Necesario es todo aquello que, en educación, supone una mejora en las condiciones de vida personales y colectivas. Importante es mucho más opinable, pues pertenece al reinado de lo subjetivo.
Durante mucho, mucho tiempo -desde que la educación forma parte de los derechos y deberes de la ciudadanía democrática- los sistemas educativos y sus currícula han tenido como punto de partida y como horizonte lo “importante”, el canon, la selección aleatoria y sesgada de hechos, descubrimientos y personas consideradas relevantes.
Relevantes, importantes, sobresalientes, significativos, representativos, convenientes, sobresalientes. Los currícula escolares y académicos, rebosan de sobresalientes e importantes. Pero ¿con qué criterios se establecen estas elecciones, que se convierten en imperativas para la obtención de títulos acreditativos de niveles y especialidades? ¿Desde dónde se prescriben y se sitúan como de obligado cumplimiento? La mayor parte de conocimientos compartidos procedentes de la escuela y de la Academia, son de este índole.
No nos parece de recibo que una niña o niño, que ha permanecido durante años y años en la escuela pasando por la educación reglada, no conozca reglas gramaticales, algún idioma distinto al suyo de origen, la Teoría de la Relatividad, los detalles del Barroco, el descubrimiento de América o la literatura del siglo de Oro, por poner algunos ejemplos.
Pero no nos extraña que nunca hayan oido hablar de gran parte de lo que las mujeres del mundo han aportado y aportan al conocimiento humano. Los discursos de complementariedad de los sexos dejaban como irrelevante lo que, previamente, se había adjudicado a las mujeres y calificado de natural y “femenino”, llamado también subcultura femenina, tratado con menosprecio o desprecio y ninguneado. “Las mujeres nunca hicieron nada importante”, es una cantinela repetida y repetida. ¿Y tampoco hicieron nada necesario?
Este prejuicio ya no se ha podido sostener desde que las mujeres tomaron palabra, voz y adquirieron conocimientos de “lo importante” y también de “lo necesario”. Los trabajos y tareas adjudicadas y obligadas para las mujeres son imprescindibles y, por tanto, necesarias para la humanidad en su conjunto: el cuidado de personas, objetos y seres vivos, la reproducción biológica y social de seres humanos, la cercanía al “otro concreto” por encima de abstracciones, la sensibilidad hacia la limpieza y la estética, el acompañamiento, la empatía, la destreza y la heroicidad en lo cotidiano y continuado, ¿es importante o necesario?
Pues de todo esto apenas si se habla en la escuela. Por supuesto, no se evalúa y como consecuencia: «Lo que no se nombra no existe”, así es que para qué queremos enseñarlo de forma sistemática a lo largo de la escolaridad: a los chicos ni falta que les hace para seguir desarrollando una masculinidad hegemónica y dominante (fuerza, dinero y poder) y las chicas, ya lo aprenderán gracias a todos los productos culturales, lenguajes y costumbres, que las ponen y reponen en “su” lugar.
El sesgo de género en los aprendizajes compartidos es escandalosamente espectacular y, sin embargo, no escandaliza a casi nadie. Así, seguimos aprendiendo que “el hombre es la medida de todas las cosas”, que la evolución humana es la del hombre, que los avances científico-tecnológicos los han realizado hombres, que los linajes familiares tienen el nombre de los padres, que las voces públicas, autorizadas, citadas y reclamadas son de hombre y así sucesivamente.
Si Uds. se fijan durante una semana al menos en los estímulos audiovisuales que les llegan, se darán cuenta de que los hombres están sobrerepresentados en casi todas las actividades humanas como protagonistas o como únicos hacedores. Pareciera que la humanidad estuviera hecha con una proporción de tres a uno de hombres y mujeres respectivamente.
Pero también les invito a observar durante una semana cómo en los medios de comunicación, tanto convencionales como digitales, cada vez aparecen más referencias a mujeres: en los lenguajes, en la presencia numérica y en los eventos culturales, lúdicos y deportivos que se organizan. Es verdad que la ocultación de las mujeres ha empezado su período de extinción, empujado por el feminismo, pero no se ha consolidado en absoluto.
De ahí que aún aparezcan como anexos, complementos o en apartheid, como muestras irrelevantes, o como apostillas, sin autoridad real ni simbólica y sin igualdad de condiciones.
Así es que desde aquí deseamos y propugnamos que la obra humana de las mujeres entre para quedarse y crecer dentro del ámbito escolar y académico. Es muy necesario para el equilibrio, la justicia, la salud y la paz social. Y también es muy urgente.