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En octubre de 2018 se hacía viral en Francia un vídeo en el que se apreciaba perfectamente como un estudiante de secundaria amenazaba a su profesora con una pistola, apuntándola directamente a la cabeza. El incidente aconteció en un instituto de la ciudad de Créteil, situada en la región de la Isla de Francia, al sureste de París, a unos once kilómetros de la capital. La escena fue grabada por un alumno de la clase y subida posteriormente a sus redes sociales. Lo que en principio se indicó que correspondía a una pistola de juguete, resultó ser una pistola de aire comprimido. También se aclaró que el suceso aconteció porque la profesora ya había pasado lista cuando el alumno apareció con la clase ya empezada, y pedir éste que se le considerara su asistencia. «Me has puesto falta. Ponme presente», se le oye decir en el vídeo mientras apunta con la pistola. Curiosamente, la profesora sigue atenta a su ordenador, no se entiende muy bien lo que contesta, y sorprende su actitud, ya que el vídeo muestra a dicha profesora reaccionando con indiferencia y tranquilidad, como si estuviera acostumbrada a amenazas de ese tipo.
Este suceso causó una ola de indignación entre el profesorado, mientras el Estado, representado por el mismo Presidente de la República, Emmanuel Macron, calificaba de inaceptable lo que había sucedido. A su vez, el ministro del Interior del momento, Christophe Castaner, recordaba en una entrevista que «la escuela es la cuna de la República y es donde aprendemos a respetarla», y el ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, declaraba al diario francés Le Parisien que se tomarían «una serie de medidas educativas y sanciones», y añadía: «He dicho a los consejos escolares que deben celebrarse audiencias disciplinarias siempre que sea necesario». Implícitamente en esta afirmación se estaba reconociendo lo que realmente estaba sucediendo: que los consejos escolares se saltaban las audiencias disciplinarias, básicamente para evitar los expedientes disciplinarios, ya que los inspectores escolares no siempre estaban dispuestos a buscar nuevos centros para los alumnos expulsados, por lo que, al final, todo quedaba igual… o peor, si habías llegado a denunciar.

El incidente desencadenó el movimiento conocido con la etiqueta «pas de vagues» (#pasdevagues), cuya traducción sería algo así como «sin olas». La denuncia se viralizó con esta etiqueta en las redes sociales, donde se reconocieron miles de situaciones más o menos similares y más o menos graves, pero todas ellas con el mismo denominador común: la impotencia del profesor ante el ataque sin fundamento por parte de algunos alumnos o familiares, mientras la administración y la sociedad miraban hacia otro lado. Los relatos hacían referencia a situaciones de violencia, acoso y/o amenazas por parte de alumnos y padres, aunque también muchos de estos mensajes iban acompañados del reconocimiento de una presión institucional para silenciar dichos incidentes y evitar que trascendieran, siguiendo la consigna implícita o explícita de «no provocar olas».
La profesora amenazada con una pistola puso al día siguiente una denuncia en comisaría, una vez viralizado el vídeo con la agresión. A continuación, el presunto portador del arma se presentó ante la policía acompañado de su padre, y fue puesto en manos de un juez instructor para enfrentar cargos de violencia agravada. Reconoció que su intención era que no se contase como falta su retraso al llegar al aula, y su disculpa ante los hechos fue que simplemente se trataba de una broma y que no era consciente de que se le estaba grabando, como si eso fuera un atenuante. No hay información pública disponible de qué ha pasado finalmente con esta denuncia, a pesar de haber transcurrido más de siete años del evento en cuestión, al fin y al cabo, estamos hablando de un menor. A todo ello, hay que añadir que algunas noticias apuntaban que el arma en realidad lo llevó otro alumno y se la cedió muy gustosamente a su compañero agraviado con la falta de asistencia, siendo interrogado por la policía y puesto en libertad sin cargos. Tampoco hay más noticias relacionados con esta persona, que pensó que era buena idea llevar una pistola de aire comprimido al instituto y dejársela a su amigo, que se acababa de incorporar con retraso en el aula.

A finales de octubre de 2025, tras su paso por las salas de cine, la plataforma Filmin estrena en exclusiva la película francesa La acusación (Pas de vagues, 2024), dirigida por Teddy Lussi-Modeste, que también escribe el guion junto a Audrey Diwan. La historia se inspira en una situación que le ocurrió al mismo director de la película en sus primeros años como docente en un instituto como profesor de literatura. En las notas promocionales de la película, aparece el siguiente comentario: «En el colegio donde trabajaba, la consejera de educación me entregó una carta escrita por una de mis alumnas. En ella, una joven de 13 años me acusaba de mirarla mientras me tocaba el cinturón. A partir de ahí, todo se desbordó. Uno de sus hermanos mayores me amenazó de muerte; otro la acompañó a presentar una denuncia contra mí. Me negué a coger la baja médica, pues la veía como una confesión de culpabilidad. Viví con miedo, con vergüenza… y también con culpa», relata Lussi-Modeste.
Nacido en 1978, empezó sus estudios de cine en el siglo XXI, dirigiendo varios cortos y tres largos hasta el momento. Este tercer largometraje se ha convertido en el más mediático por diferentes polémicas que serán interesantes analizar desde diversos puntos de vista. La película muestra lo que le había pasado a él en su momento, y contemplamos algunas escenas que ayudan a comprender cómo avanza la crisis desatada. La alumna presenta una queja a la dirección, denunciando que no se siente bien por la forma en que el profesor la trata, sustentando la acusación en miradas, gestos y comentarios del profesor, todos realizados durante la clase (como tocarse el cinturón o frases lanzadas a toda la clase), a excepción de una decisión que, a la larga podía resultar que no fuera una buena idea: una tarde, al salir de clase, el profesor invitó a merendar a los seis mejores estudiantes del curso, como muestra de reconocimiento de que estaban haciendo un buen trabajo. La invitación y algunos de los comentarios que hizo el profesor en un contexto lúdico como es una mesa de bar también son reprochados a raíz de la denuncia.

En la película se aprecia también la influencia que tienen en la alumna que denuncia dos alumnas que parecen conflictivas. Lo observamos a partir de la actitud de las dos, con comentarios inapropiados durante la clase, y por las notas que obtienen en las diferentes pruebas, lo que las enfrenta a menudo al profesor que, recordemos, es de literatura. Por último, hay que indicar que la alumna que realiza la denuncia es huérfana de padre, y es el hermano mayor el que asiste a la reunión, teniendo siempre una actitud muy agresiva y amenazante hacia el instituto y hacia el profesor, al que espera a la salida de clase cada día para encararse con él. Incluso lo vemos amenazarle con cortarle el cuello delante de todos. A lo rocambolesco del caso, hay que decir que desde el primer momento el espectador ve lo que realmente ha pasado y, además, sabe que el profesor, interpretado por el actor François Civil, es homosexual, aunque sus compañeros y la dirección del instituto lo desconocían en un primer momento. Él prefiere no decirlo para preservar su intimidad, aunque podría ser una dato a su favor. Ese retraso en comunicarlo, se acaba volviendo en su contra.
Pas de Vagues se enmarca en un género que ha destacado en los últimos años con películas muy interesantes en las que una parte del metraje acontece en el interior del aula y que denuncian algún aspecto determinado. Dos ejemplos de ello son la película a alemana Sala de profesores (Das Lehrerzimmer, 2023) (véase el artículo Valores en el perfil laboral del profesor) y la húngara La profesora de literatura (Elfogy a levego, 2023) (véase el artículo Cuando la intolerancia irrumpe en el aula), los dos casos inspirados inicialmente en casos reales, y en los dos casos analizando la forma en que se gestiona la crisis después de la denuncia pertinente. En esas tres películas se destacan las consecuencias que tienen las denuncias en la salud mental del profesor, teniendo un impacto notable en la profesión y en su vida privada, por afectar a la relación de pareja y a la familia en general.

La película de Teddy Lussi-Modeste lleva por título en francés Pas de vagues, es decir, no esconde sus intenciones desde el primer momento. Pero surgió una polémica inesperada mucho antes del estreno, solamente cuando se había anunciado la sinopsis de la película, y tiene que ver con el conflicto entre la presunción de inocencia del acusado y la posible indefensión de la víctima que denuncia un acoso, como en este caso, con connotaciones sexuales, aparentemente. En las redes sociales se acusaba directamente al director de que la película favorecía la opinión de que las mujeres mienten en sus denuncias por acoso, cambiando de bando a la víctima, siendo asumido este papel por el profesor, y siendo, para más inri, un hombre. Una vez visionada la película, la ficción producida es mucho más compleja y, en este caso concreto ficcionado, no se puede hablar de denuncia falsa, quizás de malinterpretación de las palabras y gestos, o de provocar una confusión involuntaria al favorecer acciones que generaron una competencia entre los alumnos, a lo que había que añadir una nueva dimensión con una realidad familiar peculiar, que hacía irrumpir el tema de las amenazas de un familiar directo. Es decir, tal cual sucedió en la realidad.
Pero también es interesante ver como reacciona la institución. El corporativismo inicial de los profesores se va desintegrando poco a poco ante los datos que van apareciendo (si te los llevaste a merendar, es culpa tuya lo que te pasa, por ejemplo), o ante las posibles consecuencias legales que pueden acabar afectando a todo el colectivo. La propia institución actúa con cautela ante la falta de pruebas irrefutables en uno u otro sentido, incluido con el testimonio confuso y no concluyente de los alumnos que estaban presentes en el momento de producirse los hechos (profesor y alumna nunca estuvieron solos en privado), poniendo en evidencia la falta de pensamiento crítico por parte de los menores, y, también, de los mayores, en todos los estamentos.

La película refleja un clima social contemporáneo donde, ante acusaciones de este tipo, a menudo se asume la culpabilidad del acusado de forma inmediata: el director y algunos colegas no están dispuestos a desafiar esta narrativa por miedo a ser percibidos como insensibles o poco solidarios con la presunta víctima. De hecho, en la película, el director le indica al profesor que no puede hacer nada, y se descubre más tarde que sí podía haber realizado alguna acción, como denunciar las amenazas físicas por parte del familiar, por ejemplo, paralizado por miedo a consecuencias legales que pudieran surgir en el futuro. El profesor tiene miedo de encontrarse con la indiferencia o incluso la recriminación por parte de sus superiores, que temen las consecuencias administrativas y mediáticas de un escándalo, perjudicando a las carreras profesionales de todos los implicados, independientemente de si eres culpable o no. Eso, en realidad, da igual. Una vez más, pas de vagues.
Esta actitud por parte de la dirección de la institución puede inducir acciones que rozan el acoso laboral. El acoso laboral en el ámbito académico es muy sutil, no es necesario que te insulten o te chillen o te rallen el coche, basta con que te asignen unas asignaturas determinadas, o un horario que te perjudique especialmente, o que se frene la posibilidad de estabilizarte, o de poder acceder a un concurso, por ejemplo. Si eres conflictivo, tengas o no razón, pasas a una lista negra invisible y te convierte en «infectado», en la jerga empleada en la sala de profesores. Nadie quiere salir en la foto al lado de un infectado. Y las armas en tu contra pueden ser, perfectamente, críticas anónimas de los propios alumnos.

En el ámbito universitario, es habitual que durante una época determinada del curso (normalmente, hasta justo antes del inicio de los exámenes finales) los estudiantes tengan la opción de rellenar una encuesta virtual de cada asignatura, donde valoran cuantitativamente algunas preguntas asociados a la calidad del curso, y donde tienen la opción de comentar cualitativamente cualquier cosa, sea en positivo, en negativo o una recomendación. La encuesta es virtual para minimizar el coste (de papel, de gestión de la información, de inductores si es el caso, etc.), lo que ha provocado con el tiempo a que el porcentaje de alumnos que la rellenan es habitualmente muy bajo, inferior al 25% en la mayoría de los casos, dando a entender algo habitual en el sector servicios: que los que no la rellenan, normalmente es porque están contentos con el servicio recibido.
Eso es mucho suponer, pero puede tener una cierta razón. Pero, si es así, significa que la mayoría de los que la rellenan son, precisamente, los más críticos. E incluso pueden rellenarla los que nunca asisten a clase, puesto que la encuesta es virtual, o, directamente, pueden denunciar escribiendo bulos de todo tipo. O los repetidores, que no la rellenan en función de este curso, sino por el suspenso del año anterior. Además, esos críticos acostumbran a puntuar directamente con un cero, por lo que optar a una nota medio de aprobado se convierte en toda una odisea (se necesitan al menos cuatro sietes por cada cero para poder aprobar la media aritmética). Que no se realice durante la clase sino en cualquier instante que quiera el estudiante, tampoco es recomendable.
Este sinsentido no tendría importancia si no fuera porque el resultado de las encuestas se utiliza en los procesos de acreditación de los profesores, por lo que la forma en que las instituciones gestionan un proceso fundamental en la promoción del profesor está completamente fuera de control, con datos estadísticos que en cualquier aplicación industrial serían del todo insuficientes. Los peores estudiantes son los que saben utilizar el sistema a su favor, como se intuye en la película también, dando a entender la manipulación de dos alumnas para que quede retratada en la denuncia otra persona. Es lo que tiene la sumisión institucional, que contribuye a que se produzcan unos usos indeseados de algo tan potente como el control de la calidad. Unas encuestas realizadas de forma anónima para, recordemos, evitar represalias del profesor al estudiante. Un estudiante que puede decir lo que quiera protegido por el anonimato, o, directamente, utilizar las redes sociales para opinar e intercambiar todo tipo de mensajes o vídeos, para influir en tiempo real en el devenir de la clase o en la escritura de las encuestas. Precisamente, en la película se observa una situación en la que se pierde completamente la autoridad y el respeto al profesor, mientras los alumnos miran lo que les acaba de llegar al móvil, que, seguramente, no será este artículo.



