Hablar con Fátima García es como leer sus libros. Es clara y directa, tiene un lenguaje cercano y, como ella admite, a veces se mete en los charcos sin necesidad de que nadie la anime. Aunque se dice de ella que es psicóloga, no es el caso. Pero sí ha pasado mucho tiempo escribiendo y estudiando sobre estos temas, divulgando sobre investigación relacionada con la psicología y con la educación e intentando luchar contra mitos y fakes. Hablamos con ella de Psicomitos, cultura profesional y, como dice ella, “de tener un sano escepticismo” que nos ayude a desbrozar la información buena de la que no lo es.
¿Por qué escribir este libro?
El libro tiene una historia. Psicomitos se publica ahora con Shackleton pero, por primera vez, salió en la Biblioteca de Psicología de El País, coordinada por José Ramón Alonso. Él sabía que yo me dedicaba fundamentalmente a la educación informada por el mejor conocimiento científico disponible. Trabajo mucho en desmontar los mitos de la psicología aunque yo no soy psicóloga. Tampoco soy pedagoga sino licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación en la rama de educación especial.
El volumen se publicó y se compraba dentro de la colección, pero también se podía conseguir
en internet. Podías comprarlo directamente a la editorial y se agotó varias veces. Llegó un momento en el que la gente seguía preguntando por él y Shackleton se planteó cogerlo de la colección y publicarlo en librerías.
Lo escribí en plena pandemia, en el curso 2021, y no tenía el capítulo que tiene ahora sobre tecnología y pánico moral. Shackleton me preguntó si quieres revisar algo, y pensé que como mínimo hace falta un capítulo específico sobre tecnología. Hace dos años no estábamos en este tema tanto, aunque cualquier innovación ha tenido su pánico moral.
El libro se subtitula “Una crítica a la psicología no científica” y en el libro describes cómo la psicología a veces a tomado algunas decisiones, digamos, controvertidas, como el desarrollo de los test de inteligencia. ¿Cómo se puede dilucidar cuál es la psicología científica y cuál no?Parece difícil desbrozarlas.
Siempre ha sido complicado. Las redes sociales y el acceso masivo a medios de comunicación ha hecho que la desinformación corra más rápido. Aunque no es un fenómeno nuevo. Además, antes sólo tenía voz pública un grupo reducido de personas; eso no es bueno ni es malo. Entonces había que desbrozar información de pocos: algunos eran científicos y, otros, charlatanes.
Habría que decir que la psicología no científica no es psicología. Hay enfoques que no tienen ningún tipo de sustento en la investigación, ni pretenden. Es más, la investigación que hay es fundamentalmente sólida en contra. Se basan en lo que sabemos que se basa toda la pseudociencia: “A mí me funciona, a mi vecina Maricarmen le fue bien, lo recomienda un médico”. Eso no es ciencia
Para desbrozar esto puedes hacerte preguntas, ¿en qué se está fundamentando la persona que te está intentando vender algo? ¿En que a tu vecina MariCarmen le funciona? Esto tiene que ser una luz ámbar, ¿sabes? Un “cuidado”. Si la información se asienta en un estudio científico, aunque tú luego no vayas al paper a comprobarlo, pero está publicado en una revista revisada por pares; si es coherente con lo que sabemos en otros campos, o si no es algo tan rompedor… Solo con eso desbrozaríamos mucho.
No le puedes pedir a todos los profes, que sepan todo lo que se avanza en psicología o en ningún otro campo, a nivel científico
Al final es el sentido común. ¿Qué te están intentando vender? Aquello que decía Carl Sagan de las afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias. Si alguien te dice que el cáncer es porque un antepasado tuyo tuvo un problema mental o social que has heredado, suena raro. Demuéstramelo con una prueba extraordinaria.
No le puedes pedir a la población general, igual que no le puedes pedir a todos los profes, que sepan todo lo que se avanza en psicología o en ningún otro campo, a nivel científico. Pero sí le puedes pedir que tenga algún sano escepticismo. Cuando algo es demasiado bueno para ser verdad es que probablemente no es verdad.
Muchísimas de los psicomitos que abordo en el libro no es que anteayer se descubriera que eran falsos. Los test de inteligencia, por ejemplo, nacieron como psicología científica y luego su uso se estiró, se deformó, se pervirtió, si me permites la palabra, y hace ya muchos años que sabemos que ese uso de clasificar a las personas que tiene mucha gente en la cabeza, ese “tú tienes un 89 y el otro un 91, luego soy más listo”, no funciona así. Y sin embargo, seguimos encontrándonos estas cosas. Al final es un trabajo que tenemos que hacer juntos.
En el libro dices que se puede y se debe educar en el sentido crítico desde bien pequeños. ¿Se puede enseñar a las personas adultas también o hay una cierta ventana de oportunidad y si no la aprovechas quedas en manos de los sesgos?
En el libro, uno de los mitos que se desmonta es el de los periodos críticos. Todo se puede aprender en todo momento. En la edad adulta se puede aprender y puedes aprender a ejercitar un pensamiento crítico ordenado. Hablo de un pensamiento crítico ordenado, estructurado, sistemático, eso que de alguna manera vinculamos con el pensamiento científico, que es de lo que se trata al final.
Aquí suceden varias cosas. La primera es que uno tiene que saber que ese pensamiento crítico, ordenado o sistemático va a paliar tus sesgos, pero no los va a eliminar porque sesgos tenemos todos, forman parte de nuestro modo de pensar, son consustanciales a como piensa el ser humano, son inevitables. Decía Kahneman, a quien le dieron un Nobel por esto de los sesgos, que toda la vida la dedicó a aprender sobre ellos y creía que no había mejorado prácticamente nada en su pensamiento crítico. Cuando piensas rápido, un sesgo salta, y cuando piensas despacio porque te juegas mucho, salta otro sesgo diferente. Y lo único que funciona un poquito es, primero, ser consciente de que existen. Segundo, ser consciente de que no los vas a ver porque el primer sesgo es el del punto ciego: “Todos tienen sesgos menos yo”.
Los sesgos son consustanciales a como piensa el ser humano, son inevitables
Hay que enseñar a la gente a tener un procedimiento, a poner barreras ante tus sesgos, que van a saltar porque no puedes evitarlos y lo harán en todo su esplendor porque son tuyos, para que no tengan tanta fuerza. Es como poner un rompeolas. Y eso se puede enseñar.
Eso sí, es más fácil enseñar sobre un conocimiento que es imperfecto pero no erróneo. Cuando le tienes que enseñar a una persona que su idea está equivocada tienes que provocar una disonancia cognitiva, una crisis cognitiva, que decían Ausubel y Novak. Tienes que enfrentarle a una situación en la que su pensamiento concluya que su modo de abordar algo no es correcto. Se tiene que dar cuenta él solo; tú le tienes que llevar con preguntas y con reflexiones. Y entonces algo en su cerebro hace un cambio y se integra el conocimiento nuevo desechando el anterior. Esto da más trabajo.
Todos nos hemos dado algún batacazo y nos ha vuelto escépticos. La cuestión es hacerlo antes de darte un batacazo. Una persona que ha salido de una secta es dolorosamente consciente de lo que es el abuso psicológico, pero a lo mejor podemos enseñárselo antes de que entre en la secta.
Una vez que un conocimiento cala en una cultura profesional es muy difícil desmontar. Al final somos esclavos de nuestra cultura profesional
En algunas universidades temo que se sigue hablando de las inteligencias múltiples de Howard Gardner y me sorprende…
Bueno, lo de Howard Gardner tiene su historia, porque con una mano da y con la otra quita. No estoy segura de si sigue funcionando un instituto que se dedicaba a promocionar esto y que tenía él. El propio Gardner dice, efectivamente, que si les hubiera llamado habilidades, su teoría no habría tenido tanta repercusión. Lo de llamarlo inteligencias fue para ser provocador, una estrategia de marketing.
Una vez que un conocimiento cala en una cultura profesional es muy difícil desmontar por el “a mí me lo enseñaron”. También hay gente que se ha gastado mucho dinero en las inteligencias múltiples, para que luego le digan que no existen.
A las inteligencias múltiples les pasa lo mismo que a los estilos de aprendizaje, que es una idea muy atractiva, muy bonita y totalmente innecesaria, porque vale con decirle a los futuros maestros o a los futuros docentes de secundaria que al alumnado hay que atenderlo según sus características personales y sus necesidades. No hace falta inventarse nada, lo dice la Convención Internacional de los Derechos Humanos.
Pero es, en parte, una idea muy atractiva y muy difícil de dejar de lado y eso que uno sólo tiene que mirar cómo se describen las inteligencias múltiples. Si la inteligencia comunicativa y la matemática son cosas totalmente diferentes, ¿cuando tú explicas matemáticas no usas el lenguaje? Es como el mapa de los sabores de la lengua. Es falso y se sabe de toda la vida. Es tan falso que lo puede comprobar cualquiera: si tocas con la punta de la lengua tres sabores diferentes, notas tres sabores diferentes. Si fuera cierto, solo podrías reconocer uno. Y esto lo hemos hecho todos un millón de veces.
Faltan evidencias científicas a la hora de hablar de la educación
En los cursos hablo de mitos y de desmontarlos y de que no ocurre solo en psicología o educación. En todos sale esta pregunta: “¿Cómo es posible que algo tan obvio ahora que me lo enseñas los sigan enseñando en las facultades?”. Y los profesores siempre se sienten estafados, pero es lo mismo que pasa con el mapa de los sabores de la lengua, que está en todos los libros de primaria, en todos los de secundaria. Y es falso pero ¿por qué lo enseñas y examinas de ello? Eso es lo mismo que le pasa al profesor de la Facultad de Educación. “Esto está en el temario”, “venía de atrás”, “el profesor anterior ya lo enseñaba y yo lo enseño” y, aunque mi intuición y lo que leo por ahí lo contradiga palmariamente, lo enseño. Al final somos esclavos de nuestra cultura profesional.
¿Y cómo salimos de ese bucle?
Primero, con concienciación. Hay que ser consciente de que uno está metido en ese bucle. Es el primer paso para intentar romperlo, por lo menos, para poner en solfa cierto conocimiento. Y, segundo, empezar a cambiar nuestra cultura profesional como docentes. Voy a insistir mucho en esto. No es algo que afecte solo a la educación, le afecta a todos los campos del conocimiento. Pasa en la psicología, pasa en la medicina, en la educación, en la sociología, en historia. Muchísimos bulazos históricos se enseñan y se transmiten entre profesionales y se siguen enseñando en las facultades.
¿Y cómo cambiar esa cultura profesional?
¿Hay pruebas en contra de lo que veo? ¿contradice de modo palmario el resto del conocimiento científico que tenemos? Si contradice mi experiencia es un indicador, pero no es definitorio, porque la experiencia está mediada: uno ve lo que quiere ver, lo que puede ver o lo que conoce. Ves aquello que sabes, si no lo sabes no lo ves, porque no estás entrenado para verlo.
El debate filosófico sobre qué educación queremos, para qué educamos y hacia dónde vamos en educación no es un debate que se responda desde la ciencia
Si tú me demuestras que tienes formación y una manera de proceder conforme a los principios científicos y lo verifico con ellos, me puedo fiar. Una no tiene que tener criterio para todo, lo que necesita es una buena agenda o un buen grupo de personas referentes que haya hecho por ti el trabajo de verificar. Eso es cambiar nuestra cultura profesional. Eso es que no nos juntemos cuatro o cinco a decidir qué es lo que nos parece. Esto a mí no me gusta. “¿Alguien ha leído algo?”, pregunto en esas reuniones. Si no, es cuñadismo ilustrado, es tener una opinión. Yo tengo una opinión de todo también, pero no vamos a tomar decisiones educativas o sanitarias con la opinión.
Cuando empecemos a hacer esto, poquito a poco, y ya lo estamos empezando a hacer, no va a eliminar la pseudociencia, pero la va a reducir mucho. Está claro que no desaparecerá.
El profesorado, ni siquiera en la universidad, tiene que saber de todo. Quienes redactan las leyes de educación tampoco. En el libro explicas el nacimiento de los tests de inteligencia, del momento en el que la política quiere ir de la mano de la evidencia y, por lo que se ve, a veces también es peligroso.
Es que hay preguntas para las que la ciencia no tiene respuesta y esto es una cosa que tenemos que asumir. La palabra evidencia en castellano no tiene el mismo significado que en inglés, y la evidencia dista de ser evidente. Hay cuestiones que no son para preguntarle a la ciencia, son cuestiones ideológicas y no de evidencia. Y el problema está en el momento en el que tú le haces a la ciencia una pregunta que no es científica.
Cuando empieza el movimiento eugenésico, que trajo, y no se nos puede olvidar, algunas cosas buenas como los movimientos de higiene escolar, por ejemplo. Pero si tienes una perspectiva radical y lo que quieres es mejorar la raza humana a toda costa y le preguntas a la ciencia cómo hacerlo, esta te va a dar una respuesta que puede que no te guste a ti, en el siglo XXI. A sus seguidores entonces les encantó, les pareció perfecto. ¿Por qué? Porque tú le estás preguntando a la ciencia cómo optimizar algo que moralmente no es aceptable hoy en día. Las preguntas que tienen un componente ético y moral no se las puedes hacer a la ciencia. De hecho, la ciencia tiene que preguntar a la moral y a la ética antes de hacer según qué cosas y de ahí la existencia de los comités de ética. Tenemos que asumir que el debate filosófico sobre qué educación queremos, para qué educamos y hacia dónde vamos en educación no es un debate que se responda desde la ciencia. Se responde desde otros campos, desde la sociología, la antropología, la filosofía, en sus diferentes ramas, desde la política incluso. Y una vez que has tomado una decisión que es adecuada, justa, equitativa, coherente, socialmente deseable, entonces pregúntale a la ciencia “esto ¿cómo lo consigo?”, y la ciencia te podrá decir cosas. Muchas veces claro culpamos a la ciencia. Mira tú, Hiroshima y Nagasaki. Si tú has decidido que vas a crear una bomba atómica y le preguntas a la física nuclear cómo se hace, pues te va a dar una receta efectiva, rápida y como bien hemos visto, expeditiva. Pero la pregunta está mal hecha.
Volviendo a mitos educativos, quería preguntarte por la programación neurolingüística (PNL).
Creo que tuvo mucho más predicamento del que tiene. Ahora tiene bastante relevancia en el ámbito del coaching, de recursos humanos y del crecimiento personal. Pero me escama que un trasunto de programación neurolingüística esté calando en los centros educativos.
Es importante controlar el diálogo interior: si te estás diciendo todo el día que qué desastre, pues al final, es una profecía autocumplida. Hay que relativizar el diálogo interior, pero no revictimizar a la persona que está mal por no decirse lo que tiene que decirse para quererse mucho. Esto, desde ciertos enfoques de bienestar emocional malentendido puede tener un sustrato en las ideas de la programación neurolingüística.
En el fondo lo que está detrás es esa idea de que tienes que reprogramar el cerebro a base de cosas bonitas para estar bien. Para mí es una forma muy perversa de revictimizar a la gente, se la culpabiliza por estar mal.
La PNL parte de la base de los tres estilos básicos de aprendizaje del modelo VAK, visual, auditivo y kinestético y este tiene mucha evidencia directamente en contra. De hecho, se le ha bautizado como el mayor mito de la psicología. A veces esto pasa, una idea que no es científica sigue la curva habitual de la moda educativa o de la psicológica: primero el escepticismo, luego la emoción, después la moda y, finalmente, empieza a caer progresivamente mientras sube otra cosa. Así vamos, de moda en moda. Esto es como las hombreras de los 80, o el pantalón de tiro bajo. Muchas ideas vuelven después de disfrazarse de novedad.
Con el tema del bienestar emocional, ¿qué nos pasa como? ¿ha sido cosa de la pandemia?
No sé muy bien qué nos pasa para que necesitemos decirnos cosas bonitas todo el rato y que alguien nos haga algún coach. No tengo una respuesta clara, pero de alguna manera tenemos un nivel de expectativas elevado respecto de qué es el bienestar emocional. Esto no es algo nuevo. En los años 50 o 60 no eras nadie si no ibas a psicoanálisis, para toda la vida. No nos flagelemos. Que el ser humano ha buscado sentirse bien y reconfortarse es consustancial a la especie. Que esto llegue a las escuelas creo que era inevitable. De hecho ya llegó. y vamos a tener que convivir con esto durante mucho tiempo, lo tengo claro.
Si me preguntas mi opinión, pero es una opinión, de esto sí que no he leído nada y lo pongo por delante, puede tener mucho que ver la concepción de la infancia que hay ahora frente a la de hace 30, 40, 50 años. En este país hace 60 años los niños trabajaban. Pegarle a los niños en las escuelas dejó de ser legal en 1985 con la LODE. Eso fue anteayer.
La concepción de lo que es la infancia y de cómo tiene que estar ha cambiado mucho. Creo que todos recordamos que antes salías de casa y, hombre, mientras volvieras a cenar… “Ya volverá por la noche y, si no, ya me preocuparé”, decían tus padres. ¿Te imaginas a un padre haciendo eso ahora? Se le denuncia. Te lo dice una persona que se crió en Vilagarcía de Arousa en los 80. Mi infancia fue la que todo el mundo ha visto en Fariña, y mi familia no era ni mejor ni peor que la del resto y todos jugábamos en la calle. En donde, por cierto, había un montón de heroinómanos, supongo que en otras ciudades sería igual. Ahora no te planteas algo así, no se concibe socialmente. Y no es que esté añorando los 80, estoy diciendo lo que se pensaba entonces y lo que se piensa ahora.
La educación no es una evolución hacia la perfección a lo largo de su historia; la educación da la mejor respuesta posible al entorno social que tiene
¿Hemos ido a mejor, hemos ido a peor?
Hemos ido, hasta ahí puedo leer. La respuesta que había en aquel momento probablemente era la
socialmente lógica teniendo en cuenta de dónde veníamos y cuál era el contexto. Ten en cuenta que los niños jugaban solos en la calle, iban solos al cole y, a lo mejor, en un lugar peligroso. Pero lo que había antes que eso era mucho peor. No es que nuestros padres fueron unos bárbaros, estaban muy preocupados por nosotros. En España hacía 10 o 12 años que se había instaurado la escolaridad obligatoria hasta los 14 años pasando de una situación en la que los niños trabajaban en cuanto podía. ¿Hemos ido a mejor? Bueno, hemos ido con los tiempos.
En La educación es otra historia justamente dedico un capítulo a eso. La educación no es una evolución hacia la perfección a lo largo de su historia; la educación da la mejor respuesta posible al entorno social que tiene porque es parte de la sociedad. Y siempre va un pasito por detrás. En cuanto ve las necesidades intenta planificar cómo atajarlas, y ten en cuenta que las medidas educativas se ven a diez años y, entonces, el país puede haber cambiado mucho.
Escuchándote pensaba en el pánico moral con las pantallas y lo que hemos vivido con familias muy preocupadas tras la pandemia con lo que pasaba con las pantallas. ¿Crees que este pánico es más reactivo ahora o simplemente tenía que llegarnos en algún momento?
No tengo ningún dato que sustente que tenga que ver con lo que hemos vivido en los últimos años y pánicos así los hemos vivido con otras muchas tecnologías. Algunas de ellas nos resultan de hecho absurdas. Imagínate los movimientos que intentaron prohibir, por ejemplo, los buscas en los centros educativos. Hay todo un archivo de la BBC de psicólogos diciendo cómo los buscas están destruyendo a la juventud. Y quien dice eso dice los pokémon, los comics, los peluches, la radio o el jazz. Tengo un artículo genial sobre si la radio está causando estragos en la adolescencia y sobre la adicción a las radionovelas.
Cuando doy cursos, una de las cosas que hago es coger textos históricos, quitarles cualquier marca lingüística y entonces les pido a los asistentes que me digan de qué año son. A la cuarta vez que hago eso ya se mosquean. Los argumentos son los mismos. Es cierto que ahora estamos, yo creo, tocando techo con el tema por la dimensión de penetración y de alcance de, por ejemplo, los teléfonos móviles o de las redes sociales. Puedo entender que haya muchas familias muy preocupadas aunque tengo mis serias dudas de que prohibir los móviles sea una respuesta adecuada porque cero ítems a lo largo de la historia de la humanidad han reducido su peligrosidad por ser prohibidos sin más. Tienes que enseñarles a utilizar la tecnología; la competencia digital está ahí.
Tengo mis dudas de que prohibir los móviles sea una respuesta adecuada porque cero ítems a lo largo de la historia han reducido su peligrosidad por ser prohibidos
La situación es entendible y está espoleada porque antes salían dos expertos en la tele, pero ahora tenemos 250.000 en Twitter. Todo se magnifica. Ahora bien, en tiempos de pandemia, con los adolescentes confinados, si no llegan a tener móvil y conexión con sus compañeros, igual hubiéramos tenido bastantes problemas más serios de los que hemos tenido.
Todo está un poco a flor de piel. Cuanto más nos enfocamos en el debate, se parece más a una bola de nieve que va creciendo. ¿Que se acabará? Seguro. ¿Con qué? Pues con otro pánico. Vendrá otra cosa que nos asustará. De hecho, ya lo estamos viendo. Mucha de la gente que levantaba la voz contra los móviles, está pontificando contra la inteligencia artificial.
Hace algunos años se hablaba de las dificultades que iban a plantear los teclados en la psicomotricidad fina de las criaturas, de las niñas y los niños, que era necesario escribir a mano. Recuerdo que Francia retomó los dictados, en parte por esto. Supongo que forma parte del pánico moral a la tecnología…
Y de romper con la tradición y tiene mucho que ver con fake news, con desinformación. Todo este boom de escribir a mano surge alrededor de 2017 o 2016, cuando salta una noticia sobre que Finlandia iba a terminar con la escritura a mano para hacerla totalmente digital. Esta noticia corre como la pólvora por Europa, se genera, pues, una ola de enfado tremebundo y un montón de expertos salen a la palestra hablando de las bondades de escribir a mano a la hora de adquirir la lectoescritura, por supuesto, sin una sola referencia a lo que dice la evidencia científica. Lo que dice la evidencia en este sentido es que, para la adquisición de esta habilidad, es mejor hacerlo a mano, pero que, una vez automatizada no tiene un mayor impacto.
Es normal que los niños aprendan a teclear porque es importante. En pleno siglo XXI, ¿por qué los niños salen de un centro educativo sin saber escribir en un teclado? Cuando la ventaja competitiva de saber hacerlo es obvia. Simplemente por tradición educativa. En nuestra generación la mecanografía era una típica actividad extrascolar. Pero como en la cultura escolar no está, nadie se ha planteado si es un conocimiento necesario en pleno siglo XXI. Este debate no ha tenido lugar y entonces cuando salta esta noticia aparece este debate.
De todas las cosas que enseñamos en el colegio ¿no hay nada que puedas comprimir un poco para que todas las personas aprendan, no te digo a tener 450 pulsaciones por minuto, te hablo de un mínimo conocimiento del teclado QWERTY?
Pero es que la noticia estaba mal traducida del finlandés. Finlandia conservaba muchísima tradición de la escritura ligada, y lo que dijeron fue: “En vez de emperrarnos en que los niños hagan una letra ligada, que luego ningún adulto jamás usará, pues cuando el niño ya sepa leer y escribir con competencia, en vez de emplear horas en que la letra sea bonita, las vamos a emplear en darle nociones de escritura en un teclado. Y que aprendan a poner los dedos”. Parece que nadie se puede oponer a semejante cosa. Pues esa era la noticia. La lucha contra contra todo lo moderno tiene mucho de desinformación.
Lo natural en el ser humano es ser multilingüe, lo raro son las comunidades totalmente monolingües. Estamos preparados para aprender diferentes idiomas
Se me quedan fuera cuestiones como las ventanas de aprendizaje de la lectoescritura, por ejemplo.
Desde Mesopotamia, los niños aprenden a leer y escribir entre los 5, 6, 7, 8 años. Dependiendo un poco del alfabeto que tengas que enseñar, pues requerirá más o menos madurez. En un país con un alfabeto muy complicado, los niños empezaban leyendo y luego pasan a escribir. En algunas escuelas españolas en el XIX se enseñaba a leer pero no escribir. Durante mucho tiempo de nuestra historia la escritura es una habilidad separada de la lectura.
Pero siempre se hace en torno a los 5, 6, 7, 8 años, en función de la madurez. Esto de empeñarnos en que aprendan antes, solo significa antes. Y a veces es peor. Existen muchos estudios que dicen que si fuerzas demasiado y no están preparados, aprenden, pero a costa de la competencia.
En una escolaridad que, al final, es una formación a lo largo de toda la vida, un año más un año menos realmente, como humanidad, no afecta. Es verdad que el sistema educativo tiene que organizar esto de alguna manera, pero como humanidad no afecta.
¿Y sobre el aprendizaje de idiomas en infantil?
No hay nada que lo impida. Esto es lo típico de: “No, que no aprenda un idioma porque si no se confunde”. Toda la investigación que tenemos dice que no, que se puede perfectamente aprender. De hecho, lo natural en el ser humano es ser multilingüe, lo raro son las comunidades totalmente monolingües. Estamos preparados para aprender diferentes idiomas y para asimilar sus particularidades fonéticas. En realidad, los niños experimentan con muchos fonemas que luego pierden. Adelante, háblale más de un idioma.
Esto no quiere decir que a los niños haya que enseñarles inglés en educación infantil porque si no en primaria ya no van a aprender idiomas. De hecho, se puede perfectamente aprender un idioma de adulto, y lo hablará perfectamente. ¿Qué es lo que nos dice la investigación? Probablemente lo que ocurra es que, cuanto mayor seas, más difícil es que pierdas todo rastro de acento, pero no de capacidad comunicativa.
Pero todos los mitos tienen una base de verdad. Hay una base de verdad en que aprendiendo de pequeñito vas a tener menos acento y, en algunos idiomas, te va a facilitar la adquisición. ¿Eso quiere decir que hay que darle inglés a los niños desde los tres años y meterlos en el bilingüismo total porque si no pierden la oportunidad? No.
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uy me quedé pensando sobre las inteligencias múltiples