El inicio de la tramitación del Anteproyecto de Ley Orgánica de Ordenación e Integración de la Formación Profesional no está levantando grandes discusiones políticas, ni provocando guerras de titulares impresos, ni siquiera protagonizando debates de tertulianos. Teniendo en cuenta el historial de reformas educativas en España y el alto grado de división que suele acompañar a este tipo de iniciativas, la ausencia del ruido habitual en estos casos puede ser un indicador de peligro (falta de interés por el asunto), pero también de esperanza (oportunidad para construir consensos amplios).
Una reforma legal como la que propone el Anteproyecto de Ley le proporciona a toda la sociedad la posibilidad de debatir qué modelo de FP queremos, a qué necesidades debemos dar respuesta inmediata, cuál será el impacto que previsiblemente podrá tener sobre el mercado laboral y muchas otras cuestiones que nos interrogan. Se trata, en definitiva, de decidir qué desafíos vamos a asumir y qué prioridad asignamos a cada uno de ellos. Sería un error terrible pensar que, como no hay posiciones radicalmente enfrentadas en este asunto, se trata de un tema menor. Al contrario: pocas decisiones tienen tanta trascendencia directa e indirecta, tanto por el número de personas implicadas (las cifras actuales son de casi un millón de estudiantes de FP por curso en toda España, en muchas comunidades autónomas por encima del número de estudiantes de grados universitarios) como por las repercusiones sobre el mercado laboral y el tejido productivo del país.
Precisamente por ser un tema estratégico, es muy deseable que se logre el consenso más amplio posible; en ese sentido, es de agradecer la disposición de mano tendida mostrada por el Ministerio de Educación y FP, a pesar de que los plazos sean muy cortos y que la coincidencia con el período estival no ayude. Desde el grupo de trabajo conjunto de lenguas extranjeras (Alemán, Francés y Portugués) queremos realizar nuestra aportación al debate, desde la convicción de que nuestras propuestas definen algunas de las prioridades que son comunes a cualquier ideología y a todos los territorios que forman parte del Estado español.
Vaya por delante que la FP española tiene un gran nivel formativo, que en muchos aspectos está a la vanguardia europea y que el anteproyecto de ley incluye novedades muy positivas. Hay motivos para tener orgullo de nuestra FP y para mantener la esperanza de que pueda mejorar con el impulso que la nueva ley deberá proporcionarle. No obstante, negar la existencia de deficiencias importantes sería no solo absurdo, sino también irresponsable, pues al hacerlo estaríamos tapiando los caminos por los que deberíamos transitar para resolverlos. Y uno de esos problemas, indiscutiblemente, es el déficit de formación en lenguas extranjeras.
Los datos de Eurostat demuestran que España está muy lejos de la media europea en la enseñanza de lenguas extranjeras en FP, lo que influye en la competitividad internacional de nuestras empresas. En lo referente a la primera lengua extranjera, las cifras son contundentes: el 61% del alumnado de ciclos no aprende ninguna lengua extranjera, mientras que la media de la Unión Europea no llega al 20%. Si hablamos de plurilingüismo, los datos llegan a ser demoledores: solo 1 de cada 1000 estudiantes de FP recibe formación en más de una lengua extranjera, mientras que la media europea es de 339.
Lo importante es que tomemos conciencia del problema y de su dimensión: nos separa una distancia abismal de la media europea (atención, de la media, no de los países de punta) en un aspecto esencial como es el plurilingüismo, un concepto definido por la propia UE (aunque lo denomina multilingüismo) como el dominio de las lenguas maternas y de al menos dos lenguas extranjeras. Se trata de una de las cuestiones en las cuales la UE viene insistiendo desde hace más de 20 años con bastante éxito en muchos países, pero con poco eco en España hasta el momento presente.
Y hablamos de plurilingüismo porque esa es la clave para reducir nuestra distancia con Europa: la primera lengua extranjera es necesaria, pero absolutamente insuficiente. De hecho, si comparamos los datos globales del sistema de enseñanza no universitaria, España casi llega al aprobado en la presencia de una primera lengua extranjera (si no alcanza el aprobado es precisamente porque la media en la FP es extremadamente baja), pero el suspenso pasa a ser rotundo cuando se analizan los datos a partir de la segunda lengua extranjera, con mención especial para el anecdótico 0,1% de presencia en la FP.
En un mundo multipolar, en una Europa post-Brexit, en una España que se quiere competitiva y abierta al mundo, no podemos perder la oportunidad única que se nos presenta para corregir errores u omisiones del pasado. El texto remitido por el Ministerio es un avance también en el reconocimiento de la importancia de las lenguas extranjeras en la formación del alumnado, pero las buenas palabras no están acompañadas por medidas concretas. Las más evidentes deberían ser la creación de un módulo de Lengua Extranjera en los currículos de todos los ciclos medios y superiores e, incluso, de un módulo de Segunda Lengua Extranjera en determinadas familias profesionales, especialmente en los ciclos de nivel superior. Así, se acabaría con el absurdo que actualmente ocurre, por el cual la presencia de lenguas extranjeras está garantizada en el nivel básico, pero al pasar a los ciclos medios y superiores desaparece en la inmensa mayoría de los casos, privando de este modo al alumnado de FP del manejo de una de las herramientas que, según todas las encuestas, más valoran las empresas: el dominio de lenguas extranjeras.
Recientemente, pudimos leer que el Ministerio de Educación y FP “reitera su voluntad de diálogo para consolidar el nuevo modelo de Formación Profesional y avanzar en la mejora del sistema educativo”. Con esta actitud positiva, esperamos que se tenga en cuenta este aspecto para mejorar las competencias de nuestros profesionales en el contexto de la Unión Europea, tanto por parte del propio Ministerio como de los grupos políticos que protagonizarán el debate parlamentario.
Marcos Vence Ruibal es profesor de FP en el IES San Clemente (Santiago de Compostela)
Subscriben este texto
- Daniel F. Hübner, presidente de la Federación de Asociaciones de Germanistas y Profesorado de Alemán en España (FAGE).
- Julián Serrano Heras, presidente de la Federación Española de Asociaciones de Profesores de Francés (FEAPF).
- Loaira Martínez Rey, presidenta de la asociación Docentes de Português da Galiza (DPG).
- M. Carme Figuerola Cabrol, presidenta de la Asociación de Francesistas de la Universidad Española (AFUE).