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¡Todos estamos afectados! En países de un desarrollo mayor, en países empobrecidos por la corrupción y la historia de estructuras desiguales. Hombres o mujeres, pobres o ricos, con o sin acceso a tecnologías para la educación, con o sin empleo o ingreso económico (aunque sin ello es mil veces peor). De una u otra manera, la pandemia nos ha dejado daños y efectos en los aspectos materiales, en relaciones, en la salud, en la emocionalidad. Los niños, niñas y adolescentes han vivido esto de maneras tan diversas, pero que tienen en común algunos daños en su condición física o en su desarrollo socioemocional. La pandemia seguirá en formas tan ocultas o inesperadas. ¡Cómo no si se habla de 190 países que cerraron escuelas, con más de 1.600 millones de estudiantes afectados en todo el planeta!
Por eso, educar en estos meses de final del 2020 y de inicios del 2021, no puede ser un concepto que intentemos comprender y aplicar desde consideraciones exclusivamente académicas. ¿Recuperar lo perdido en contenidos o aprendizajes contemplados en los currículos y sistemas educativos? No, eso no es tan importante o necesario en estos tiempos de crisis global. Ya iremos poco a poco hacia ello.
Creo que, en este tiempo, educar es una tarea y un desafío para recuperar el sentido de la vida, la posibilidad de sentirnos y comprometernos en las cosas que creemos que hay que construir para nuestra vida y la de los demás.
Recuperar el sentido, o construirlo si no estaba antes de la pandemia, puede ser una meta mucho más importante y de impactos en la vida de nuestros estudiantes que también necesitan sentirse plenos y vivos en medio de lo que hemos soportado. En consecuencia, también se trata de recuperar la esperanza en nuestros propios esfuerzos, en la posibilidad de luchar por un mundo distinto o mejor al que había antes de la pandemia (utopía, pero la necesitamos para enfrentar los caminos nuevos). Como vemos, la educación constituye ahora mismo la recuperación de la salud socioemocional de nuestros estudiantes, pero para ello necesitamos recuperarnos también nosotros, los adultos que estamos a cargo de la tarea gigantesca de educar en estos tiempos difíciles.
Por supuesto, educar es recuperar las interacciones que hemos abandonado en estos tiempos. Sobre todo, es recuperar el gozo, la alegría, el sentido, la necesidad de interactuar con otros, más allá de nuestros entornos familiares. Al momento de escribir esto, algunos países están volviendo a cerrar, otros se abren, pero en todos se insiste en el concepto de la distancia. El problema es que esta distancia a la que llaman “social” está afectando el gusto por la interacción con otros. El aislamiento y el individualismo extremos no son buenos consejeros para construir otro mundo, o para instalar otra cultura política en nuestros países. Insistamos en la “distancia física” (esa que puede ayudar a aislar el virus), pero no en la “distancia social” porque aquí hipotecamos la posibilidad de reconstruir la realidad.
Y no hay que olvidar que educar es recuperar los hábitos y las capacidades para el aprendizaje y el estudio. Potenciados por el enorme esfuerzo de aprendizaje on line (en países, familias y realidades que sí han tenido recursos para ello), toca ahora la creación de condiciones placenteras, desafiantes y estimulantes para el aprendizaje off line.
Sin embargo, no podemos desperdiciar la oportunidad para insistir en la necesidad de que una educación entendida como recuperación es para construir visiones, actitudes, conductas, compromisos nuevos o muy diferentes a los que teníamos antes de la llegada del famoso virus. En otras palabras, recuperar no es volver a tener lo mismo o ser los mismos. Es recuperar las bases socioemocionales, incluso aquellas que tal vez no teníamos, para reconstruir la vida y transformarla. Ampliarla y profundizarla.
No es fácil, pues, nuestra tarea educadora. Si nos volcamos a los contenidos de siempre, la cosa es fácil. Pero si nuestra mirada se posa firmemente en las personas (incluidos nosotros mismos), entonces educar es el desafío de vida que más necesita el planeta en estos momentos oscuros.