Es bien sabido que para conseguir una buena educación hay que tener una cierta coherencia entre los mensajes, los aprendizajes y las prácticas. Justo lo contrario de lo que nos ofrece la sociedad actual, que es lo contrario del famoso dicho de que para educar hace falta toda la tribu.
Pues bien: la tribu en este caso se halla dividida entre discursos adecuados y prácticas inadecuadas.
Cuando hablo de inadecuado y adecuado me refiero al objetivo primordial educativo que sería preparar a las jóvenes generaciones para insertarse con solvencia en la vida democrática y aprender de derechos y deberes de ciudadanía, además de efectuar aprendizajes teórico-prácticos y especializados para la inserción en el mundo social, familiar y profesional-laboral.
Esto no ocurre. El canon académico está desfasado y los currícula escolares de igual manera. En el currículo educativo no aparece casi nada de lo nombrado anteriormente. Parece que sólo sigue importando que la población escolarizada memorice y se examine de las materias “tradicionales”, antes que adquiera unos aprendizajes integrales que faciliten una vida plena y adaptada a las exigencias de este mundo cambiante.
Uno de los principales aspectos que se deberían exigir a la educación actual es la adquisición de conocimientos, habilidades y valores de convivencia democrática, para lograr una neutralización de las relaciones de poder desigual de sexo-género, religión, raza, etnia, capacidades, etc… Estas categorías implican casi siempre desigualdad educativa, al no estar incluidas en los contenidos y metodologías didácticas.
Entre estas categorías, vamos a focalizar las de sexo-género, inadecuadamente tratadas dentro del currículo y también en los mensajes mediáticos que tanto influyen y “educan” tanto a la población adulta, como a la infantil y adolescente. Socializan más que educan, taladran las mentes con una enorme profusión de imágenes, historias de ficción y shows de realidades parciales y casi nunca deseables. Y, frecuentemente se contradicen con los discursos de cooperación, convivencia pacífica y noviolencia, así como los mensajes democráticos por excelencia como son los de la Igualdad y la Libertad.
Las contradicciones a las que me refiero son como choques eléctricos que se producen en las conciencias e inteligencias emocionales de las chicas y chicos en edad escolar.
Para comenzar, reflexionemos sobre estos pares de opuestos:
- Primero
-Hay que estudiar y lograr títulos para ser alguien en la vida.
-Hay que ganar dinero, mucho y lo antes posible. - Segundo
– La cooperación es muy conveniente para la salud personal y social.
– La competitividad es imprescindible para triunfar. - Tercero.
– Las mujeres y los hombres somos ya iguales.
– Las mujeres tienen que aceptar que van a cobrar menos, tener doble jornada y soportar acosos sexuales y laborales derivados de su condición sexo-genérica. - Cuarto
– Chicas y chicos pueden hacer lo que quieran en la vida.
– Las chicas que hacen “cosas de chicos” no gustan y viceversa.
Estas contradicciones deforman la percepción del mundo de lo humano, haciendo que chicas y chicos confundan su libertad de elección con aquello que les prescriben de forma oculta, pero profusa y narcisista, es decir, prometiéndoles éxito vital si así lo siguen.
En el momento actual vivimos en un caldo de cultivo contradictorio, del que no escapa la educación: mensajes opuestos como legítimos, justificaciones de injusticias como normales y, sobre todo la ceremonia de la confusión, que en las chicas y chicos ataca a sus conciencias, desdibujando las actitudes éticas y cívicas deseables para una adecuada convivencia.
En el último año asistimos a un movimiento internacional de mujeres que rompen sus silencios ancestrales, que han superado los miedos, las presiones y coerciones para callar y la baja autoestima y alzan sus voces con campañas en contra de la violencia específica que sufren sólo por ser mujeres, ya sea esta sexual, física, psicológica, económica, cultural o laboral.
Por otra parte están quienes se han apropiado de la voz pública y reparten puestos y espacios mediáticos, donde se desprestigia, se ridiculiza y se ningunea la voz autorizada de las mujeres. La única diferencia es que estas últimas actitudes tienen tomados casi todos los espacios, tiempos y tribunas y por ello parece que sean mayoritarias.
Las chicas y chicos necesitan aprender de desigualdad para poder trabajar por la Igualdad y también necesitan saber que el sexo con el que se nace no debe condicionar conductas, habilidades, posiciones o conciencias. Estos instrumentos de análisis y crítica se los podemos y debemos ofrecer en el sistema educativo, en el currículo formal y en el currículo oculto.
¿Es posible que así evitáramos muchos sufrimientos por frustración y lográramos más éxitos?