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La Asociación Sociológica Internacional (ISA, acrónimo en inglés de International Sociological Association) es una organización sin ánimo de lucro dedicada a fines científicos en el campo de la sociología y las ciencias sociales. Fue fundada en 1949 con el auspicio de la UNESCO, con el loable propósito de representar a los sociólogos, independientemente de su escuela de pensamiento, enfoque científico u opinión ideológica, con el objetivo de avanzar en el conocimiento sociológico en todo el mundo. En el XIV Congreso Mundial de Sociología, organizado por la ISA y celebrado en Montreal (Canadá) en 1998, se publicó el resultado de una encuesta realizada un año antes a todos sus miembros para identificar los diez libros más influyentes para los sociólogos en el siglo XX. Contestaron 455 de 2.785 miembros en aquel momento (hoy en día, el número supera los 6.000), poco más del 16% del total participaron en la encuesta.
En concreto, en la encuesta se pedía a cada miembro que indicara una lista de los cinco libros más influyentes sin un orden predeterminado, de tal manera que la suma de todas las respuestas fuera el resultado del ranking final. Evidentemente, el primer libro destacado de la lista fue la recopilación póstuma Economía y sociedad (Wirtschaft und Gesellschaft, 1921), de Max Weber (1864-1920), autor que también ocupaba la cuarta posición de la lista con su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo (Die protestantische Ethik und der Geist des Kapitalismus, 1905). En la sexta posición destacaba un singular ensayo, el del sociólogo francés Pierre Bourdieu (1930-2002): La distinción. Criterio y bases sociales del gusto (La distinction. Critique sociale du jugement, 1979).
En La distinción, Bourdieu publica los resultados de una investigación realizada sobre un concepto que, a priori, parece muy poco sociológico: el de las diferencias de gusto entre las personas. En la cultura popular existen expresiones hechas que hacen referencia al hecho de que cada persona puede tener una preferencia por algo totalmente respetable, y que se manifiesta en frases como «para gustos, los colores» en castellano, o «de gustos ningú n’ha escrit» en catalán, o «there is no accounting for tastes» en inglés, que quizás provengan todas ellas de la expresión latina «de gustibus non est disputandum», que se podría traducir como «en cuestiones de gusto, no puede haber disputa». Por cierto, esa expresión latina se recoge por primera vez en un texto legal de 1628. Bourdieu demostró que las preferencias no dependen solamente de cada individuo, existen otros condicionantes que intervienen en el gusto de las personas.
El libro de La Distinción está compuesto por tres grandes partes y una conclusión, a las que se añaden unos anexos metodológicos. La primera parte explica como realiza un análisis detallado de los datos recogidos en diferentes encuestas realizadas a la población francesa durante la década de los sesenta y los setenta sobre los hábitos de consumo cultural. El resultado del estudio confirma una estrecha relación existente entre las prácticas culturales que las distintas categorías ocupacionales realizan y su capital escolar, en primera instancia, y su origen social, en segunda instancia; también destaca la importancia del origen social en la explicación de las prácticas culturales cuando el capital escolar es equivalente, a medida que el análisis pasa de la pintura y la música a los muebles y los alimentos, por ejemplo. En esta primera parte define el concepto de hábitus, que hace referencia al hecho de que personas de un entorno social homogéneo tienden a compartir estilos de vida parecidos, pues sus recursos, estrategias y formas de evaluar el mundo son parecidas.
La segunda parte del ensayo lo dedica a describir las relaciones entre las diferentes clases sociales, identificación de los hábitus y tomas de posesión de este, todo ello referido a la sociedad francesa del momento. En esa clasificación, es importante las diferencias reconocidas entre consumos distinguidos, consumos vulgares y consumos pretenciosos, así como las distinciones entre gustos de libertad y gustos de necesidad. Algunos de los diagnósticos eran demoledores y reconocibles cincuenta años después en nuestra propia sociedad: «una expansión educativa e inflación de títulos académicos, como producto de la presión que ejercían fracciones de clase interesadas en acumular capital cultural; credenciales que una vez obtenidas en masa se devaluaban rápidamente en el mercado laboral, dejando de nuevo desprotegidas aquellas fracciones con menor capacidad de defenderse dada su escasez de capital social, normalmente asociado con el origen de clase; redefinición, entonces, de antiguos oficios y aparición de nuevas profesiones centradas en las relaciones públicas y la promoción de nuevos estilos de vida, para que los desplazados pudieran sacar partido del capital cultural adquirido fuera de la escuela».
La tercera parte muestra detalladamente los distintos estilos de vida y los reproduce analizando diversos parámetros, como la decoración de la vivienda, la comida, las diversiones, el vestido o la música, exponiendo las características asociadas al sentido de la distinción (en las clases dominantes), de la buena voluntad cultural (en las clases medias) y a la elección de lo necesario (en las clases populares). Bourdieu demuestra que, aunque crezcan las clases medias y la generalización del consumo, las diferencias de clase se mantienen, se reproducen e, inclusive, se acentúan, algo que es contrario a la opinión generalizada que aboga a que el crecimiento de las clases medias produce una cultura de masas homogénea en las principales sociedades del capitalismo moderno.
En febrero de 2025, la editorial Garbuix Books ha publicado la novela gráfica La Distinción (La distinction, 2023), con guion y dibujo de Tiphaine Rivière, con traducción al castellano de Marta Armengol. La autora francesa reinterpreta libremente el legado de Bourdieu, empleando el potencial pedagógico del lenguaje del cómic para explicar de forma didáctica las conclusiones del clásico ensayo, actualizándolas a la sociedad actual, y empleando una terminología accesible para los lectores, especialmente para los jóvenes que puedan rechazar la densa lectura del libro original en que se basa. De ahí la elección del argumento y los protagonistas de la historia. La novela gráfica comienza con el primer día de clase de un profesor sustituto de sociales, en concreto, de la materia de Cultura y estilos de vida, a estudiantes de último curso de un instituto parisino.
Más tarde, descubriremos que el profesor es en realidad un «tránsfuga de clase», puesto que su padre es agricultor y aspiraba a que su hijo le ayudara en el campo y heredase el negocio familiar, algo que ya se ha hecho a la idea de que no va ocurrir. Su compañero de piso pertenece a la clase alta, por lo que podrá recopilar datos fundamentales en su estrategia de poder mostrar a sus estudiantes ejemplos de diferencias en los gustos asociados a las clases sociales y no, precisamente, al dinero que tengas, que es la primera respuesta que le dan nada más empezar la clase. Los estudiantes tendrán un comportamiento que es el sueño de todo profesor hoy en día: seguirán las indicaciones del profesor para analizar fuera de clase sus gustos personales y los de su familia, intentarán reflexionar sobre lo que opinan y las diferencias entre los gustos expuestos y comentarios del profesor, e, incluso, una de las alumnas decidirá leerse en su hogar el libro original de Pierre Bourdieu, lo que asombrará a ella y al lector de la novela gráfica, especialmente cuando contemplemos que el comportamiento de sus padres está literalmente explicado en el libro. Los jóvenes adolescentes reaccionarán de forma airada al identificar el comportamiento propio y de sus familiares a través de las pautas explicadas por el profesor. El lector de la novela gráfica puede que viva también emociones similares si se identifica en alguno de los comportamientos mostrados.
La autora escoge el recurso de una clase de instituto y un profesor que va explicando a lo largo de las diferentes sesiones las conclusiones de Bourdieu. Esta elección es fundamental para realizar un caleidoscopio de la sociedad a través de los compañeros del aula que, aparentemente, dejan de ser iguales cuando cada uno de ellos llega a su hogar respectivo. Especialmente chocante es la viñeta en que uno de los alumnos descubre que la madre de su amigo está limpiando la vivienda de otra amiga de la clase. El profesor lee a sus estudiantes varias entrevistas a personas que se podrían asociar a diferentes estratos sociales, y a partir de sus respuestas los alumnos interpretan las hipótesis planteadas en clase, que emulan las conclusiones del libro de Bourdieu.
«Los humanos somos complejos y no se nos puede encasillar en una sola categoría, pero las teorías sociológicas se basan en estudios estadísticos: si el 80% de una categoría de gente se comporta de la misma manera, tiene sentido preguntarse por qué», afirma el profesor en una de las viñetas, mientras les indica cual es el ejercicio que desarrollar: «Lo que demuestra Bourdieu es que lo que nos gusta y lo que no nos sitúa socialmente. Os propongo que intentéis entender vuestros determinismos sociales y cómo condicionan vuestras vidas». Los estudiantes descubrirán asombrados que la opinión de que el golf o la ópera simplemente no les gusta y es algo que no tiene nada que ver con el hecho de que sea caro, en realidad está relacionado con el concepto que Bourdieu denomina como «el gusto de la necesidad» en las clases populares, para explicar por qué no nos gusta lo que no podemos obtener: «Unos gustos libres implican distanciarse de la necesidad. Un gusto marcado por la necesidad es lo contrario, el resultado de interiorizar una serie de límites. Los gustos del proletariado se forman a través del aprecio a las cosas a los que están condenados, las que entran dentro de sus posibilidades… cantidad por encima de calidad, cosas útiles, prácticas, fáciles de limpiar y resistentes. Bourdieu escribe que la idea misma del gusto es típicamente burguesa, puesto que presupone una libertad absoluta de elección absoluta». Curiosamente, con esta afirmación, parecería que la lectura de cómics pudiera resultar clasista, aunque, en ese caso, no existirían estrategias de conservación ni de limitación para entrar. Aprovéchenlo.
