La inclusión del alumnado sordo en la escuela ordinaria no es algo nuevo. Seguramente es uno de los ejemplos palmarios y más antiguos de este ejercicio que es que toda la infancia tenga cabida en el mismo espacio independientemente de su etiqueta.
En el CEIP Colón de Córdoba llevan años, muchos, asumiendo alumnado sordo. Se han convertido con el paso del tiempo en un centro de referencia en la ciudad. Es algo bastante común en muchas poblaciones por todo el estado. Su sensibilidad ante la situación de estas niñas y niños les llevó hace mucho tiempo a presionar a las administraciones públicas hasta que consiguieron, poco a poco, que se les dotara de personal y recursos suficientes para atender, a lo largo de toda su escolarización en el centro, a su alumnado.
Hoy por hoy cuentan con una persona de apoyo para el alumnado sordo en todos los cursos que tienen en el colegio. Una figura a medio camino entre la pareja educativa y la intérprete, aunque más cerca de la primera que de la segunda. Al menos, así lo entiende Mar Molina, maestra del centro y una de las responsables de este servicio de acompañamiento al alumnado.
LSE como una lengua más
El CEIP Colón tiene una larga trayectoria. Molina explica que hace tres o cuatro décadas ya comenzó a acoger alumnado sordo aunque la lengua de signos, dice, estaba mal vista por aquel entonces, de manera que la educación era de «tradición oralista». Las cosas han cambiado muchísimo y, sobre todo, a partir de 2007 y 2011. En esas fechas se aprobó la legislación que daba carta de naturaleza a la LSE como lengua de enseñanza y aprendizaje, en España y Andalucía.
Desde ese momento, las familias comenzaron a reivindicar que se utilizara en el centro, con las chicas y chicos que había en sus aulas. Hoy son 10, explica Molina, repartidos entre infantil de 3-6 y 6º de primaria.
Aunque en todos los cursos hay niñas y niños sordos, no lo están en todas las líneas. De esta manera, sí se concentran en una misma aula por curso. Esta organización facilita el que puedan trabajar seis personas conocedoras de la LSE en las aulas del centro, a tiempo completo, durante las horas lectivas en las que están niñas y niños en clase. Esto también ha hecho que haya ido creciendo el interés de la comunidad, poco a poco, por conocer esta lengua. Tanto entre el resto del claustro como entre las y los compañeros de aula que han ido aprendiendo «de manera natural», asegura Molina.
Hasta el punto que otros muchos y muchas compañeras pedían aprenderla y, gracias a la autonomía que la Lomce primero y la Lomloe ahora conceden a las comunidades autónomas y a los centros educativos para crear un cierto número de asignaturas, han podido poner en marcha este mismo mes de septiembre, una asignatura específica para que todo el alumnado del centro tenga la oportunidad (y la obligación) de aprenderla.
Molina explica que el curso pasado elaboraron el currículo de la materia y que lo enviaron a la Delegación de Educación que lo aprobó. Y así, en septiembre pudieron implantarlo como proyecto interdisciplinar en los cursos de 3º y 4º de primaria, «con la idea de subir cursos para que acabe en toda la primaria y en infantil», explica.
El tratamiento es el mismo que para el inglés o cualquier otra lengua, dice Molina. Si el alumnado se cruza con la maestra de lengua de signos ha de saludarla o despedirse utilizando los signos correspondientes. Según Molina, niñas y niños están encantados con esta situación, también las familias, que en muchos casos han sido el motor que ha empujado a la administración a poner los recursos necesarios para que hoy tengan seis personas en el equipo, una por curso.
Cuenta que a lo largo de los años han sido muchas niñas y niños los que han mostrado interés por esta lengua, han intentado aprenderla en el tiempo de los recreos junto con sus compañeros signantes. Un interés que ya se puede ver desde infantil puesto que desde los tres años se adaptan materiales, asambleas o canciones al alumnado con diversidad auditiva. Como se adaptan, explica, otros momento como los actos conmemorativos que celebran como el Día de la Paz o cualquiera otro. Ahora ya no tienen excusa para no hacerlo.
Proyecto bilingüe
Desde 2007 el centro desarrolla su proyecto bilingüe con la LSE. Según explica Molina, esta situación obliga a que en las aulas en las que está el alumnado sordo se utilicen dos lenguas, la de signos y la oral, al mismo tiempo y para alcanzar los mismos objetivos.
En su caso, aunque empezaron lógicamente, poco a poco, primero dos maestras, luego tres ya hora seis. La idea es que estas maestras no hagan una simple traducción de la explicación de la compeñara, sino que hay un trabajo previo de coordinación sobre el qué y el cómo se va a explicar en la clase. El objetivo no es que niñas y niños sordos tengan un currículo o una explicación diferente. sino que ambos se adapten a todo el alumnado, que la maestra «oralista» tenga en cuenta la situación también a la hora de pensar su clase.
El objetivo con el uso de la lengua de signos es múltiple. El primero de ellos, tal vez, responde al interés de las familias en que el sistema educativo utilice el idioma que estos menores y sus familias usan en casa. Y, de esta manera, se desarrollen algunos otros como el objetivo de que «no pierdan información, que esta llegue al mismo tiempo y con la misma calidad que al resto de los compañeros», resume Molina.
Para el proyecto, un de los puntos clave, claro, es que las maestras estén todo el tiempo en el aula. Las cinco horas diarias que el alumnado está en el aula. La explicación, por obvia, no deja de ser importante: «El alumnado sordo lo es las 5 horas al día, no una. Esto a la administración le cuesta entenderlo muchas veces», comenta Molina quien, además, defiende este aprendizaje teniendo en cuenta que el ambiente en un centro educativos suele ser ruidoso y esto puede interferir con audífonos o implantes cocleares.
El CEIP Colón es un buen ejemplo de cómo la inclusión es bidireccional. No solo impacta en el alumnado con diversidad sino que, de una manera u otra, impacta en todo el colectivo. Al punto de tener la voluntad de que todo el alumnado que pise sus aulas sea competente en LSE.
«Mientras haya alumnado sordo en las aulas (del colegio), habrá una maestra por cada una de ellas. Esperemos que no recorten y volvamos para atrás», explica Molina. Esta maestra defiende el modelo del centro. Un modelo en el que «la normalidad está a la orden del día».