Como cada año, en el mes de febrero Barcelona se convierte en la capital del mundo de la tecnología móvil con el Mobile World Congress. En esta ocasión, los nuevos virus de China (coronavirus) han condicionado también la salud del encuentro, con empresas que han anulado su participación y, dadas las circunstancias, han provocado la suspensión de la edición de 2020. Después del boicot a la empresa china Huawei por parte del presidente de EEUU, Donald Trump, y de algunos países y empresas europeas, ha aparecido una grave enfermedad de grandes efectos que, además, ha generado xenofobia contra las personas chinas por parte de algunos colectivos. Parece como si aquel boicot ha encontrado al gran aliado de los virus para incrementar las guerras comerciales contra China. Por si fuera poco, el racismo, campañas concretas de medios de comunicación y muchas noticias falsas incrementan estados de opinión pública contra aquel país. Las relaciones comerciales, los vaivenes del mundo económico y la xenofobia a veces se relacionan. También son contenidos muy apropiados para estudiar en las clases.
Aquí, desde hace unos días también han aparecido otros virus que quieren introducirse en la enseñanza en forma de censura: el llamado pin parental. Pero, con los matices adecuados y de otra forma, también se extienden al uso de la tecnología en las aulas, en concreto el eterno debate sobre si los teléfonos móviles se han de utilizar para educar o prohibirlos.
Amenazas
El tema, decimos, tiene similitudes con la ideología del pin parental, con el añadido de que un cierto volumen de profesorado también se ha unido al miedo a usar uno de los aparatos que dominan el mundo y las costumbres de todos. Prohibirlos por el pánico a sus efectos negativos, como si hubiera algún invento que no los tuviera; reafirmar la zona de confort de las clases y apartarlos de las aulas, evitando educar con el aparato más potente que nunca hasta ahora habíamos tenido en nuestros bolsillos, con la conjunción de muchas herramientas y recursos y siempre conectado con el mundo; alegaciones a la protección de la infancia y adolescencia; a la supuesta mejora del clima escolar cuando el perverso objeto no está presente; a alejar al alumnado de las redes sociales, de consultes de páginas concretas y malignas, de adicciones de todo tipo, de dificultades que entorpecen la convivencia y la concentración. ¿Ya no recordamos qué pasaba antes del móvil?
Hablamos de la importancia de acompañar, educar, planificar, prevenir y, desde algunos sectores, piensan que solo se puede conseguir con prohibiciones.
¿Identificamos el móvil como un artefacto dañino, solo con disfunciones por falta de una previsión en la planificación educativa y formación en general? En estas circunstancias tan específicas podríamos recurrir a la antigua y eterna pregunta: ¿quién educa a los educadores?
Realidades
Afortunadamente, cada vez hay más centros educativos y profesorado que ven la tecnología desde puntos de vista más positivos, contemplando también los efectos negativos y educando para prevenirlos. Hay comunidades autónomas que barajan la posibilidad de prohibirlos en las aulas. En Cataluña el Departamento de Educación, que deja autonomía a los centros para decidir sobre el uso del móvil, apuesta por la educación y la cultura digitales.
Prueba de esto es la creación de la Dirección General de Innovación, Investigación y Cultura Digital. Y programas innovadores, valientes y bien planificados como el llamado mòbils.edu, con conexiones con otros programes como el #aquiproubullying, proyecto de convivencia, educación emocional, en los centros que los tengan. Todo el conjunto está interrelacionado y sirve para educar en responsabilidad, sin prohibir.
Deconstrucción
En algunos otros espacios hemos manifestado que se debería deconstruir el móvil por capas mientras se utiliza. ¿Cómo? Que al alumnado y el profesorado sean protagonistas, que se abran espacios de debate y reflexión en las clases para llegar a establecer conclusiones y líneas de actuación, pensando en su uso, tanto entre ellos como en el mundo adulto. ¿De qué forma? Proponiendo temas transversales para trabajar competencias donde la tecnología esté presente, el uso que hacen y que esto dé lugar a presentaciones, debates y publicaciones en espacios compartidos en Internet. ¿Ejemplos? En un instituto que lleva 26 años con la tecnología en las aulas y más de seis cursos con el móvil, y también con los ordenadores portátiles de cada alumno, se han creado algunos espacios en los que se han analizado y, juntos, en un trabajo de meses, hemos llegado a definir algunas capas, por ejemplo estas:
- La capa de su interfaz: pensar en la usabilidad de lo que tenemos en la pantalla, qué comunicación mutua hay y en la cantidad de recursos que vienen con el móvil, en los sistemas de las conexiones y empresas que intervienen en la conectividad. Y la interacción que tenemos con las Apps: cuáles bajamos y cuáles no, por qué, cómo funcionan, qué informaciones y servicios nos aportan y que damos nosotros a cambio, qué nos piden, si son intuitivas y amigables, qué emociones nos producen, cuándo las suprimimos y por qué, cuáles usamos más y cuáles no, y qué otras podríamos bajar para que favorecieran los aprendizajes.
- La capa de los lenguajes multimedia y la imagen digital, su construcción, interpretación y posibles confusiones: analizar los mensajes que llegan y cómo saber construir la información sirve también para producir otras y, entre unas y otras, trabajar aspectos lingüísticos, icónicos como los emojis (el lenguaje corporal de la era digital, les denominan los expertos), el lenguaje prescriptivo de los navegadores a la hora de escribir y también la imagen en general. Todo el conjunto, por ejemplo, puede dar pie a una actividad interesante: agrupar al alumnado por parejas de amistad, que cada persona pueda ver y leer mensajes enviados y recibidos en el móvil de la otra y que se fije en qué imagen personal transmite en el mundo digital. Comentarlo en pareja después, extraer conclusiones personales y generalizar consejos ante el gran grupo ayuda mucho a aprender a partir de la reflexión práctica.
- La capa de los datos, los algoritmos y el big data cuando navegamos: la información que continuamente ofrecemos, las diferencias entre público y privado en la red, la aceptación de las cookis y a qué nos comprometemos al hacerlo, el efecto de las consultas en las propuestas publicitarias que nos llegan, cómo navegar en privado.
- La capa de la dependencia del aparato: pensar en el número de veces que lo abrimos para interactuar con mensajes, consultar las redes sociales, evaluar la dedicación de tiempo en otros posibles usos informativos, de los que quizá no tengamos costumbre. Hace unos días unas alumnas de 13 años proponían a su clase: Ser capaces de olvidarnos un rato cada día del móvil y no estar consultándolo continuamente, ponerlo en modo avión a veces.
La capa del móvil como objeto del deseo y opio del pueblo: se interesaron por esta frase y su marco histórico, con un debate posterior sobre los sistemas que tiene el aparato y las aplicaciones para llamarnos la atención y engancharnos si no ponemos límites. Propuestas de otro grupo de alumnos: Cuando estemos estudiando, no tener el móvil cerca para no distraernos y centrarnos en lo que estamos haciendo, o dejarlo en silencio. También: A la hora de dormir dejarlo en otra habitación para no perder tiempo de descanso con las redes sociales. - La capa de la verdad/mentira: el escepticismo y la consulta de diversas fuentes fiables antes de creer algunas informaciones (fake news). Proponíamos medios de comunicación, webs verificadoras y sentido común. En redes de mensajería, no caer en la respuesta rápida y espontánea sin pensar, no distribuir mensajes atractivos pero sospechosos, evitar el engaño. Y hablar, consultar, debatir, leer libros en digital o en papel.
- La capa de la salud y del bienestar digitales en torno al aparato: efectos que nos produce, la nomofobia, la posibilidad de apreciar el silencio, la desconexión y la conversación presencial u otras actividades. Proponían: Quedar con amistades, practicar deporte, desconectar de la tecnología. Un alumno de 13 años fue más allá con un mensaje profundo: Hemos de intentar dejar de soñar con una vida deseada por lo que vemos o nos envían por el móvil y hemos de comenzar a disfrutar de nuestra propia vida. Otra opinión: Hemos de estar más atentos a nuestro alrededor y menos al móvil, el cual no puede ser el protagonista de nuestra vida pero sí ha de estar presente.
- La capa de los errores, para aprender de aquello que se ha hecho mal y para aportar soluciones. Cualquier mal uso debe reforzar el buen uso.
En centros donde se utiliza la tecnología desde hace tiempo, con formación y autoformación del profesorado y del alumnado, con un equipo directivo que lidere el proyecto y con una visión general del móvil como herramienta educativa, los conflictos son mínimos, las actitudes mejoran, la preparación para el futuro desde el presente y los aprendizajes aumentan, hasta convertir el móvil en invisible porque forma parte de la cotidianeidad del aula.
Esta deconstrucción del móvil por capas ha sido posible gracias a alumnado que puede utilizarlo en su instituto con normalidad y responsabilidad. Si estuviera prohibido, las líneas anteriores sobrarían.
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