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La aclamada directora polaca Agnieszka Holland dirigió la película Vidas al límite (Total Eclipse, 1995), con un elenco hollywoodiense, después de triunfar con películas tan personales como la mítica Europa, Europa (1990) o la británica El jardín secreto (The Secret Garden, 1993). Total Eclipse está protagonizada por un joven Leonardo DiCaprio y por el veterano David Thewlis, en los papeles de Arthur Rimbaud y Paul Verlaine, respectivamente. DiCaprio haría justo después las películas Romeo y Julieta de William Shakespeare (Romeo + Juliet, 1996) y Titanic (1997), que lo catapultaría al estrellato, y poco antes había estrenado Diario de un rebelde (The Basketball Diaries, 1995), en el que interpretaba el duro paso de la adolescencia a la madurez del poeta, escritor y músico estadounidense Jim Carroll (1949-2009), cuando las drogas se interpusieron en su brillante carrera como jugador de baloncesto.
Este apunte es importante, puesto que algunos críticos compararon las dos actuaciones casi seguidas (de hecho, se estrenaron el mismo año aunque se produjeron con una cierta diferencia) de dos poetas rebeldes, pero en el caso de Total Eclipse había una singularidad que la hacía diferente y polémica: era su primera película donde interpretaba a un personaje homosexual, aunque las escenas subidas de tono eran muy suaves y escasas. DiCaprio encarnaba al joven poeta francés Arthur Rimbaud (1854-1891), durante los dos años que mantuvo una convulsa relación con el poeta Paul Verlaine (1844-1896). La película se basaba en la obra de teatro homónima de 1968, escrita por un joven de apenas veintidós años, el dramaturgo, guionista, traductor y director de cine británico Christopher Hampton, que fue el encargado de firmar la adaptación a la película que finalmente dirigiría Agnieszka Holland. Hampton se basó en los diarios de Rimbaud y en las cartas de los dos poetas, de antes, durante y después de su relación.
Rimbaud era un joven de provincias, con distinciones escolares en gramática, historia y de composición en latín, con varias traducciones al francés que aún se conservan, que tenía el anhelo de vivir en París, para alejarse del entorno familiar (su padre, militar, abandonó a la madre y los tres hijos y pasaron apuros económicos durante un tiempo), y para acercarse al boyante ambiente literario de la capital. Después de varias experiencias complicadas, entre viajes y retornos y estancias en casas de amigos, finalmente, le recomendaron que escribiera al poeta Paul Verlaine, que justo acababa de tener a su primer hijo con su mujer, que apenas tenía diecisiete años en ese momento. Verlaine, veintisiete. Rimbaud tenía dieciséis cuando le escribió, añadiendo varios poemas en la misiva. Y le contestó invitándole a París, con un billete de tren en el sobre. Y así lo hizo, en septiembre de 1871.
La estancia en París, bajo la protección de Verlaine, le hizo conocer a los grandes autores del momento, con los que intercambiaba sus poemas e interactuaba creativamente con todos. El propio Victor Hugo (1802-1885), llegó a bautizarlo como «el Shakespeare niño». El desparpajo creativo y la libertad sobrevenida (alejado de su madre) impulsó una época intensa y agresiva, donde el alcohol y las drogas le pasaron factura, provocando notables encontronazos y conflictos, como la herida que ocasionó al clavar un bastón a un célebre fotógrafo, eso sí, en estado de embriaguez, lo que le permitió salvar esa situación, al menos momentáneamente. Finalmente, Verlaine decidió abandonar a su mujer y a su hijo y, literalmente, fugarse con el joven Rimbaud, con el que deambulan por diferentes ciudades, como Bruselas y Londres, donde permanecieron un tiempo viviendo de forma muy precaria. Y de forma muy convulsa, puesto que las peleas entre la pareja eran continuas y notables.
En un arrebato, Verlaine lo deja y se marcha a Bélgica, con la intención de volver a tener el perdón de su mujer, y así se lo comunica por carta a Rimbaud, que le propone un nuevo encuentro, que tuvo lugar en un hotel pocas semanas después. Verlaine, desquiciado por todo lo vivido en los dos últimos años, decide comprar un arma con el que había avisado que utilizaría para suicidarse si su mujer no le perdonaba, pero esa pistola fue utilizada contra Rimbaud después de otra estrepitosa pelea, disparándole, aunque solo le hirió la muñeca. Rimbaud retiró la denuncia a la policía, pero no se salvó de la que puso su mujer, que le denunció por abandono y sodomía (las relaciones homosexuales estaban prohibidas en Francia), por los que tuvo que pasar dos años en prisión, además de convertirse al catolicismo para expiar sus pecados. Aun se verían una vez más después, en Alemania, pero a modo de despedida.
La película Total Eclipse narra precisamente esa relación convulsa durante dos años (por cierto, en ningún momento de la película aparece la palabra homosexual o gay o similar, aunque se sobreentiende por el contexto la relación existente entre los dos poetas). Y, precisamente por eso, por centrarse en la evolución de la pareja, desde que se conocieron hasta su agitado final, por lo que se le criticó a Agnieszka Holland, especialmente el hecho de que no hubiera prácticamente ninguna referencia a la obra de los dos autores. En cierta manera, la película se complementa con los poemas y viceversa, las dos obras artísticas se complementan entre sí. De hecho, justo después de acabar su relación, Arthur Rimbaud se autopublicó (con la ayuda de su madre) su obra más importante y famosa, Una temporada en el infierno (Une saison en enfer, 1873), de la que se imprimieron quinientos ejemplares, de los que el autor recogió unos pocos (uno para enviar a Verlaine). El resto, fueron encontrados en 1901 en el almacén de la imprenta M. J. Poot & Cía, descubiertos por el abogado Leon Lousseau, que fue quién ayudó a difundir ese extenso poema que ocupaba apenas cincuenta páginas y que se considera una de las grandes obras de la poesía universal.
Ediciones Atalanta publicó la Obra completa bilingüe de Arthur Rimbaud (2016), en castellano y francés, con edición y traducción a cargo de Mauro Armiño, con más de 1500 hojas donde se recogen los escasos poemas, sus diarios y cuadernos, las traducciones del latín que realizó y su gran producción epistolar. Decimos escasos poemas porque en su obra ya anunciaba que dejaría de escribir poco después de cumplir los veintiún años, como así hizo (después tuvo una vida aventurera curiosa), y, finalmente, acabó muriendo relativamente joven, con apenas treinta y siete años, por un tumor en la pierna y la posterior amputación de la extremidad, de la que ya no se recuperó. Autor precoz y lúcido, tiene la capacidad de inspirar a sus lectores: «Representa como nadie la esencia de lo moderno, de lo nuevo, de la rebeldía del porvenir, y que arroja al mundo, con inusitada ferocidad, una poesía que nunca perderá su juventud. Ese es su misterio», afirmaba el responsable de Atalanta, Jacobo Siruela, en una de las entrevistas promocionales ante la titánica publicación de la obra completa del poeta.
Su obra póstuma ha tenido una gran influencia en varias generaciones de artistas de todo tipo, especialmente en los poetas franceses coetáneos simbólicos en los que tanto Verlaine como Rimbaud fueron autores destacados. El simbolismo fue en sus comienzos una reacción literaria contra el naturalismo y el realismo, que exaltaban la realidad cotidiana, mientras que las nuevas corrientes enaltecían la espiritualidad, la imaginación y los sueños. Rimbaud tendría un influjo fundamental en el surrealismo, un movimiento cultural desarrollado en Europa tras la Primera Guerra Mundial, donde de nuevo se huía de la realidad fomentando lo irracional y lo onírico mediante la representación del pensamiento o del subconsciente, coincidiendo con la progresiva recuperación de la obra del poeta.
La obra Una temporada en el infierno (Une saison en enfer, 1873), de Rimbaud, la única que publicó en vida (aunque con una escasa difusión en ese momento, como se ha comentado), es una referencia ineludible para cualquier temario de literatura universal, como así constaba en el plan docente de la asignatura que impartía la profesora Adela Stan a los alumnos de décimo grado de diecisiete años (equivalente, quizás, a cuarto de secundaria o primero de bachiller) en el Colegiul Național Mihai Viteazul en Turda, Rumania, una pequeña ciudad de provincias, a unos cuatrocientos kilómetros de la capital, Bucarest. La profesora Stan llevaba veintitrés años impartiendo docencia en dicho instituto, con más de tres décadas de experiencia como profesora.
En 2017, en la clase del viernes, recomendó, como hacía desde hacía diez cursos, que quién quisiera podía ver durante el fin de semana la película Total Eclipse (1995), dirigida por Agnieszka Holland, que seguro les ayudaría a entender el ambiente bohemio y decadente en el que nacía la nueva ola de poesía moderna (una película, por cierto, que en España está calificada para mayores de dieciocho años). La propuesta era voluntaria (no habría preguntas en el examen o en pruebas evaluativas sobre la película), y el visionado sería en la casa de cada uno, en alguna plataforma audiovisual o en formato físico (o de alguna manera con la que los jóvenes pudieran tener acceso al largometraje). Solo que ese año, su recomendación no pasó desapercibida.
Un mes después, uno de los padres de un alumno, un influyente empresario con buenas relaciones con los políticos locales, denunció a la profesora por recomendar esa película, del todo inapropiada para su hijo. El comité disciplinario del instituto realizó una investigación sobre lo sucedido. El resultado: que la profesora se extralimitó en sus funciones al recomendar fuera de clase una obra que no estaba en el temario y que no era apropiada para esa edad. Tanto la dirección de la escuela como el ayuntamiento deciden sancionar a la profesora, sin atender a sus argumentos, a lo que ella decide denunciarlo a la prensa y su caso se convierte en un circo mediático.
La profesora alegó en su defensa que hacía diez años que recomendaba el visionado voluntario de la película para aquellos que quisieran profundizar en el tema, y nunca había habido ningún problema. La intención última era la de despertar el interés de los estudiantes de secundaria, que no son famosos precisamente por su entusiasmo por aprender, en palabras de la profesora, añadiendo un incentivo más allá del libro de texto, como también ocurría con otras películas recomendadas por la misma profesora, como, por ejemplo, Shakespeare enamorado (Shakespeare in Love, 1998), de la que nadie se quejó. Una película, por cierto, en la que también hay escenas subidas de tono, en realidad, como en otras obras del temario de literatura clásica, sean novelas o poesía. Recordemos que sus alumnos tenían diecisiete años.
Esa voluntad de motivar a los estudiantes o de capacitarlos para pensar por si mismos fue cortada de raíz, incluso cuando las autoridades les hicieron contestar un cuestionario sobre lo que pasaba en clase, en general y, en relación con la recomendación de la película, en particular, pero con el agravante de que tenían a sus padres sentados al lado leyendo la respuesta. El resultado final fue demoledor para la profesora: los estudiantes en contra, así como los padres, las autoridades, los compañeros docentes y hasta su familia y amistades, todo el mundo le dio la espalda, y decidió abandonar la profesión para siempre, amargada del control férreo a la que la querían someter. La locura era de tal magnitud que no atendían a sus explicaciones, hasta el punto de que el comité de investigación no solo no había visto la película ni la vieron después (no sabían en realidad de que estaban hablando), sino que llegaron a confundirla con la película Eclipse total (Full Eclipse, 1993), una película americana de ciencia ficción que trata de un escuadrón de policía que tiene la capacidad de convertirse en hombres lobo. Y no es broma. La mediocridad de los intolerantes en su máxima expresión (a los que la profesora les interpeló cómo eran ellos cuando eran estudiantes), y que tiene un punto de surrealista propia de los seguidores de Rimbaud, que sería divertido si no fuera por la gravedad de la acusación.
La decisión de abandonar la profesión de docente le ha traído otras alegrías, como el debate en la sociedad sobre la injusticia cometida sobre ella y la representación de su caso en diferentes adaptaciones y, recientemente, el estreno de una película inspirada en su historia: La profesora de literatura (Elfogy a levego, 2023), ópera prima de la directora rumana Katalin Moldovai, que firma el guion junto a Zita Palóczi. La película está rodada en húngaro y sucede en Hungría en la ficción, con todo lo que ello significa hoy en día, donde se estrenó a finales de 2023, después de un exitoso recorrido por diversos festivales donde recibió diversos galardones. En julio de 2024 ganó el Premio de la Crítica de la 14ª edición del Atlàntida Mallorca Film Fest, con un jurado conformado por Albert Galera, Aaron Cabañas y Belit Lago.
La profesora Adela Stan afirma de forma contundente que lo que le pasó a ella es mucha más grave que lo que aparece en la película, protagonizada por la actriz Ágnes Krasznahorkai, que interpreta a Ana Bauch (los cambios respecto a la historia real son importantes, al dramatizar el guion), que debe de pasar por todas esas instancias por la que pasó Stan, y que al espectador le parecerá un periplo terrible, difícil de imaginar todo lo que no vemos. La película muestra una atmósfera asfixiante, en consonancia con el título original de la película, Elfogy a levego, que se podría traducir como «me estoy quedando sin aire» (de hecho, el nombre internacional de la película es en inglés es Without Air, en consonancia con el simbolismo y con el nombre de la película que originó la crisis: Total Eclipse). «Tú enseña lo que está en el libro de texto y no te meterás en problemas», le recomienda una compañera del claustro. La película deja entrever también posibles presiones económicas al instituto, similares a las que ocurrieron en el caso real.
Si la queja del padre se fundamentaba en que los jóvenes «eran guiados hacia la homosexualidad», la intención de la directora de la película era utilizar unos colores pasteles que rememoran una época pasada, con unos edificios de una arquitectura sutil (de una época concreta de la Guerra Fría), que enfatizara la intención última de denuncia, que va más allá del tema homosexual, sino de la libertad de cátedra que debe tener el profesor en el aula, sin censuras provocadas por la incultura y el servilismo característico de aquella sociedad, ahora conservadora. Parece un chiste, pero el colmo de la película La profesora de literatura es que ahora podría ser una película recomendada para estudiantes de secundaria. En cualquier caso, parece que es una mala época para ser profesor en la Europa del Este. Y para ser estudiante, también. Y, quizás, no solo allí.