Somos una Fundación que ejercemos el periodismo en abierto, sin muros de pago. Pero no podemos hacerlo solos, como explicamos en este editorial.
¡Clica aquí y ayúdanos!
Justo hace un año del paso de la DANA por la Comunidad Valenciana que mostró al mundo entero cómo la fuerza del agua puede cambiar la vida a miles de personas en tan sólo unos minutos. El 29 de octubre de 2024 mucha gente perdió a su padre o su madre, a una hermana o un hermano, a un familiar, a un amigo o a una amiga, a una persona querida… Muchos otros perdieron la casa, el trabajo, el coche o cientos de objetos personales que no han recuperado. El impacto emocional y psicológico que este desastre natural ha supuesto para tantas familias generó heridas y sufrimiento que en algunos casos aún se están cerrando. Un estudio reciente de la organización Psicólogas sin Fronteras (PsF) –entidad que trabaja con especialistas en emergencias y crisis con el objetivo de facilitar el acceso a la salud mental a todas aquellas personas que lo necesiten y da servicio a la zona afectada desde el pasado 30 de octubre– destaca que, un año después, todavía mucha gente tiene ansiedad ante estímulos como la lluvia, el barro o al escuchar determinadas noticias… «Cuando el pasado 28 de septiembre sonó la alarma a causa de los últimos temporales en Valencia, mucha gente lloraba: ‘Que no vuelva a pasar’, ‘Por favor, que no pase nada’, se decían pequeños y mayores”, asegura Yessica Díaz, coordinadora del área de acción humanitaria local de Psicólogas sin Fronteras. Algunos vecinos hasta empezaron a subir sus cosas a los altillos. “Era terrible observar estas reacciones propias de después de pasar una catástrofe –continúa–, todo el mundo ha quedado impactado y creo que todavía tardaremos en volver a la normalidad, pero hay que hacer un llamamiento a la comprensión: esto es progresivo, y con el tiempo se irá apaciguando, dependerá de la capacidad de afrontarlo y de las herramientas de acompañamiento de cada uno de los afectados».
Las inundaciones provocadas por la DANA arrasaron más de setenta municipios de la Comunidad Valenciana y se llevaron la vida de 229 personas (nueve de ellas niñas y niños). También se calcula que unas 75.000 personas tuvieron que luchar contra la fuerza del agua y que la riada afectó –con mayor o menor gravedad– alrededor de unas 11.000 viviendas. Actualmente todavía hay familias que no han podido recuperar su casa. En este contexto, más de 300 personas de cinco municipios han requerido asistencia psicológica por parte de profesionales de PsF, según el informe de la organización. PsF tiene establecidos dispositivos de atención psicosocial continuada en dos de los municipios afectados –Sedaví y Benetússer– desde donde atienden hasta 115 casos presencialmente, con una media de 6 sesiones por persona y 754 horas de atención individualizada. También disponen de un servicio telefónico gratuito de atención psicológica –SAPEC– que ha recibido más de setecientas llamadas. Se trata de una línea que ofrece acompañamiento y atención continuada, en función de las necesidades de cada persona. Por su parte, las siete Unidades de Atención al Trauma creadas por la conselleria de Sanidad de la Generalitat Valenciana han atendido en la zona afectada poco más de 2.000 pacientes en el último año, de los cuales un millar han sido asistidos por estrés agudo y otros 887 por trastorno postraumático. A pesar de estas cifras, Yessica Díaz considera que, en un año, ha habido “un progreso significativo a nivel de salud mental de la población, pero todavía queda mucho por hacer”. Díaz puntualiza que «es necesario seguir acompañando y apoyando a la población ante los nuevos desafíos y no abandonarla; creo que estos son los puntos claves para salir adelante».
Tras vivir un desastre natural como la DANA se producen varios estadios en la evolución del impacto emocional. El estudio señala que las personas afectadas tienen efectos agudos (ansiedad, insomnio, hipervigilancia, irritabilidad, duelo) y efectos a medio y largo plazo (síntomas depresivos/traumáticos, somatizaciones, deterioro del funcionamiento cotidiano). Estos impactos se combinan con distintos roles y responsabilidades adultas, como los cuidados a las personas dependientes, la gestión económica y comunitaria, los trámites burocráticos etc, acciones que podrían agravar el estrés y dificultar la recuperación si no se dispone de los soportes adecuados. «Al principio, muchos afectados llamaban por la noche, porque durante el día se dedicaban a las tareas de reconstrucción, a sacar barro, a proveerse de recursos básicos, como comida y agua y, por la tarde, se desmoronaban y sentían soledad, ansiedad, estrés y les afectaba más todo lo que les estaba pasando a nivel emocional», comenta Díaz.
Transcurrido justo un año, la coordinadora del área de acción humanitaria local de Psicólogas sin Fronteras considera que «los niveles de ansiedad y estrés se han mantenido en el tiempo y probablemente se han reavivado con las alertas del pasado mes; también todo el movimiento de reivindicación y esta mayor visibilidad que se ha dado en los medios de comunicación coincidiendo con el primer aniversario de la DANA ha conllevado que las personas afectadas sientan de nuevo rabia, enfado y mucha, muchísima ansiedad, puesto que muchos aspectos vuelven a generarles malestar psicológico”. En cualquier caso, la experiencia de la DANA ha puesto en valor la necesidad de la prevención psicológica y la importancia del apoyo emocional.


