La aprobación el 28 de septiembre de 2021, del Real Decreto 822/2021, por el que se establecía la “organización de las enseñanzas universitarias y del procedimiento de aseguramiento de su calidad”, supuso el pistoletazo de salida para iniciar los procesos de reforma de los planes de estudio universitarios. La formación inicial del profesorado de Educación Infantil y Primaria, por tanto, se ve afectado por este decreto, si bien, al ser una profesión regulada requiere de un decreto posterior del gobierno en el que se establezcan las directrices propias que se deberán cumplir, en cualquier caso.
Posteriormente, en febrero de 2023, el ministerio de Universidades publica el proyecto de Orden por la que se establecen los requisitos para la verificación de los planes de estudios conducentes a la obtención de los títulos universitarios oficiales que habiliten para el ejercicio de la profesión de Maestra/o en Educación Primaria y en educación infantil. Proyecto que nunca llegó a ver la luz ya que generó una fuerte controversia y el rechazo de muchos colectivos y facultades de educación, el Foro de Sevilla entre ellos.
En este contexto, con cambio de gobierno entre medias, bastantes facultades de educación inician un periodo de reflexión sobre la formación inicial, que converge en que la conferencia de Decanos y Decanas de Educación, reunida los días 16 y 17 de noviembre de 2023 en Zamora, acordará la “hoja de ruta” para la elaboración de los nuevos Libros Blancos de los Grados de Maestro de Educación Infantil, de Educación Primaria, de Pedagogía y de Educación Social, así como para el Máster de Formación de profesorado de Educación Secundaria.
El Foro de Sevilla, en consecuencia, elabora un documento en el que analiza este proceso y aporta su valoración sobre el sentido de los libros blancos y hacia donde deberían orientarse de cara a una educación comprometida con valores democráticos, inclusivos y críticos. Nuestras aportaciones se organizan en seis ámbitos concretos: La orientación educativa de la formación inicial, el acceso a los estudios, el modelo profesionalizador, el diseño curricular, la entrada en la práctica real y los aspectos institucionales. En definitiva, este documento plantea la urgencia de diseñar una formación inicial del profesorado que responda a los desafíos y las demandas de la sociedad actual, promoviendo una visión de la educación centrada en valores éticos, inclusivos y críticos, rompiendo con la inercia tradicional del reparto de la tarta, que tanto daño hace a la profesionalización de nuestro alumnado.
Entendemos que un libro blanco debe servir para diseñar el modelo formativo que debe caracterizar la formación de las y los futuros docentes, de todos los niveles educativos, con una finalidad muy clara: el compromiso con una educación pública, laica, crítica, inclusiva, democrática, intercultural, feminista, ética, con conciencia ecológica, basada en los derechos humanos y en el bien común, comprometida con la transformación, la emancipación, la equidad y la justicia social. En definitiva, pensamos que una formación del profesorado debe implicar los valores antropológicos básicos que nos caracterizan como humanidad y sobre los que debe construirse una sociedad mejor, así como atender los problemas esenciales por los que atraviesa la especie humana y la sociedad actual. No es posible una formación de un o una profesional de la educación que no esté pensada desde las finalidades esenciales para la mejora de la sociedad. Educar, en definitiva, es ofrecer una visión del mundo y de nuestra acción en el mismo, y no sólo adquirir información desde criterios ajenos a la vida de los sujetos.
Por ello es importante que un proyecto de libro blanco asuma nuevos retos, que rompan con lo peor de la cultura académica al uso. Esto es, sedentarismo universitario, docencia excesivamente alejada de la realidad, luchas internas por el poder y la jerarquía y la hegemonía académica, etc. Todo ello traducido en términos de “¿qué hay de lo mío?” que ha sido el lugar común de la configuración de los planes de estudio anteriores.
Como decíamos, son seis los apartados que orientan nuestra propuesta. En esta primera entrega abordamos el primero de ellos, la orientación educativa del modelo. Dejamos para la siguiente entrega el desarrollo del diseño curricular y el modelo profesionalizador de los estudios. Es necesario dar el salto de la queja sobre lo inadecuada que es la formación inicial, pero desde las políticas gubernamentales se hace muy poco para su mejora, asumiendo posiciones cuando menos caducas, en relación con los avances del conocimiento educativo, con suficientes evidencias contrastadas de por donde se debería caminar. Normalmente la política educativa ignora, margina, o simplemente instrumentaliza, estos avances, a favor de mantener el control sobre el futuro de la educación y su dependencia de los sistemas económicos y productivos. La educación no debería ser una empresa de colocación en el sistema laboral sino una posibilidad de crecimiento colectivo para la mejora de la sociedad, de la humanidad y en general, del mundo en que vivimos.
La orientación educativa de la formación inicial
En el marco de la sociedad actual hay un acuerdo de que el profesorado se enfrenta a situaciones caracterizadas por una complejidad cada vez más alta y unos niveles de incertidumbre elevados. La profesión docente se desarrolla, hoy en día, en un contexto que ha variado sustancialmente respecto a un pasado no tan lejano, lo cual necesariamente influirá en la profesión de enseñar. El modelo social lógicamente ordenado y estable que se nos ofrece en la idealización del currículum escolar, está dando paso a tiempos de incertidumbre, complejidad, conocimientos paradójicos, conflictos diversos, etc. Sin duda, son tiempos diferentes para la educación y para las los profesionales que trabajan en ella. El profesorado del siglo XXI y, por tanto, su formación, requiere saberes y maneras de hacer que den sentido a la infancia y juventud que pasa por sus aulas, que viven realidades muy diferentes a las que le ofrece el sistema educativo. Entre otras cosas, es necesario poder transmitir entusiasmo y ganas de aprender de forma que permitan lograr que el alumnado se desarrolle en los valores de la dignidad humana y la democracia. Por tanto, hay que tomar decisiones que tendrán consecuencias sociales, éticas y morales. Todo ello, se ha de considerar necesariamente, en el diseño de los planes de estudio.
De acuerdo con esto, deberíamos desarrollar una formación inicial del profesorado orientada a comprender y fortalecer una enseñanza y aprendizaje relevante y con sentido. Esto significa generar la capacidad en el alumnado de comprender su mundo y su realidad, desde todas las dimensiones, y poder intervenir en él para su mejora en todos los sentidos. Esto significa introducir cambios profundos en el contexto escolar, en el uso de las nuevas tecnologías de la información, en la forma de organizarse en las instituciones educativas y, de forma especial, en la inclusión escolar, en el respeto a la otra persona y al fenómeno intercultural. Esto se traduce en una formación más colaborativa, en la que se comparte el conocimiento, la experiencia y el contexto, para encontrar nuevas alternativas al aprendizaje.
Hemos reivindicado durante mucho tiempo un enfoque reflexivo sobre la práctica docente, que concibe la enseñanza como un proceso de investigación, que analiza un problema de la experiencia inmediata, desarrolla una reflexión activa y crítica, efectuada con el fin de resolver problemas. El aprendizaje de la profesión tiene lugar en la medida que se actúa y se practica, de tal manera que se va formando un conjunto de disposiciones adquiridas en y por la práctica real que permiten hacer frente a los imponderables de la profesión de enseñar. Se promueve así una actitud científica, abierta y comprensiva frente a la realidad validada por el trabajo educativo cotidiano.
Continuará…