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En 2018, el Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos intentó poner en marcha un proyecto para la universalización del 0-3. Para ello, tenía previsto un importante incremento de la inversión para la creación de plazas públicas. La imposibilidad de conseguir unos PGE para 2019 dejaron el plan congelado.
La llegada, poco más de un año después, de la pandemia, supuso una importante disminución de la escolarización en el primer ciclo de educación infantil en todo el país. Un bache que sufrió la red pública y también la privada.
Pero después de aquello, las cosas han cambiado. Dos factores están interfiriendo. Por un lado, el descenso de la natalidad está más que avanzado en el primer ciclo de la educación infantil. Aunque esto no ha cambiado el hecho de que cada vez hay más niñas y niños escolarizados en este ciclo, sí ha supuesto que el total de este colectivo suponga un porcentaje mayor que hace unos pocos años. Cuanto más cae el total de niñas y niños de 0 a 3 años, más aumenta el porcentaje de quienes están en las aulas. Están ya en la mitad.
A esto se suma el crecimiento de las unidades de primer ciclo que se han ido creando a lo largo, sobre todo, de los últimos años. La diferencia de unidades entre las públicas y las privadas se ha multiplicado por tres. En 2013-14 había 900 unidades públicas más; una década después, 3.119.
El gráfico muestra claramente el impacto del confinamiento y la pandemia en la escolarización en 2021 -se perdieron 3.000 unidades-, así como el incremento de la financiación para la creación de plazas públicas que se aprobó en 2021 procedentes de Plan de Acción Estatal para la Implementación de la Garantía Infantil Europea. Ya en el curso 2019-20 ya se habían comenzado a separar las líneas, que pasaron de 1.400 a favor de la pública, a las 3.119 de 2023-24.
Eso sí, a pesar de la potente inversión, el plan preveía en 2021 el incremento de 65.000 las plazas públicas de 0-3 años. El objetivo se quedó por debajo de lo provisto.
Cantidad no es calidad
Para Alicia Alonso, maestra de infantil jubilada y formadora de formadoras, así como para Alicia Halperín, participante en la Plataforma para la Defensa del 0-6 en Madrid, la cantidad de plazas ni es sinónimo de la calidad.
Elementos como la estabilidad de las plantillas, el descenso de las ratios, las mejoras de las infraestructuras que se utilizan para la escolarización o la mejora de la participación de las familias necesitan de una mayor apuesta.
“Sin calidad, todas las ventajas que se atribuyen a la educación infantil desaparecen”, afirma Halperín. Aunque la escolarización temprana puede aportar grandes beneficios cognitivos, sociales y emocionales, estos solo se materializan si las condiciones son óptimas. De lo contrario, advierte Alonso, “podría incluso ser perjudicial” para los niños.
Por ejemplo, las ratios. Las recomendaciones de la Red de Atención a la Infancia de la Comisión Europea establecen que en la educación infantil se requiere una persona especialista por cada 4 bebés de 0 a 12 meses; 1 por cada 6 niños de 12 a 24 meses; uno por cada 8 niños de 2 a 3 años; y 15 niños de 3, 4 años y 5 años.
Aunque cada comunidad autónoma es diferente, “en Madrid, tenemos una persona por cada ocho bebés”, denuncia Halperín. Alicia Alonso, por su parte, recuerda que la mayoría de los territorios admiten 8 bebes de menos de un año por adulto; entre 12 y 14 criaturas de entre 1 y 2 años por adulto o entre 16 y 20 para las que están entre los 2 y los 3 años. Para el segundo ciclo lo normal es que estén en los 20 niños.
Ambas expertas se lamentan de que la Lomloe no se esté cumpliendo al 100 % y que el Real Decreto de requisitos mínimos que debería regular todas las circunstancias que concurren en las escuelas infantiles y en relación a la etapa 0-6, en albos ciclos, no se haya aprobado.
Una situación, recuerdan, que alienta que cada comunidad autónoma desarrolle esta etapa y sus dos ciclos como mejore le parezca. Desde integrarlos en colegios de primaria sin atender a las características de niñas y niños a permitiendo ratios diversas.
Relaciones y vínculos estables
Ambas maestras señalan la importancia para niñas y niños de estas edades de tener vínculos y relaciones seguras. No solo con sus familias, que también, sino con la comunidad de su centro. Aquí, diferentes factores dificultan las cosas.
Por una parte, recuerda Halperín que en la primera etapa las docentes son técnicas superiores de Educación Infantil, lo que supone que “cobran el salario mínimo y no participan en el claustro de profesores, lo que genera una gran desigualdad dentro del sistema educativo”.
Estas condiciones de trabajo hacen que la inestabilidad del personal sea bastante habitual y esto “impacta directamente en la calidad educativa. Sin vínculos estables, no hay confianza ni continuidad”, comenta Alonso.
En este sentido, ambas aseguran que, además, hay que tener en cuenta que en la educación infantil los tiempos no curriculares son igual de educativos. El tiempo de la comida, del recreo o del cambio de pañales. Alonso recuerda que es importante que niñas y niños se sientan seguros y, para ello, es importante que las personas con las que tratan sean las mismas.
Finalmente, desde las políticas educativas no se puede todo. Otras, como las sanitarias, las sociales e incluso las laborales son clave para que la ecuación funcione. Tanto Halperín como Alonso explican que la educación es un derecho de las criaturas que no debería verse influido por la conciliación laboral, al menos, no basarse esta en una mayor permanencia de las criaturas en las escuelas, sino de las familias en casa.