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En el artículo anterior hablaba de la exposición de personas vulnerables en redes sociales mediante vídeos o fotografías. Y en otros medios también había hablado ya de esa exposición directa, bien por parte de los centros educativos o de las familias. Sin embargo, hay un punto sobre el que no había reflexionado y creo que es necesario hacerlo.
La madre en el parque
Hace unos días, se viralizaba en redes un vídeo en el que se veía a una madre, en Reino Unido, riñendo a su hijo por portarse mal con otro en un área recreativa (no podemos saber exactamente qué había hecho el niño, no queda claro si se trató de una agresión de índole física o verbal). En concreto, se veía a la madre gritando a su hijo porque, según repite esta en varias ocasiones, el otro niño “tenía autismo severo”, añadiendo que “ella no había criado a su hijo para ser un acosador”.
Todo esto sucedía delante de otros peques y de otras familias. Podríamos entender que también delante de algún familiar, cuidador o cuidadora del niño autista. En todo caso, solo se le enfocaba a ella, aunque aparecían figuras de fondo.
Las redes nos ofrecen diferentes puntos de vista
Compartí el vídeo en mi perfil de Twitter (siempre Twitter), preguntando por la opinión del resto de compañeros y compañeras, ya que yo no lo tenía suficientemente claro. Se habló de que la reprimenda podía estar bien, pero no las formas, y de que eso debería hacerse en privado. Se señaló el uso de un lenguaje verbal bastante agresivo, que incluso podría ser un modelo que el niño estuviese reproduciendo. Desde una perspectiva neurodivergente, se destacó un cierto capacitismo por el hecho de repetir y decir en alto lo del autismo severo. Varias personas subrayaron que estaba teniendo lugar una exposición mediática. En ese mismo sentido, estuvimos debatiendo sobre quién podría estar grabando, que resultaba extraño, y de si la mujer era consciente de ello, en caso de que no fuese preparado.
Esto es lo bueno de las redes. Aparecen muchas opiniones que hacen reflexionar y ver otros puntos de vista que yo no habría pensando por mi misma. Os invito a pasaros y echar un ojo a los comentarios.
Por un lado, se pone el foco en la mujer, gritando, enfadada, con una actitud un tanto agresiva.
Por otro lado, tenemos el contenido de lo que grita, repitiendo en varias ocasiones, en voz alta, que el otro niño tiene autismo severo (empleando sus propias palabras).
En tercer lugar, está la grabación. Hoy en día ya no sabes qué está preparado y qué no. ¿Sería este un vídeo preparado? ¿ella es consciente de que se está grabando o está concentrada en su hijo y no se da cuenta o le da igual? ¿podría ser un vídeo completamente falso?
La exposición indirecta
En este caso no se está exponiendo al menor de manera directa. No sale en pantalla. No se le ve. En artículos anteriores, me centré mucho en los peligros de difundir imágenes y vídeos, sobre todo pensando en lo que se hace con ellos y en la finalidad con la que se utilizan.
Pero, si el vídeo del que estamos hablando es real, ¿cómo se sentirá ese menor? ¿cuál será la reacción de sus iguales? ¿se podrán meter con él por la actitud de su madre? Su entorno cercano lo reconocería, al igual que, probablemente, también sabrían a qué niño autista se estaban refiriendo. ¿Qué pasa con el peque autista y con su familia? ¿Se trata de una exposición indirecta de los menores implicados?
Y continuando en la misma línea, ¿y si la madre no era consciente de que la estaban grabando? ¿tiene derecho otra persona a subirlo a redes sociales? ¿qué implicaciones podría tener para esa mujer ser expuesta así? ¿se puede grabar a cualquiera por la calle y subirlo a redes?
No todo vale por un like
En muchas ocasiones, no se ponen fotos o imágenes de menores, pero se dan muchos datos de ellos. Voy a poner un ejemplo: si yo como docente tengo un estudiante al que le estoy dirigiendo un trabajo fin de máster, y pongo algo en redes como “el alumnado cada vez viene peor preparado, menudos trabajos fin de máster” o algo similar, se trata de un comentario general, sí, pero si ese estudiante me sigue en redes sociales podría darse por aludido y sentirse mal.
A otro contenedor, como se suele decir en redes, van aquellos que comparten exámenes para burlarse o hacen listas clasificando a su alumnado, incluso dando sus nombres. Creo que este ya es otro tema que no hace falta ni comentar. ¿Cómo se permite? No lo sé, sinceramente, pero ahí están, viralizándose. Ya lo sabes, no des like, no compartas, no comentes y, en caso de que lo veas adecuado, denuncia, tanto dentro como fuera de redes.
Y ojo con las voces, estas deben ser igualmente protegidas. Hace poco vi en redes el vídeo de un profesor en el que hablaba a través de su pantalla con un alumno. No se veía al menor, pero se le escuchaba y por la voz se podía saber que era un niño. La verdad es que era muy gracioso lo que comentaba. Pero no sé, no creo que debiera subirse a las redes. Ni en ese formato de vídeo, obviamente, por la voz del niño y el derecho a su privacidad, ni probablemente en formato escrito. Quizás ya tenga la edad de poder verlo, de seguir a su profesor y no le haga gracia, ni a él ni a su familia.
Pero esto no pasa únicamente con los docentes, ni mucho menos. Pasa también en el ámbito sanitario. En redes nos encontramos a profesionales compartiendo anécdotas de urgencias, incluso a veces radiografías o similar. ¿Os imagináis ir al médico con alguna dolencia y luego verte claramente reflejada en una publicación viral en redes sociales? Aunque nadie me pueda identificar, yo sí lo sabría y sería humillante, ¿no?
En el caso de las familias, cuando cuentas algo de tus hijos o hijas, ¿hasta qué punto tienes derecho a contarlo? A veces se cuentan situaciones graciosas o se hacen preguntas delicadas para que otros usuarios ofrezcan sus consejos, pero al hacerlo puedes estar revelando algún aspecto o característica del menor. En muchas ocasiones nos dejamos llevar y no somos conscientes de los datos identificativos que estamos aportando y dejando en internet, familias y docentes. Estamos nutriendo su huella digital incluso mucho antes de que ellos tengan redes.
El anonimato no da carta blanca
Podríamos pensar que si nuestro perfil es anónimo ya podemos hablar de nuestros hijos, pareja, estudiantes o pacientes sin problema, que todo lo que estoy comentando no va con nosotros. Sinceramente, no lo veo tan claro. Encuentro bastante lagunas, no solo desde un punto de vista ético, sino también legal.
Pienso que los chascarrillos se pueden dejar para casa, sin necesidad de publicarlos en redes. Tú a lo mejor eres anónimo, pero, como decía arriba, si cuentas algo muy específico de un paciente o de un estudiante, ellos sí podrán reconocerse igualmente y no creo que resulte muy agradable.
En cualquier red social un usuario puede decidir qué parte de su vida quiere mostrar, si quiere poner una foto, indicar su profesión, hablar de su familia o poner su nombre e incluso sus apellidos. Todas las opciones son válidas y cada cual tendrá sus propias razones para escoger una u otra.
Muy diferente es escudarse en perfiles anónimos para insultar, burlarse de terceros o relatar conversaciones privadas o datos pertenecientes a la intimidad de las personas. O al contrario, tampoco debería aplaudirse atacar a alguien en redes sin decir su nombre, pero con datos por los que todos sabemos perfectamente a quién se está haciendo referencia. El anonimato no debe usarse para hacer daño ni en un sentido ni en el otro.
Entonces, ¿dónde ponemos el límite?
Quizás deberíamos limitarnos a contar anécdotas y experiencias propias, que no involucren a terceros y mucho menos a menores, a personas vulnerables o en situaciones delicadas, como puede ser ir a un médico.
Además, debemos ser conscientes de que los menores cercanos no son los únicos que merecen privacidad, también los vídeos que incluyen a niños de otros países o culturas merecen respeto, que parece que eso se nos olvida con frecuencia. ¿Y esos memes y GIF que tanto nos gustan? Ahora con la IA podemos no saberlo, pero hasta hace bien poco, esos menores eran de carne y hueso. Incluso hay algunas publicaciones en las que podemos ver el antes y después de los peques protagonistas de los GIF más empleados en redes.
Llegados a este punto, pienso que yo no debería haber compartido ese vídeo, teniendo en cuenta todo lo que he ido comentando.
Puede que me esté radicalizando en este tema, no sé, a ver cómo lo veis. Me gustaría saber vuestra opinión, por si estoy entrando en bucle o por si estoy siendo muy extremista.