Montse Codina ha trabajado toda su vida en la educación especial. Durante 42 años -se dice pronto- como una de las responsables de la Fundación EIR El Niu, uno de los centros de educación especial que se ha distinguido por impulsar más espacios de colaboración con la red escolar ordinaria, a fin de conseguir que alumnos con discapacidades estuvieran escolarizados en lo que a los ochenta se decía integración y que a partir de los 2000 se empezó a conocer como inclusión.
Codina, que fue una de las impulsoras de la Fundación EIR El Niu, se acaba de jubilar con la satisfacción de haber visto cómo antes el Gobierno catalán aprobó el decreto de escuela inclusiva, y cómo Educación reconocía esta tarea hecha por El Niu invitándole a ser uno de los primeros CEEPSIR (centros de educación especial proveedores de soportes y recursos) de la ciudad de Barcelona, es decir, un centro que además de tener un concierto como escuela tiene un segundo por el apoyo a la inclusión que presta a otras escuelas.
«Hace muchos años que hacemos esta tarea, porque hemos defendido que el alumno con discapacidad tiene que ir a la escuela de su barrio, a la misma de su hermano, hemos hecho lo imposible para conseguirlo, y ahora se nos reconoce, tenemos una normativa y desde el Consorcio se están coordinando los recursos, esto es un gran avance», explica Codina. Considera que esta seguridad jurídica es una de las virtudes del nuevo decreto, pero sobre todo destaca otra: «Hasta ahora los padres y nosotros como educadores hemos tenido que ir a una escuela ordinaria y suplicó que tuvieran este alumno allí, ya veces era como si nos hicieran un favor, que de hecho era un favor compartido para que de esa experiencia todos aprendía, pero ahora es un derecho reconocido que se debe respetar «.
En estos momentos El Niu cuenta con un centenar de alumnos, de los cuales alrededor de 40 van al centro situado en el barrio de la Salud y 60 están repartidos por centros ordinarios de toda Barcelona, donde reciben el apoyo de sus profesionales. Algunos de estos niños y niñas presentan trastornos del lenguaje y la comunicación y otros algún tipo de discapacidad intelectual. «Hemos creído siempre en la idea de que es el recurso quien debe estar donde esté el alumno y no el alumno dónde está el recurso, al igual que creemos que es la escuela la que debe debe adaptarse a sus alumnos y no la alumno en la escuela «, dice Codina.
De Sant Pere de Torelló en Canadá conociendo buenas prácticas
El Niu es una buena muestra de cómo el mundo de la educación especial, junto con las familias, ha sido el motor del movimiento pro-inclusión que ha vivido Cataluña en los últimos veinte años. «Cuando ves los resultados es como una revelación», explica. A lo largo de los 90 y comienzos de los 2000, en esta escuela se preocuparon por conocer los modelos de escolarización más inclusivos. Primero visitaron algunos centros catalanes abanderados de la escuela inclusiva, como Los Cipreses (Barcelona), El Palmito (Vilanova i la Geltrú) o Josep Maria Xandri (Sant Pere de Torelló), y después se pusieron a viajar: País Vasco, Reino Unido, Alemania, Canadá y Suecia. «El ejemplo de Canadá fue muy chocante, un país donde de la noche a la mañana prácticamente habían acabado con todos los centros de educación especial», recuerda.
En Canadá Codina conoció el profesor Gordon Porter, uno de los grandes referentes mundiales en escuela inclusiva, y un tiempo más tarde, en 2002, lo llevaron a Barcelona y le organizaron una conferencia ante los inspectores y altos cargos del Departament. También llevaron a otros expertos internacionales, como los británicos Mel Ainscow o Seamus Hegarty o Frances James. Aparte, durante años Codina formó parte de la junta de la federación APPS (hoy Dincat) y del grupo de investigación GIEE (Grupo de Investigación en Educación Especial), formado por maestros de educación especial, profesionales de EAP y profesores universitarios como Climent Giné.
A pesar del tiempo recorrido, Codina no considera que se haya tardado tanto. «Me gusta citar aquel dicho según el cual solo puedes ir muy rápido, pero si vas en equipo llegas más lejos. Todo este trabajo que se ha hecho conjuntamente ha servido para ir adelante, aunque fuera poco a poco». Sin embargo, y a pesar del decreto, el trabajo no está acabada. «Es una lucha que debe continuar», afirma.
En Cataluña, opina, «no pasará como Canadá», pero tampoco ve quimérico que en un futuro próximo un buen número de centros de educación especial se transformen en CEEPSIR y otros desaparezcan. La clave de la inclusión, considera, «pasa por la mejora de la escuela», es decir, para que se haga realidad el concepto de una escuela para todos. «La gente entiende ya que lo que hay son barreras al aprendizaje, y que cuando modificas el contexto o el método de enseñar las puedes superar, y por tanto hay que centrarse en eso».
«Lo que ayuda más son las experiencias positivas»
Al principio, recuerda, lo que hacían era adaptar los materiales, a medida de cada alumno, y ayudarles en los estudios, y no lo han dejado de hacer porque «es básico que las cosas estén adaptadas a cada niño», pero a la vez han ido aplicando o colaborando en la aplicación de métodos que permiten la participación y progreso de alumnos con capacidades y conocimientos diversos en un mismo espacio escolar. Como el aprendizaje cooperativo, el trabajo por proyectos o la educación multinivel (también llamado Diseño Universal del Aprendizaje). «No son sólo pinceladas, cada vez vas encontrando más y más centros aplicando estas nuevas metodologías», sostiene Codina.
Para esta mejora de la escuela, recomienda a cada centro que se autoevalúe, con herramientas como el Index para la Inclusión, pero sobre todo que lo prueben. «¿Sabes qué es lo que ayuda más? Que haya experiencias positivas. Los maestros son personas muy receptivas, si tú los apoyas y tienen éxito, el balón va creciendo; ahora conozco muchas escuelas que han tenido muchas experiencias positivas y están muy orgullosas de contar con alumnado con discapacidad». Y tanto ha crecido ya la pelota, que la considera «imparable».
Codina recuerda una experiencia positiva reciente: «En una escuela religiosa había un alumno que estaba mal diagnosticado, no entendía el lenguaje, y recomendaban a sus padres hacer un compartida o ir directamente a un centro de educación especial, pero era un niño con un coeficiente intelectual normal, o incluso por encima en áreas como la visual, porque había desarrollado otros mecanismos. Entonces se le diagnosticó TEL (Trastorno Específico del Lenguaje) y se pudo empezar a trabajar con él, y al final en esta escuela la experiencia ha sido muy positiva y eso les ha hecho mejorar muchísimo a todos «.
Sobre la escolarización compartida, que en ocasiones han practicado, opina que «no puede ser ni mucho menos la solución». «No diré que en algunos momentos no haya ido bien, como en aquellas donde se desplazan grupos de alumnos, pero vaya, no es eso, la idea es una escuela para todos», insiste, «la compartida fue un paso, igual que las USEE han sido otro paso, pero la inclusión es otra cosa».