Para 700.000 familias en España, cubrir el coste mínimo de la crianza supone una hazaña imposible. Lo recordaba la ONG Save the Children coincidiendo con el inicio de curso, y destacaba, entre ellas, a las familias monoparentales (en un 82% de los casos monomarentales): si un 26,3% de los hogares con dos progenitores e hijos menores a cargo se encuentran en situación de pobreza en nuestro país, el porcentaje se eleva al 40% cuando es solo un progenitor el que hace frente a los gastos familiares.
Gastos, que en el caso de la educación, suponen entre los 119 y 159 euros al mes, de media, según la ONG, en un país en que el salario mínimo es de 858 euros, y la prestación por hijo a cargo, 24 euros al mes en los casos más extremos, no cubre ni el 5% del coste de criar. Entre otras medidas, la ONG pide la ampliación de esta cuantía a 100 euros al mes, revisando el cálculo de la renta familiar para acceder a la prestación, y su aumento en un 50% para las familias monoparentales, para las que reclama un reconocimiento a escala estatal.
Gabriela Jorquera, experta en pobreza, desigualdad y protección social de Save the Children, recalca la importancia de este colectivo: “Son más vulnerables, con más riesgo de encontrarse en situación de pobreza, pues un solo adulto ha de hacer frente a las mismas tareas de cuidado y crianza -unas tareas que no puede compartir-, con muy probablemente menos ingresos, y son las familias que más están creciendo en los últimos años, en una tendencia muy firme”.
Falta de reconocimiento estatal
Esta realidad, los hogares monomarentales, ya fue retratada en 2015 por la ONG en su informe Más solas que nunca. Para Jorquera, aún no han logrado concienciar del escenario especialmente complicado en estas casas, como muestra la falta de un reconocimiento estatal como familias monoparentales: «Es lógico que cada comunidad autónoma desarrolle sus propias ayudas, pero también las hay que se pueden abordar a nivel central, como esa certificación, el establecimiento, por ejemplo, de tiempos de bajas distintos en el periodo inicial o una mayor flexibilidad horaria”.
“Constatamos, insiste, que estas familias se quedan fuera muchas veces de algunos tipos de ayuda o prestación, que no las contemplan, por lo que se debería empezar por identificar quiénes son, cuántas son, dónde están, para establecer después políticas y medidas”. De momento, la ONG se ha reunido con representantes del Alto Comisionado para la Pobreza Infantil y es optimista con respecto a una certificación nacional, que cuenta con una legislación espejo, la de familias numerosas, por lo que sería relativamente fácil de sacar adelante. “Somos muy conscientes del alto riesgo de pobreza de las familias monoparentales, y vamos a potenciar servicios sociales ajustados a sus dificultades específicas para gestionar su situación, que en ocasiones condiciona su capacidad de una plena inserción en el mercado de trabajo y las posibilidades de llevar una vida en que la conciliación no sea una losa que pesa sobre su capacidad de ingresar recursos”, proclama Pau Marí-Klose, alto comisionado, que matiza que “el foco [del organismo] es más general, la pobreza infantil, que se da en familias monoparentales, que la sufren especialmente, y de otro tipo”. Sobre el número de familias monoparentales incluidas dentro del programa VECA de comedores escolares y campamentos este verano, el primero de este ente, no hay datos desagregados.
En programas como el que la ONG Ayuda en Acción desarrolla en nuestro país, Aquí también, las familias monomarentales suponen un 35% de las receptoras de las ayudas (un 1% en el caso de las monoparentales).
Si Marí-Klose constata una evidencia, “no todas las familias monoparentales son pobres”, desde Unicef, Gabriel González-Bueno, especialista en políticas de infancia, reconoce que “el término engloba realidades muy diversas, que ha obligado a redefinirlo de forma oficial recientemente -entre otras cosas, para acceder a ayudas fiscales-, para incluir a aquellos hogares con un único progenitor y donde no hay otras fuentes de ingresos”. Mayoritariamente, ese progenitor único es una mujer haciendo un sobreesfuerzo, con un solo salario y el tiempo de una persona, para garantizar el bienestar material y la atención de sus hijos: “La pobreza no es exclusiva de estos hogares, pero hay dos factores que les abocan a ella con más intensidad: las dificultades para acceder a determinados trabajos de mayor exigencia y la condena a trabajos a tiempo parcial, no siempre deseados”. Consciente de esta realidad, el Plan Integral de Apoyo a la Familia de 2015 las reconoce por primera vez como familias con necesidades especiales.
Según el informe sobre monomarentalidad y empleo de Fundación Adecco, de hace un año, el 51% de mujeres en estas familias está desempleada o trabaja en la economía sumergida y un 75% afirma sentir discriminación por su condición de madre sola. Carmen Flores, presidenta de la Federación de Asociaciones de Madres Solteras, es la cabeza visible de un movimiento que desde hace 25 años intenta visibilizar los obstáculos a los que se enfrentan estas familias: “Pedimos un reconocimiento legal y jurídico, similar al de las familias numerosas, que pueden acreditar su condición a través de un carnet y no han de estar demostrando permanentemente su situación, lo que resulta denigrante y farragoso”. Habla Flores de cómo han de cargar con una abultada carpeta de documentación “para solicitar escuela infantil, una beca o una ayuda puntual en caso de no llegar a fin de mes” (algo que sucede en el 65% de los hogares monomarentales, según el informe de Save the Children).
Voces
Uno de los indicadores del riesgo de pobreza es la dificultad de una familia de hacer frente a gastos imprevistos. Según González-Bueno, aunque no lo sea stricto sensu, la vuelta al cole se podría considerar como “gasto imprevisto”, un enfoque que se comparte también desde el Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil: “Sí, sabemos cuándo se produce, pero no se encuentra dentro de los gastos regulares, llega de golpe en un mes muy concreto, en un periodo de tiempo muy corto y para determinadas familias con problemas para pagar el alquiler, la luz o el gas, supone importantes quebraderos de cabeza”, advierte el experto.
De esos quebraderos saben mucho Cristina, Lorena y Elena, al frente de hogares monomarentales. Lorena, es publicista y madre de un niño de dos años. Con 28 años, volvió hace tres a su tierra, al País Vasco, para dar a luz, tras seis años en el extranjero: “Me arrepiento cada día de haber venido de Holanda, aquello era el paraíso en materia de política social… Aquí no hay ayudas específicas, no tenemos reconocido que solo tenemos un sueldo y dos manos, y presuponen que tienen red”. Aunque ha encontrado trabajo hace dos semanas, el mes de septiembre ha tenido que pedir dinero a sus padres para costear el cole de su hijo, pues en julio y agosto no trabajó, “con la sensación, para empezar, de que no soy autónoma, independiente”. El sueldo se le va en el alquiler, y lo malo es la conciliación: “A veces tienes que dejar de trabajar porque es imposible, pero entonces, si rechazas un trabajo, no obtienes ayudas sociales, ¿y cómo vas a pagar las facturas? Siempre estás en el bucle del ¿qué hago?”, expone Lorena, que se queja, entre otras cosas, de que las becas de comedor (unos 150 euros mensuales) se cobren a posteriori, en mayo.
Precisamente del comedor ha borrado a su hijo Cristina (34) este curso. En el colegio concertado de Madrid donde estudia secundaria (el mismo en el que estudió Cristina) no quisieron ni oír hablar de que llevara su tupper de casa, como no han atendido a Cristina cuando les pedía que le eximieran de la cuota llamada voluntaria. Lo más que ha logrado es que le fraccionen los pagos y le echen una mano con libros de otros años, que no tenga que comprar cada curso 12 libros nuevos de 12 materias. En mayo, Cristina creó su propia empresa, pero ha llegado a recibir ayudas de servicios sociales para poder pagar el alquiler. Y sabe lo que es llevar a su hijo al trabajo (casi siempre trabajos por horas) por no tener con quién dejarle, y que le miren mal, o que le descuenten parte del sueldo por ello.
Elena, por su parte, lamenta que en su comunidad, Cataluña, las becas de comedor estén muy limitadas por salario. “Si ganas 1.000 euros te quedas fuera, y has de asumir el gasto de 7 u 8 euros al día”. Algo similar ocurre con las extraescolares, que en muchos ayuntamientos no están becadas, aunque, como en el caso de natación en el centro de su hija, sea obligatoria. “Te lanzan el mensaje de que te espabiles como puedas, y sientes que se multiplican por dos los problemas con respecto a los de una familia convencional, que son los mismos con la mitad de recursos y sin el apoyo del Gobierno. Si al menos tuviéramos ese apoyo no nos encontraríamos tan agobiadas por cuestiones de horarios y de dinero ni tan discriminadas legislativamente”.
Guerra entre ‘lobbies’
De un lado, las familias monoparentales se sienten discriminadas frente a las numerosas. De otro, González-Bueno no considera que esto deba convertirse en una lucha entre lobbies: “Ambas, numerosas y monoparentales, están cerca de duplicar las tasas generales de pobreza infantil. Dicho esto, yo abogaría por analizar conjuntamente todos los tipos de hogares más vulnerables. El criterio no debería ser tantos hijos y tantos progenitores… porque también puede haber familias muy acomodadas que viven solas”.
El debate llega en un momento en que las familias monoparentales están al alza y las numerosas, que se trataban de fomentar con la ley integral de 1961, en franco descenso. “Yo entiendo que las necesidades difieren, que quizá una familia numerosa necesita ayudas para comprarse un monovolumen, y yo, un permiso más extenso después del parto, porque se acaba de aumentar a cuatro semanas para la pareja masculina, hasta ocho meses de atención en el caso de una pareja, mientras que a las familias monoparentales solo nos han ampliado 14 días como una especie de beneficencia, y sin cotizar a la seguridad social”, se queja Rosa Maestro, creadora de la web para madres solteras masola.org
Un agravio que extiende a las desgravaciones fiscales: 2.150 euros por hijo en el tramo nacional para una familia monoparental, frente a 3.450 para una pareja, añade.
“Tenemos una ley integral de protección a las familias numerosas anclada en el pasado y no contamos con una ley integral para nuestra casuística… Quizá lo sensato sería, no que existieran diferentes leyes por modelos familiares, sino contar con una buena ley integral de apoyo a la familia que de verdad garantizase las ayudas en función de la renta y las necesidades”, concluye Maestro.