El Aprendizaje-servcicio (ApS) es una metodología activa de enseñanza-aprendizaje que, por más que se la denomine innovación educativa, tiene muchos años de existencia. Para quien no la conozca, podría decirse que es el producto de traer a la escuela un proyecto social (la variedad es enorme: acompañamiento a ancianos, ayudar a leer a los más pequeños, campañas de donación de sanrge…) para que el alumnado viaje a través del currículo educativo mientras desarrolla una labor social de apoyo a la comunidad.
En un mes se celebrará el acto de entrega de los décimos Premios de ApS que como nos explicaba Roser Batlle, alma mater de buena parte de lo que es hoy la Red Nacional de ApS, nacieron en 2015, aunque las primeras andaduras de esta metodología en España fueron allá por 2008.
El título de este reportaje resume qué son los proyectos que se ponen en marcha, por cientos, por todo el país. Lo ve así, al menos, Sonia Acero, que trabaja en una escuela concertada de Portugalete perteneciente a los Hermanos Menesianos.
Allá por 1998, su director, Porfirio Hidalgo, rememora Acero, quería que valores del centro como la solidaridad se trabajaran en las aulas. «Más allá de que pueda parecer una noñez», dice esta trabajadora social, «la bondad y la solidaridad podían ser competenciales» de manera que «se entrenen y se aprendan».
Entonces, Hidalgo decidió hacer proyectos para el alumnado de bachillerato, una especie de experiencias solidarias de la mano de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Deusto. «Si había prácticas de laboratorio, ¿Por qué no unas de ciudadanía activa, de educación para la solidaridad?», explica Acero.
Hace unos 15 años, y a 650 kilómetros de distancia de Portugalete, en la Comarca catalana del Maresme, nace una iniciativa de la mano de dos hermanos. Uno es médico y director de un centro, el doctor Puig. El otro, Josep Maria Puig, en aquel momento, trabajaba en la Facultad de Educación. Ambos vieron la posibilidad de aunar esfuerzos para conseguir un aprendizaje escolar que sirviera para apoyar el objetivo del Banco de Sangre, es decir, conseguir un millar de bolsas de sangre al día.
Ha pasado década y media desde entonces y hoy por hoy, las donaciones al banco provenientes de proyectos de ApS en Cataluña suponen aproximadamente el 20 % según Silvia Delgado, directora del Banco de Sangre y Tejidos del Maresme.
En un primer momento, comenta Delgado, el trabajo era arduo, pues tenían que ir puerta a puerta, principalmente a los colegios de infantil y primaria, para solicitar la colaboración. La escusa es enganchar a los de 5º y 6º de primaria cuando empiezan a estudiar el aparato circulatorio. Esto y esa necesidad de 1.000 bolsas de sangre.
Qué hacemos
Las perspectivas son muy diferentes para ambas. Mientras Delgado habla de este trabajo de puerta fría que se vio recompensado hace cuatro cursos, cuando se instaura en Cataluña la obligatoriedad de los proyectos y empiezan a recibir decenas y decenas de solicitudes por parte institutos, Acero, por su parte, habla de múltiples tipos de proyectos adaptados a las edades del alumnado.
En los centros de los Hermanos Menesianos hacen un proyecto por trimestre. Empezaron con los de bachillerato y desde ese momento, 25 años ha, el ApS (que no lo conocían por ese nombre hasta un tiempo después), se convierte en una materia obligatoria para los más mayores bajo el nombre de Proyecto de Educación para la Solidaridad (PES).
En su caso, chicas y chicos van a centros sociales acompañados por educadores voluntarios, jubilados, exalumnos, cualquier persona adulta de su entorno. No es un voluntariado puesto que el proceso es de obligado cumplimiento en sus centros, pero «se espera, explica Acero, que el alumnado conozca el voluntariado».
«Lo interesante de las prácticas solidarias han dado un salto a lo curricular» en el momento en el que Acero conoce a Roser Batlle en una formación y esta le explica que lo que llevan años haciendo es, precisamente, aprendizaje-servicio. Desde ese momento, la red de centros en la que trabaja «profesionaliza» el PES para que no solo sea un aprendizaje sobre la solidaridad o ciertos valores de los colegios, sino para que lo curricular entre.
Desde Banco de Sangre, realizan proyectos de un par de meses, durante el curso lectivo, sobre todo desde enero. Cuando entran en el centro, dedican un tiempo a hacer formación con el alumnado gracias a una serie de materiales que han adaptado en función de las edades. «Hace unos años yo hacía un powerpoint para primaria y ahora hacemos una maleta basada en la gamificación que nos ayudan a hacer desde la Facultad de Pedagogía», explica.
Esta formación tiene que ver con qué es la sangre, sus componentes, etc. También les explican qué es la publicidad y algunas herramientas del marketing para que, después, el alumnado pueda realizar su propia campaña de comunicación para la donación de sangre.
Finalmente, después de todo el llamamiento, el día de la campaña de recogida de sangre, el alumnado también colabora, «reciben al donante, le pasan cuestionario de salud, derivan al médico, hacen de reporteros para la web del centro, y dan el refrigerio después de la donación», explica Delgado. Después de la donación se miran los números para ver si se ha alcanzado el número de donantes esperado y cuántos han venido gracias a los proyectos de ApS. Como comenta Delgado, suponen el 20 % del total y ya han llegado a un punto en el que han de dejar centros fuera porque no tienen capacidad de atender a más.
En la red de centros de los Hermanos Menesianos, explica acero, se hacen también proyectos hacia adentro, indoor, como clases de refuerzo y apoyo de los de bachillerato a los más pequeños, proyectos de deporte adaptado… «Hay que aprovechar el potencial que tiene».
Dificultades
La entrada de lo curricular en los PES empuja, hace palanca para atraer al profesorado y que este vea que además de que el alumnado está aprendiendo, ellos están enseñando, que no es solo hacer por hacer.
Para ello se necesitan ciertas «herramientas fiables, una rúbrica que ayude a evaluar: la relación del contenido con las prácticas, de aquel con el protagonismo del alumnado». Para Acero esto tiene una clara ventaja: «La gente se implica si el proyecto es fiable, sostenible y si educa. Si no, la gente no participa».
Obviamente, la formación continua es importante. Y lo es en los dos lados de la moneda. El profesorado que llega nuevo a los centros de la red pasa por una formación para entender el ApS. Del mismo modo, Silvia Delgado habla de la necesidad de conjugar, desde el lado social, el pedagógico, de comprender cómo se enseña y aprende para tener una mejor incidencia cuando están con el alumnado.
Un clásico para este tipo de iniciativas es el encaje con el currículo educativo. Durante la vida de la Lomce, en los centros de los Hermanos Menesianos, consiguieron que el Gobierno vasco aceptara el PES como asignatura de libre configuración. Con el cambio de ley, han tenido que encajarla dentro de Filosofía ya que alberga muchos contenidos de ciudadanía.
Para que todo esto fuera posible, tuvieron que desarrollar una serie de rúbricas para poder evaluar y cuantificar en una nota los contenidos enseñados y aprendidos, «unas herramientas poderosas, explica Acero, que convenzan al profesorado de que el alumnado aprende y de que él, enseña».
Los primeros años, para Delgado, una dificultad que tuvieron como entidad social, fue la de conseguir centros educativos interesados. Les tocó hacer mucha puerta fría. Bien es verdad que, tras la implantación de los proyectos obligatorios en la ESO todo ha sido al revés.
Ahora tienen que decir que no porque no tienen manos para todos: 400 centros al año en toda Cataluña gracias a la obligatoriedad de los proyectos en secundaria. antes solo primaria.
Siempre satisfacción
Ya han pasado muchos años desde que el Banco de Sangre y Tejidos se lanzó a la piscina de los proyectos con centros educativos y, como se decía, cientos de centros lo realizan cada curso, y muchos otros se quedan fuera. Las herramientas que tienen sus técnicos para gestionar los grupos están ya en la frontera, no pueden aceptar a más no porque no quieran, sino porque no pueden.
Delgado destaca, además de la cantidad de donantes per se que reciben por esta vía, la cualidad de que sean primerizos. «Tenemos una población de donantes envejecida y necesitamos donantes nuevos», explica.
En el otro lado, Sonia Acero explicita lo que puede suponer el ApS en el que participa su alumnado. «Chavales con dificultades de lectura en 6º de primaria a quienes se les dice que tienen que leer a otros niños de 2º. Se esfuerzan el doble. Las familias nos cuentan cómo quieren leer porque ‘van a ir con su amigo pequeño’. El ApS capacita, da potencialidad incluso a chavales con necesidades educativas».
Acero también asegura que «la capacidad de creación de los chavales es potentísima» y el hecho de que con el ApS «puedes trabajar cooperativo, lluvia de ideas, rutinas de pensamiento, design thinking…».