Agnès Van Zanten es una destacada académica de la sociología de la educación y profesora del reconocido Instituto “SciencesPo” de París, donde ejerce como directora de investigación del “Centre National de la Recherche Scientifique” (CNRS), y del grupo “Políticas Educativas” del Laboratoire Interdisciplinaire d’Evaluation des Politiques Publiques (LIEPP).
Recientemente ha ofrecido un seminario dentro del proyecto REFORMED, coordinado por el investigador de la UAB Antoni Verger, que estudia las políticas de reforma educativa orientadas a la autonomía escolar con rendición de cuentas.
¿Por qué se produce desigualdad y segregación en los centros públicos franceses?
A partir de los años 60 se creó en Francia “el colegio único”, como un instituto común donde van todos los niños de una misma zona. Los padres de clase media y alta empezaron a pensar que había diferencias entre estos centros, que a pesar de obtener el mismo título no se impartía el mismo tipo de enseñanza, cosa que se asoció gradualmente al tipo de público que iba a estas escuelas.
Ahora la idea es que las escuelas se diferencian más, no tanto por los profesores, que tienen un nivel bastante homogéneo y no presentan diferencias importantes salvo por su movilidad, la cual es mayor en las consideradas “de gueto” que en las de “clase alta”, sino por quién va a la escuela. Los padres se han convencido cada vez más que las políticas educativas en los últimos años no han sido eficaces y que los profesores, aunque tengan buena voluntad y formación, no logran desenvolverse bien en centros con un público muy heterogéneo y con muchos estudiantes con problemas de aprendizaje.
Esto ha hecho que muchos padres elijan cambiar de centro, dentro del propio sector público, lo que ha provocado una segregación importante. Y como también hay un sector privado importante, que supone el 20% del sistema educativo francés -creo que menor que en España-, también se utiliza mucho el sector privado, que está muy representado en las grandes ciudades.
¿Cómo eligen escuela los padres en base a su origen social?
Hay diferencias muy grandes entre los grupos sociales en la manera en que eligen centros educativos. Muchas familias de las clases más bajas no consideran que sea necesario elegir escuela, piensan que el colegio local está bien para ellos, no ven muchas diferencias entre centros, no quieren salir fuera de la población donde viven.
En las clases más altas no sucede así. Muchas veces no tienen que elegir, porque ya viven cerca de los centros que les interesan y, además, muchas familias de clase alta prefieren el sector privado. Las clases medias tienden a tomar decisiones difíciles, dudan entre llevar a sus hijos a la escuela local, porque piensan que deberían contribuir a la integración social en su población, o enviarlos a otro centro.
También observamos diferencias entre las familias que pertenecen a un grupo con más “capital cultural” respecto a familias que pertenecen a grupos de mayor poder económico. Las primeras eligen más dentro de los centros públicos, mientras que las segundas van más a las escuelas privadas y utilizan su “capital económico” para residir en las zonas en que se encuentran las escuelas de mayor reputación.
¿Hay ahora más familias que eligen la escuela privada?
En general sí. Varias razones han contribuido a la expansión del sector educativo privado. Una es que muchos padres sienten que la escuela pública actual es una escuela genérica, y la eligen si consideran que su hijo es un niño con resultados que podemos denominar “normales”. Si muestra aptitudes e inteligencias notables, consideran que la escuela pública no es suficientemente atenta al desarrollo de sus capacidades, o si tiene problemas de aprendizaje, consideran que la escuela pública tampoco le dedica especial atención.
También hay muchos padres que piensan que la escuela pública ya no es transmisora de valores y, aunque no sean religiosos, piensan que una escuela privada dará más importancia al aprendizaje de estos valores. Creen además que en los centros privados los profesores están más pendientes de sus hijos y son más sensibles a su personalidad y a otros aspectos que influyen en su aprendizaje intelectual.
A estas razones hay que añadir el hecho de la composición diferente de la escuela privada, con más niños y niñas de clases medias y más altas y, especialmente en el caso francés, con mucha menor presencia de hijos de inmigrantes.
¿Qué hace el gobierno para solucionar el problema?
La principal política aplicada desde los años 80 han sido las “zonas de educación prioritaria”. Se ha seleccionado un número de centros de zonas con muchas dificultades económicas y sociales y se les han atribuido más recursos financieros y humanos. Pero no ha logrado mejorar realmente la calidad de las escuelas, porque son muchos los centros que forman parte del programa y los recursos que reciben son relativamente limitados. Tampoco ha conseguido luchar contra la segregación escolar.
En los últimos años de gobierno socialista trató de desarrollar una nueva política para aumentar la diversidad social de los centros. El problema es que como paralelamente se ha aplicado una política de descentralización que antes no existía y requiere la implicación de las municipalidades y las regiones para implementarla, sus resultados han sido muy tímidos.
Otra política que he estudiado y de la que no soy muy partidaria porque considero que crea muchos efectos negativos, consiste en darle a los mejores estudiantes de los centros segregados la oportunidad de cambiar a otro tipo de escuela donde puedan tener mejores resultados. Esto decapita a las escuelas con más dificultades, quitándoles los mejores alumnos. Pero tiene consenso político, porque todo el mundo está de acuerdo en que hay que apoyar a los jóvenes que, a pesar de tantas dificultades, logran buenos resultados.
¿Hay alguna medida que podría ayudar a reducir estas problemáticas?
Hay una parte de las escuelas públicas consideradas de élite que han logrado acumular muchos privilegios al cabo del tiempo, y que disfrutan de una gran tolerancia hacia su manera de funcionar. Creo que se les debe hacer mucho más responsables del efecto que tienen sobre el resto del sistema educativo, en el hecho de captar a todos los mejores alumnos.
También es muy importante discutir con el sector privado. Actualmente estoy investigando sobre la enseñanza católica en Francia y a pesar de que los directores de estas escuelas se oponen, sus máximos responsables son conscientes de que el sector privado tiene un rol tan segregador, que además es contrario a sus ideas, que ha llegado un momento que creo que se puede discutir a nivel global para ver si se podría incluir en el sector privado lo que se ha logrado en algunas zonas: que acepten más alumnos de clase baja y no tengan unos criterios de selección tan excluyentes.
¿Cree que en España también se están dando los mismos problemas que en Francia?
Es un fenómeno que está muy generalizado, aunque en diferente grado. Por ejemplo, en Portugal no hay el mismo nivel de competitividad escolar que en Francia, o de selección de los estudiantes entre las escuelas. Obviamente los sistemas y las políticas educativas de cada país son diferentes, pero creo que lo que está llevando a esta segregación y desigualdad tiene que ver con las propias escuelas, que tienen autonomía, y con las dinámicas de los padres, que son muy similares en el contexto europeo.
¿Cuáles son los retos del sistema educativo que, como el catalán o el francés, tiene una alta presencia de centros privados o religiosos?
Obviamente hay que respetar la pluralidad de valores en nuestras sociedades y la elección del centro en función de las convicciones religiosas o ideológicas personales. No se trata de eliminar los centros privados, religiosos o no, pero hay que extender a ellos la noción de servicio público que supone la educación y redefinirla. Sobre todo en lo que respecta a las escuelas privadas concertadas, que deben tener las mismas obligaciones que las públicas. Han de ir más allá de cumplir con el programa oficial o seguir ciertas reglas burocráticas. Deben tener las mismas obligaciones que las públicas y, sobre todo, cumplir con el principio de acoger a todos los sectores de la población, tomando también a cargo alumnos con dificultades, refugiados, inmigrantes, etc.
Además, las escuelas totalmente privadas deben tener una mayor obligación a cumplir ciertas reglas que son democráticas, porque si no ponen en peligro la cohesión social y el funcionamiento del sistema. Es un sentido de responsabilidad colectiva que tienen las escuelas con respecto al funcionamiento de la sociedad, que todavía está muy lejos de ser una realidad.
¿Qué opina sobre las escuelas que adoptan pedagogías innovadoras?
En Francia es un pequeño fenómeno reciente, que estamos observando atentamente en París, pero creo que menos importante que en España, porque muchos padres tienen miedo de que sus hijos luego no tengan el nivel para ir a los mejores liceos. A pesar de todo, hay una fracción de padres de clase media y alta descontentos con un sistema público, al que acusan de centrarse sólo en el aspecto intelectual y rutinario, que se sienten atraídos hacia ese tipo de escuela más autónoma, que tiene más en cuenta la personalidad del alumno y está más inspirada en el modelo americano. Hay un espacio para ese tipo de escuelas, que casi siempre son escuelas privadas no subvencionadas y muy costosas.
Es un fenómeno interesante, pero hay que ser muy prudente. Estudios realizados con centros en la ciudad suiza de Ginebra indican que las pedagogías innovadoras funcionan muy bien con alumnos de clase media y alta que dentro de su propia familia tienen esa misma forma de organización, mientras que los alumnos de clase baja tienen más dificultad al entrar en ese tipo de sistema.
Tampoco podemos considerar en ningún momento que las escuelas innovadoras sean más democráticas que el resto. Puede ser que corrijan algunos defectos de las escuelas tradicionales, pero también pueden ser más elitistas. Nunca podemos considerar que la innovación supone una reducción de la desigualdad escolar, porque puede suceder todo lo contrario.
Es interesante buscar nuevas maneras de trabajar, pero hay que estar siempre muy atento a los efectos que producen.
¿Qué buenas prácticas podrían ser extrapolables entre países?
El problema es que las buenas prácticas no siempre funcionan cuando se extrapolan de un país a otro. Dentro de Europa, una buena práctica que podríamos mencionar es la que se da en los países nórdicos. En estos países el sistema educativo tiene un tronco común sólido. No separan a los estudiantes, que están juntos hasta los 18 años en el mismo modelo de escuela, con poca diferenciación entre centros y entre los alumnos de cada centro. Mantener este tronco común se ha visto que es una política mucho más eficaz y, contrariamente a lo que se afirma a veces, no es contraria a desarrollar un alumnado con alto rendimiento.
En el otro extremo se situarían países como Inglaterra o los Países Bajos, donde hay libre elección de la escuela y mucha competencia entre centros, con resultados relativamente eficaces, pero con desigualdades muy altas.
Usted también habla del marketing escolar como una práctica cada vez más habitual en Francia…
Bien, creo que el marketing no es algo natural para muchos centros, especialmente para los públicos. Es mucho más habitual en los centros privados, aunque aun en ese caso se trata de escuelas no subvencionadas de no muy buena reputación en búsqueda de estudiantes para poder sostenerse, pero en general vemos que las escuelas todavía están aprendiendo sobre marketing, es un proceso que está en marcha, pero en sus inicios. En comparación con otras organizaciones, su estrategia de marketing es muy pobre y limitada, y muchas escuelas públicas carecen de los recursos para hacer un buen trabajo en este campo. Algunas de las estrategias que utilizan son la presentación de la escuela en su página web, el tipo de discurso que articulan sobre el centro ante las familias, algunas actividades promocionales, como las jornadas de puertas abiertas, u otros eventos puntuales.
¿Cómo se ubica el profesorado antes estos cambios que se están produciendo? ¿Se está devaluando la profesión docente?
Es difícil responder globalmente. Yo diría que en Francia un poco sí. Sobre todo la profesión del profesor de secundaria. Primero porque en una época fue una especia de trampolín para grandes intelectuales, como Jean-Paul Sartre o Simone de Beauvoir, que empezaron como profesores de secundaria. Esta tradición, con la masificación de la enseñanza en este nivel, se perdió y con ella el prestigio y aura que tenía. Ahora vemos que al profesorado le atrae mucho la escuela primaria, porque parece que da menos problemas y hay una revalorización del profesorado de este nivel, que se ha igualado en condiciones a los de secundaria.
Un aspecto que me preocupa mucho es que se han vuelto muy corporativos. Hasta los años 60 los sindicatos de profesores eran grupos muy progresistas, que avanzaron muchas reformas, pero ahora están inquietos por la introducción del neoliberalismo en las escuelas y la cantidad de reformas de los últimos años.
Su posición se puede resumir como “todo lo que vendrá será peor y nos estamos centrando en conservar lo que tenemos, y aunque lo que tenemos no nos parezca muy bien, no queremos cambiar nada”. Esto lleva a una situación de bloqueo en que ninguna reforma se puede aplicar. Es algo que veo con mucha inquietud porque pienso que se han vuelto una fuerza regresiva y conservadora, en vez de ser una fuerza progresista como lo fueron en su día.