio que nuestro alumnado hacía uso de las redes, pero no lo era tanto que hicieran un buen uso, así que, era un buen momento para transmitir buenas prácticas y para que la educación en valores que incorporamos en nuestro proyecto educativo fuese extensible al ámbito de la realidad virtual. Sí, virtual, pero no por eso menos real que lo que sucede a diario en las aulas, pasillos, patios, etc., del colegio y es en ella, donde se van a dar de forma cada vez más frecuente, los problemas de convivencia entre nuestro alumnado, entre ellos, el ciberbullying.
Creamos nuestras propias cuentas en las redes como la mejor manera de difundir mensajes como: “¿Y si además de para chatear, utilizaras WhatsApp para leer libros? En Brasil ya lo hacen y mola muchísimo…” o también: “¿Cuántos de tus amigos tienen la contraseña de tu móvil? Las passwords son personales. No se las des a tus colegas”. Nuestro lenguaje era claro y directo, próximo al suyo y en el soporte que ellos más usan, era la manera de llegar y de que fuésemos escuchados.
Después fueron llegando las charlas y talleres donde tomaron conciencia de algunos de los riesgos de las redes y adquirieron herramientas para saber dar respuesta a situaciones no deseadas. Nuestros consejos y trucos a través de nuestras cuentas les fueron acompañando y la presencia de ponentes cercanos a ellos, a su forma de sentir y pensar, les enseñó lo que saben las grandes corporaciones de nosotros y cómo la huella digital deja un rastro casi permanente, cargado de información personal que será usada por las compañías. “Que sepáis –se les dijo en una de ellas– que lo primero que van a hacer muchas de las empresas que vayan a contrataros, es mirar vuestras cuentas para tener toda la información que puedan de vosotros”. Fue en el marco de este proyecto donde convocamos el primer concurso de booktubers del colegio. Todo un éxito creativo, alejado del estereotipo de youtuber que se está imponiendo entre los jóvenes como paradigma del emprendimiento digital a cualquier precio.
Los mensajes fueron calando y los seguidores creciendo; así que, en el curso 2016-2017, el proyecto se ha hecho extensible a todos los centros de FUHEM, con nuevas cuentas, incluyendo las de Instagram que gestionan los propios alumnos y alumnas. Hemos aprovechado para recordarles uno de los lemas del Día Internacional de la Internet Segura: “Piénsalo antes”, con el que han aprendido que se pierde el control, de forma permanente, de todo lo que suben en su cuenta. Si no dejas la puerta de casa abierta –les decimos–, ¿por qué mostrar a otros aquello que no quieres que te “roben”?
Los colegios son fiel reflejo de lo que sucede en la sociedad y en este momento 2 de cada 3 jóvenes de entre 10 y 16 años tiene smartphone. Muchos de ellos y ellas admiten haber utilizado el teléfono para hacerse fotos o vídeos provocativos y todavía son más los que han recibido alguna vez este tipo de contenidos. Nuestro alumnado tiene una percepción errónea de lo que puede suponer esta práctica, porque confía plenamente en la discreción de sus compañeros entre los que se desea ganar aceptación con una imagen sin pensar en las consecuencias que pueden tener para sus vidas esta práctica. Con esa imagen acaban de abrir la puerta a situaciones de ciberbullying, grooming, etc., que les pueden hacer muy vulnerables. Los mensajes que les hemos transmitido han sido claros y se resumen en uno: “No hagas por Internet lo que no te atreverías hacer a la cara” y es que, a menudo, se les olvida que las redes las contemplan muchas más personas que sus amigos y que estos también pueden meter la pata.
Pero no hemos demonizado las redes, nuestro esfuerzo ha perseguido que nuestros alumnado tenga un referente positivo y que la brecha que separa la forma de relacionarse de los hijos con sus familias se reduzca. Queremos que nuestros alumnos y alumnas sean ciudadanos digitales responsables, consiguiendo que valores como el respeto, la tolerancia, la empatía, etc., que adquieren a menudo en la realidad física, estén también presentes en la realidad virtual porque nuestra sociedad, y no digamos la de los jóvenes, es cada vez más digital e interconectada, pero a su vez, está cargada de enormes retos y también de riesgos. Para ello es necesario dotar de competencias a los nuevos ciudadanos en red y educar en la cultura de la privacidad y la responsabilidad. Ahora más que nunca es el momento para ello.
Jesús Joven Trasobares. Director Colegio Montserrat de FUHEM