Hace cien años, el músico Igor Stravinsky compuso cinco piezas musicales para dos pianos, con la intención de ejercitar la mano derecha de sus hijos mayores que ya contaban con una cierta habilidad ante las teclas. Se publicaron, no sin dificultades, en Suiza donde el músico se había instalado con su familia, huyendo de la revolución rusa. Y casi dos años más tarde, en 1919, se oían en público por primera vez, en Lausana, interpretadas por el propio Stravinsky y el pianista valenciano José Iturbi. Son las “Cinco piezas fáciles”. Este título se utilizó años más tarde para dar nombre a una interesante película Five Easy Pieces (1970), con un joven Jack Nicholson dando vida un músico talentoso fuera de lugar que abandona la música. Y recientemente, la artista Marina Abramovich bautizó una de sus célebres performances como Seven Easy Pieces (2007).
No hay que confiarse, pues, cuando el arte habla de lo fácil. En su interior está lo complicado, la paradoja, el inicio de un viaje desconocido. Muchos adultos somos incapaces de tocar las piezas “fáciles” de Stravinsky. En este caso, dichas partituras forman parte de un proceso de iniciación y de ejercitación constante, en un camino lleno, precisamente, de retos por descubrir. La facilidad puede esconder muchas capas y tesoros ocultos difíciles de conseguir. La facilidad no es un estadio permanente, ni una estación de llegada. No hay que confundir lo fácil con lo banal. Ni lo infantil con lo trivial.
El calificativo infantil se define, en los diccionarios, como algo relativo a la infancia pero también aparece aplicado a alguien que tiene “características que se consideran propias de los niños, como ingenuidad, irresponsabilidad, inmadurez, simplismo, dependencia, falta de lógica y de reflexión, etc.”. Lo mismo nos pasa con el concepto pueril que también significa que carece de importancia o de fundamento. El significado de la palabra infancia proviene etimológicamente de quien no tiene voz. Las palabras nos explican quiénes somos y cómo hemos ido construyendo el mundo contemporáneo. Bucear en la etimología es un ejercicio apasionante que nos permite entender los cambios sociales y culturales a lo largo del tiempo. Hoy sabemos, gracias a la psicología y la pedagogía, de la importancia y de las capacidades de la infancia. No siempre ha sido así y los significados de las palabras que utilizamos, así lo atestiguan.
Este 2017 se ha visto en Barcelona (en el Teatre Lliure) y también en Madrid (en el Centro Cultural Matadero), un duro e interesante montaje teatral también titulado precisamente Five Easy Pieces. En él, siete niños y niñas de entre ocho y trece años ponen en escena la recreación de la historia de Marc Dutroux, un caso de pederastia y asesinatos de niños que traumatizó Bélgica e impactó en toda Europa hace unos años. Los cuatro actores y las tres actrices abordan un tema difícil, con la autoridad, la inteligencia y la madurez acordes con el trabajo de preparación mediante el cual se creó la obra teatral.
No hay que menoscabar la capacidad de la infancia para hacerse preguntas y también para dar respuestas. A su manera, en su contexto, en función de sus edades y sus circunstancias. Jóvenes ciudadanos y ciudadanas que observan, piensan, callan y hablan ante el mundo en el que viven junto a sus familias, compañeros o maestras. Deberíamos ponérselo fácil para que pudieran, justamente, abordar lo difícil y manifestar las perplejidades y las complejidades del mundo en que vivimos. Nos sorprenderán sus palabras justas ante hechos incomprensibles o difíciles de adjetivar que muchas veces, nosotros, los adultos no sabemos cómo expresar.