La ciudadanía valenciana sabemos, porque lo hemos vivido durante toda nuestra vida, que cuando llega la gota fría, la DANA, puede diluviar, porque siempre hay inundaciones, cada año se repite. La especulación urbanística ha tenido mucho que ver en lo ocurrido porque el agua sigue su camino sin importarle lo que se encuentra en su camino, aunque se construya en ellos. Se debería haber prohibido construir cerca de torrenteras, de barrancos, de ramblas… hay que huir del reduccionismo para entender bien lo que ha ocurrido.
Hay un álbum de literatura infantil y juvenil, La joven maestra y la gran serpiente, de Irene Vasco y Juan Palomino (Juventud, 2019) que nos cuenta la historia de una maestra joven que va a trabajar a la selva amazónica, cargada con una maleta y una caja de libros. Un día llega su alumnado corriendo y le dice que llega la gran serpiente, que deben huir a la colina y ella responde que las leyendas no son ciertas. Pero el rio se convierte en una gran serpiente de lodo que lo engulle todo, las casas, la escuela y los libros. La maestra debe también huir a la colina y aprender a escuchar. En nuestro contexto, las zonas inundables son peligrosas, sabemos que no se deben manipular los cauces para construir porque las inundaciones destruyen todo aquello que encuentran a su paso.
La capacidad de destrucción de esta DANA no tiene precedentes. Había que gestionarla con competencia y responsabilidad. No ha sido así. Todas las horas que tardó en activarse la alarma han costado, literalmente, vidas. El pueblo valenciano ya ha exigido responsabilidades en una manifestación de más de 130 mil personas.
La primera medida de este gobierno fue eliminar la Unidad Valenciana de Emergencias, que se creó para dar respuesta a este tipo de catástrofes, como consecuencia del cambio climático, una realidad más que demostrada por la ciencia que el ejecutivo prefirió ignorar. Mazón eligió, al convertirse en presidente, a Vox para gestionar Emergencias, un partido negacionista del cambio climático. Y, después, esas competencias las asumió la consellera de Justicia e Interior, Salomé Pradas. Hace unos días, los medios de comunicación informaron de que, poco antes de lanzar la alarma, no sabía que existía la tecnología Es-Alert, para enviar mensajes de alerta generalizados a los móviles de las zonas afectadas por la emergencia. Se enteró por un técnico.
La ignorancia ha tenido unas consecuencias devastadoras.
Además, había que gestionar la DANA atendiendo a lo que los científicos y científicas, desde la meteorología, la climatología, la hidrografía… venían advirtiendo hace tiempo, relacionando con las consecuencias del cambio climático; había que hacer caso de lo que los servicios de información meteorológica señalaban desde hacía días. Los informes sobre el tiempo dirigidos a las audiencias incluyeron explicaciones muy didácticas acerca de cómo se había formado la DANA y las consecuencias que podía tener. Pero las personas responsables lo ignoraron. La ignorancia ha tenido unas consecuencias devastadoras.
Esta tragedia ha unido a todo el voluntariado para ayudar a quien lo necesita, independientemente de quién sea. Un río humano, de solidaridad. Lo que está ocurriendo es cosa de todos y, por eso, el propósito es ayudar. No se podía rechazar ayuda de nadie, mucho menos de personal especializado, de profesionales con todos los medios a su disposición, pero también ha ocurrido. Nuevamente la estulticia ha primado sobre lo que necesitaban las personas afectadas. Tampoco lo olvidaremos.
Entre las personas que están sufriendo esta tragedia hay muchos niños y niñas y adolescentes. Se han quedado sin escuela, sin instituto. Este estudiantado, y el de formación profesional y universidad, al igual que su profesorado y el personal de administración y servicios de sus centros, también forman parte de las personas afectadas por la DANA.
El día 7, Jaume Martínez Bonafé escribió un artículo en el que nos recordaba la importancia de que, en los saberes que se imparten en el currículum educativo, aparezca esta problemática, para entender nuestro contexto, para poder imaginarlo y transformarlo, para que esta situación no se repita cíclicamente. Planteaba:
¿A qué Tema 17 de qué asignatura o disciplina acudirá el profesor o profesora, la maestra o el maestro, para ayudar a los niños y jóvenes valencianos a comprender lo que pasó en su territorio hace unos días? ¿Qué teoría del Estado manejarán nuestros estudiantes para discernir la miseria argumental con la que los responsables políticos explican su enfrentamiento con lo extraordinario de una emergencia? ¿Y cómo distinguirán el discurso de una influencer, la publicación de una fake news o la información bien triangulada?
Me temo que los curricula escolares permanecerán intactos después de la tragedia de la DANA, y volveremos a nuestros temarios y asignaturas. Muchos jóvenes que hoy están protagonizando una hermosa respuesta masiva de solidaridad, autoorganizándose para la ayuda, volverán a abrir el libro de texto por una página que de nuevo da la espalda a la experiencia de la vida. La extraordinaria experiencia vivida y su enorme lección de humanidad supongo que permanecerá en la memoria de estos jóvenes como un intenso y profundo aprendizaje vital, pero no sé cómo permanecerá en la memoria de la escuela.
E incluía un documento estupendo para potenciar esta reflexión desde una educación crítica, elaborado por Àngels Martinez y Joan Carles Queralt, el proyecto “Després de la DANA. Sentir, comprendre i construir resilències”, documento que xtec cat ya ha incorporado a sus recursos del CESIRE (Centre de recursos pedagògics específics de suport a la innovació i la recerca educatives) sobre la DANA.
También Aules Solidàries y Escola Valenciana han creado otro repositorio de recursos. Todos estos enlaces incluyen, a su vez, más enlaces.
Como Raimon canta, como se ha recordado estos días en redes, en la prensa, en todas partes, aquí sabemos que en nuestro país la lluvia no sabe llover: “Si plou massa és la catástrofe/ Qui portarà la pluja a escola?/Qui li dirà com s’ha de ploure?” (si llueve mucho es la catástrofe/ ¿Quién llevará a la lluvia a la escuela/ ¿Quién le enseñará cómo tiene que llover?). No podemos llevar a la lluvia a la escuela para que aprenda a llover, pero lo que sí podemos hacer es aprender en la escuela y en el resto de los niveles educativos, todo aquello relacionado con esa lluvia torrencial que nos afecta cada año y que va a más, que cae de golpe, con tanta fuerza que a la tierra no le da tiempo a absorberla, que lo inunda todo de marrón. Y en este proceso es imprescindible escuchar la voz protagonista del estudiantado, porque lo que han vivido y cómo lo han vivido es importante. No podemos convertir ese trabajo sobre la DANA en una ficha desconectada de su experiencia, de su vida, de sus sentimientos. Trabajamos para que esa experiencia les ayude a ser como ciudadanía valenciana con agencia, con capacidad de decisión y de acción, personas más informadas, más reflexivas, más críticas, más responsables, más comprometidas con su territorio, con su vecindad.
Debemos seguir creando más recursos para facilitar el trabajo del profesorado en todos los niveles educativos, para dar al estudiantado la posibilidad de entender las razones por las que esta DANA se ha producido, para reflexionar sobre lo que ha ocurrido, para saber lo que podemos hacer en nuestras ciudades, como seres humanos, para que esto no vuelva a ocurrir. Para que el estudiantado aprenda que la ciencia nos aporta herramientas para hacerlo y que esto no es un asunto de opiniones, es el resultado de la investigación para que nuestro desarrollo sea sostenible, para que puedan tener un futuro digno como habitantes del planeta, y para que lo mejoren pensando en quienes vendrán después de nosotros y nosotras. Esta lectura del mundo, de la realidad que nos rodea, unida a la de la palabra (de los diversos textos escritos, visuales… que podamos trabajar en clase), también es necesaria para que, como profesorado y como alumnado seamos agentes de transformación social, para conseguir un planeta mejor para todo el mundo, sin excepción.
Hace muy poco el conseller de Educación, José Antonio Rovira, informó a la ministra de educación de que se necesita una inversión de unos 1.135 millones de euros para reparar infraestructuras, instalación de aulas temporales, equipamiento escolar, transporte (se necesitan 140 autobuses y muchos de los que había también están afectados por la DANA), comedor, limpieza o revisión eléctrica.
El impacto de perder su casa o de que la pierdan sus seres queridos, no poder ir a su escuela, estar desconectados de sus amigos y de sus amigas afecta al alumnado porque su vida cotidiana se ha transformado (sin luz, sin agua, con los alimentos agotándose, sin cobertura telefónica…), incluso se ha transformado el propio paisaje porque el agua lo ha arrasado todo. La devastación forma parte de esa transformación. Muchos niños y niñas, y sus familias, lo han perdido absolutamente todo; en algunas han muerto seres queridos y deben ahora superar un duelo en condiciones durísimas. Recuperar los centros educativos y convertirlos en espacios seguros también es una prioridad. Estos días muchos han preguntado: “¿Hoy hay cole?”, porque querían volver. Que lo hagan atendiendo a lo es mejor para el alumnado es importante, como lo es que vean al profesorado que conocen; trabajando en función de pueblos de referencia y no hacer traslados sin criterios claros. Hay que escuchar a las familias y a las maestras y los maestros.
Una escuela, cuando es un lugar seguro, también es un espacio para trabajar lo que ha ocurrido
Según datos de Save the Children en los municipios afectados por la DANA viven 163.833 menores. De este total, 71.664 residen en los municipios más devastados. Rodrigo Hernández, director de Save the Children en el territorio valenciano, incide en el riesgo de estrés postraumático y de las secuelas a largo plazo. También este riesgo existe para las personas adultas.
Entre el voluntariado que llega a los pueblos afectados hay muchos grupos de maestras y maestros que van a limpiar escuelas, a colaborar en que pronto vuelvan a llenarse con las risas infantiles, con los juegos y las voces de las niñas y de los niños, porque una escuela, cuando es un lugar seguro, también es un espacio para trabajar lo que ha ocurrido, para generar esperanza, para sentir que hay futuro, para ayudar a sanar.
Hay proyectos que se han realizado para que los niños y niñas muestren lo que les acongoja, sus sentimientos. En 1999 Venezuela sufrió una inundación brutal. Los dibujos ayudaron a que estos niños y niñas superaran el trauma; dibujaron cómo era “antes” su casa. También el caos mediante imágenes de olas gigantes y rescates, por ejemplo. Y a sus animales, importantísimos en su vida, cómo los cuidaban, cómo jugaban con ellos… Son dibujos que ayudan a entender mejor lo que les preocupa, lo que les abate. El documento “Cuentos de la inundación” incluye algunos de estos dibujos. Ha pasado mucho tiempo, pero estos siguen ayudando a mostrar, a contar. Save the Children, también incluye dibujos de las inundaciones en Perú en 2023. Los y las profesionales de salud mental tienen mucho que aportar en este proceso, y saben cómo hacerlo.
La educación, como decía Paulo Freire, no cambia al mundo, pero cambia a las personas que lo van a cambiar. Una maestra excelente, una persona buena, es una de las personas afectadas por la DANA, en Alaquàs. Su exalumnado, hoy personas adultas, al enterarse de lo que había pasado, fueron para estar a su lado, para ayudar a limpiar, a despejar toda esa devastación. Una maestra, un maestro que educa en el compromiso cívico, contribuye a que su alumnado entienda que la solidaridad nos hace más fuertes a todas y a todos para conseguir un mundo mejor, un mundo más justo. Maestras como Marta son un referente de humanidad y dotan de dignidad a su entorno. Esos son nuestros referentes y no otros. Maestras que educan para la solidaridad, para la empatía, que creen profundamente en la educación como palanca de transformación social.
Tenemos trabajo para años. Todo el mundo tenemos algo que hacer en esta tarea. El profesorado de todos los niveles educativos sabemos dónde tenemos que estar. Queremos que quienes nos gobiernan sepan estar a la altura de lo que ahora necesita la población afectada. Y que sean capaces de asumir su responsabilidad, es lo mínimo que pueden hacer ante la magnitud de esta tragedia y sus consecuencias.