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Septiembre 2020.
Podría ser el inicio de un curso como cualquier otro, con sus nervios e ilusiones a partes iguales para niñas, niños y docentes que vuelven a las aulas después del periodo vacacional. Sin embargo, este inicio de curso se presenta muy diferente a todos los demás. Hay quienes no se han podido despedir el curso anterior con esa cercanía y calidez tan característica de la etapa de educación infantil. Y es que el coronavirus entró como un caballo de Troya en la escuela.
Pues bien, aquí nos encontramos de nuevo, siendo educación infantil la primera etapa del sistema educativo en liderar este comienzo del curso, más en concreto, del primer ciclo. Unos comenzarán unos días antes y otros después, ya sabemos que esto está en manos de cada comunidad autónoma, pero ¿con qué medidas?
A finales del mes de agosto, a muy pocos días del inicio del curso, el Ministerio de Educación se reunía con las comunidades autónomas para llegar a un acuerdo; con ello tomaría medidas coordinadas en salud pública frente a la COVID-19 para los centros escolares para el próximo curso. Y de ahí, cada comunidad adaptaría las que ya tenía. Pero una vez más se olvidan de, o no saben muy bien, lo que es la educación infantil.
Vamos a afrontar un curso en el que las medidas que se plantean están muy alejadas de la realidad de estas edades. La creación de los grupos burbuja, o grupos estables de convivencia, con un máximo de 20 niños y niñas, solo supone una bajada de ratio para el segundo ciclo de la etapa. Esto significa que el primero seguirá con unas ratios intactas ya que están por debajo de los números que manejan las administraciones. Sin embargo, desde antes de la pandemia, se viene reivindicando la bajada de las altas ratios que se producen en infantil y que se encuentran muy alejadas de las recomendaciones de la Comisión Europea. Y es que la atención e individualización educativa que se requiere en estas edades necesita de ratios mucho menores, más aún en estas circunstancias.
Si además nos fijamos en otras de las medidas, más que necesarias, como son las de higiene de manos que desde el Ministerio se plantea con un mínimo de cinco veces diarias, nos volvemos a topar con la misma problemática. En estas edades comienzan a adquirir autonomía y se inician en el aprendizaje de hábitos de higiene y salud, en aulas, donde en la gran mayoría de casos se comparten los espacios de higiene, por lo que las medidas propuestas con las ratios actuales y sin el personal suficiente, resultan totalmente inviables.
Pero, ¿y qué hay de la parte socio-emocional?, ¿y del descubrimiento y la experimentación que reina en sus juegos? En los primeros años de vida si algo es necesario es el contacto, la creación del vínculo, la experimentación con el entorno que, como es bien sabido en los más peques, supone que todo lo que pasa por sus manos también pasa por su boca. Nos enfrentamos a difíciles decisiones al afrontar la forma de relacionarnos como hasta ahora venía siendo, al pensar en los materiales con los que seguir desarrollando la actividad dentro del aula de manera normal, y para hacer así enriquecedor el aprendizaje y otros muchos aspectos. Ya en el mes de julio, ante la tan ansiada y malentendida conciliación familiar, las escuelas infantiles abrieron sus puertas y pudieron atisbar, de alguna manera, cómo sería la escuela en la que se está llamando nueva normalidad.
Pudimos observar entonces la imposibilidad de una vuelta segura sin una mayor dotación de recursos que, sin duda, nos aboca al empobrecimiento de los aprendizajes, de las experiencias y de las relaciones en las aulas, generando una gran incertidumbre a la hora de desarrollar nuestra labor profesional. Porque no dotar los espacios con materiales adecuados y suficientes es negar una educación de calidad, porque generar relaciones cercanas en esta etapa resulta un herramienta de trabajo esencial y la única forma de llevarlo a cabo de manera segura es reduciendo los contactos y garantizando más profesionales y espacios y menos criaturas por aula. Y, por supuesto, mención especial merece el personal de limpieza que ve forzosamente aumentado el volumen de su trabajo sin el más mínimo refuerzo de plantilla, siendo este uno de los factores clave para reducir las posibilidades de contagio.
En las escuelas infantiles ya sabemos que la vuelta segura no depende solo de la creatividad de quienes nos dedicamos a la educación infantil a la que tanta mención se hace como remedio a falta de recursos. Es responsabilidad de las instituciones hacer todo lo que esté en su mano, pero resulta evidente que no está siendo así, ya que sufrimos de forma diaria los vaivenes de improvisaciones, declaraciones infames y protocolos que llegan a un día de la entrada del alumnado en las escuelas. En definitiva, no contamos con un solo recurso más que antes de la pandemia.
Y es que, en la llamada nueva normalidad, la educación infantil también importa. Importa porque los niños, niñas y sus familias también tienen derechos. Nos negamos de forma rotunda a que estos se pongan en entredicho por la incompetencia de los políticos, que alegan haber volcado todos los esfuerzos y recursos en el resto de niveles educativos siendo el principal argumento para justificar la situación en la que empezaremos el curso actual, con la desconsideración hacia el trabajo que realizamos, si cabe aún más en el primer ciclo, el cual ha sido abandonado. ¿Debemos entonces considerar que niños y niñas tienen derechos diferentes según su año de nacimiento?
Nuestra indignación no cabe en estas palabras que aquí os escribimos, es tan grande como grande va a ser nuestra defensa de la educación infantil que merecemos. Hace falta sensibilidad, compromiso y una apuesta clara por esta etapa, y todo ello solo requiere de una cosa: INVERSIÓN.
Susana Mansino y Sheyla Verdú
Plataforma de Educación Infantil 06