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El programa TEI (tutoría entre iguales) cumple este curso 15 años. Lo empezó a aplicar en el curso 2002/2003 el Instituto Poble Nou de Barcelona –que cinco años más tarde se trasladaría y reconvertiría en el actual Instituto Front Marítim–, como estrategia de prevención del acoso escolar, y desde entonces se ha ido extendiendo como una mancha de aceite hasta convertirse en un verdadero fenómeno educativo. El equipo del Programa TEI calcula que cuando acabe este curso ya lo estarán aplicando más de mil centros educativos de España y otros países, y que a lo largo de estos tres lustros alrededor de 30.000 profesores se han formado en el programa y un millón de alumnos han pasado por él, bien sea como tutores o como tutorizados, o, lo más probable, ocupando ambos papeles en cursos alternos.
El programa empieza hace 15 años en un formato bastante pareciendo al actual, es decir, sin las modificaciones que se han ido introduciendo fruto de la experiencia. Con todo, el origen del TEI se remonta todavía unos años atrás, cuando, según explica su ideólogo, Andrés González Bellido, se dio un caso muy sonado de acoso escolar en una escuela extranjera de Barcelona, que de un curso a otro perdió una línea entera. “Además de mi trabajo como psicopedagogo del instituto yo tenía un pequeño centro privado de psicología y entre mis pacientes tenía víctimas de bullying –recuerda–; me llegó este caso y propuse hacer una intervención en este centro sobre todos los alumnos de aquella clase; la intervención fue un éxito, pero fue tan fuerte que obtuvimos un efecto que tampoco era lo deseado, puesto que el acosador pasó a ser el acosado”.
El TEI se organiza en varias etapas escolares. Empezó con alumnos de 3º de ESO haciendo de tutores de alumnos de 1º de ESO. Más adelante se abrió a alumnos de 5º de primaria haciendo de tutores de alumnos de 3º. E incluso algunas escuelas están ensayando experiencias de alumnos de P-5 tutorizando alumnos de P-3. En todos los casos el centro coordina las tutorías, poniendo en contacto a tutor y tutorizado, organiza dinámicas de grupo al inicio y final de curso (para romper el hielo en la relación y como despedida), y forma al tutor para que sepa cómo tiene que actuar y qué obligaciones adquiere al aceptar el cargo. Pero a partir de aquí tutor y tutorizado se van viendo en la forma y medida que acuerdan entre ellos. Sólo hay dos reglas de oro para el tutor: ante una situación de conflicto no puede ni mirar hacia otro lado ni actuar con violencia, es decir, no vale erigirse en el primo de zumosol.
Esta relación entre alumnos que tienen dos años de diferencia facilita que afloren los pequeños problemas antes de que se hagan grandes. Pero sobre todo, afirma González Bellido, “el objetivo del TEI es intervenir sobre la comunidad, no sobre las personas”, es decir, sobre el potencial agresor, sobre el potencial agredido y, muy importante, sobre los potenciales espectadores. Se trata de una intervención preventiva, insiste, “con objeto de que el alumno automatice conductas positivas sin ni siquiera darse cuenta”. En un centro TEI no se llega al bullying porque se detecta y se interviene mucho antes, asegura Bellido.
“Antes, ante un caso de bullying, nos preguntábamos qué tenemos que hacer con el agresor, ahora tenemos claro que la intervención sobre estas situaciones de violencia sistemática tiene que ser integral de toda la comunidad educativa, y sobre todo que los protagonistas tienen que ser los alumnos”, añade. “Evidentemente tenemos que intervenir sobre los agresores y sobre las víctimas, pero sobre todo tenemos que intervenir sobre la mentalidad y el cambio de mirada que tienen los espectadores porque es la manera de modificar el paisaje educativo”. En otras palabras, si el matón de la clase se queda sin público que le ría las gracias tendrá muchos motivos para dejar de agredir.
Formación obligatoria
El equipo del programa TEI está formado por unos 60 especialistas (todos ellos profesores de alguna etapa de enseñanza obligatoria) que coordinan las actuaciones en las diversas comunidades autónomas. Hay dos grupos de trabajo e investigación, vinculados a las universidades de Barcelona y Santiago de Compostela, mientras que la evaluación científica se lleva a cabo desde la Universidad de Alicante. Esta universidad está a punto de presentar un estudio sobre la incidencia que está teniendo el TEI en otros parámetros escolares que van más allá de la convivencia y la prevención del acoso.
Cada nueva escuela que incorpora el TEI a su proyecto de centro tiene que pasar una formación que consta de ocho horas presenciales, en las cuales se explica la organización y los diversos materiales que se trabajan, y 22 horas online para contextualizar estos materiales en sus características específicas. “Un programa no se puede dar como una aspirina, lo tienes que trabajar y te lo tienes que sentir tuyo”, sostiene Bellido. Hasta 2007 el programa se daba sin formación a todo aquel que lo pidiera, “pero descubrimos que se hacían auténticas barbaridades y decidimos que la formación debía ser obligatoria”, añade. Una vez el Grupo TEI aprueba la adaptación que el centro ha hecho del programa ya se puede empezar a aplicar al siguiente semestre, y durante el primer año de aplicación el grupo hace un seguimiento por si surgen dudas sobre su implementación.
De un pequeño pueblo de Ibiza a un pequeño pueblo de Uruguay
En la red se pueden encontrar numerosas muestras del programa TEI. Por ejemplo, esta actividad grupal en forma de yincana realizada recientemente por el Instituto Quartó de Portmany, en la isla de Ibiza.
O, en otra punta del mundo, en un pueblo de Uruguay denominado Tacuarembó, donde el Colegio Jesús Sacramentado ha sido el primero de su país en incorporarse al programa TEI, tal como anuncia en su página web. La formación de este centro se hizo durante el verano pasado y la llevó a cabo el director del IES Front Marítim, Salvador Rovira, que al igual que González Bellido venía del Institut Poble Nou y forma parte del programa TEI desde sus inicios. Rovira subraya que “en tercero de la ESO es cuando los alumnos llegan al momento más adolescente, y les va muy bien adquirir este compromiso”. Rovira coincide con González Bellido en la constatación de que, si bien inicialmente se creía que los grandes beneficiarios del programa serían los tutorizados, el tiempo ha demostrado que sobre todo lo son los tutores, por la responsabilidad que asumen, y especialmente los de más bajas competencias, por el hecho de recibir la misma confianza que el resto.
Con todo, alerta Rovira, los centros que ya llevan tiempos aplicando el TEI se enfrentan al peligro de la relajación: “Las cosas se empiezan siempre con mucha ilusión, pero hemos observado que con el paso del tiempo y la renovación del profesorado hace falta que las direcciones transmitan muy bien a los nuevos profesores que el TEI es una parte vital del proyecto de centro, porque en caso contrario su aplicación se puede convertir en rutina, y eso repercutiría negativamente en su impacto”.