El pasado 17 de octubre la Comisión Coordinadora de la prueba de acceso a las enseñanzas universitarias de Madrid hizo públicos los nuevos modelos de examen de la PAU para la convocatoria 2025. Dichos modelos llegan con retraso, pues el curso hace ya más de un mes que dio comienzo.
Hasta el pasado jueves, aquello que sucedía en las aulas de 2º de Bachillerato estaba dominado por la inquietud. La sensación de incertidumbre que generó este caminar a tientas acabó en un llamamiento a la huelga promovido por los estudiantes. La Comisión Coordinadora se vio en la obligación entonces de salir al paso, publicando rápidamente una nota de prensa en la que se informaba de que los modelos estaban a punto de salir y que la demora se debía a las necesarias reuniones mantenidas, tanto de carácter autonómico como estatal, con el objeto de acordar en qué términos se iban a redactar los exámenes.
Dichos exámenes, insistían, debían acompasarse a la LOMLOE, cuyo enfoque competencial es incompatible con el modelo EvAU hasta ahora vigente. Puesto que los criterios de evaluación son los encargados de prescribir el modo en que debe actuarse para asegurar el desarrollo de las competencias específicas de cada materia, el nuevo modelo habría de ir aproximándose, aunque fuera de manera paulatina, al enfoque competencial del nuevo currículo: a un «saber hacer» que implique la movilización de los saberes adquiridos, y no la mera reproducción literal y mecánica de contenidos.
Cuatro meses largos ha estado deliberando y trabajando la comisión encargada de la materia de Lengua Castellana y Literatura para dar a la luz su modelo. Cuatro meses largos para terminar proponiendo una prueba idéntica a la anterior: en su estructura, en su enfoque, y aun en la formulación misma de las preguntas. La sensación de perplejidad, irritación y menosprecio ha sido mayúscula. El asunto raya en una soberana tomadura de pelo. Y no parece haber nadie dispuesto a poner coto a semejantes desmanes. Porque el Ministerio de Educación hace tiempo que decidió desentenderse de la puesta en marcha de la ley que él mismo había impulsado, y las universidades no parecen tomarse en serio la responsabilidad que la sociedad les ha encomendado.
Los sistemas, efectivamente, se resisten al cambio, y es fácil entender que transitar a un modelo íntegramente competencial debe hacerse sosegadamente, procurando con tiento y determinación el giro necesario en la cultura escolar y en la formación del profesorado. Pero una cosa es promover los cambios de manera progresiva y otra, muy diferente, impedirlos de raíz.
El modelo de la PAU 2025 propuesto por la Comisión entra en colisión con la legislación LOMLOE, violando de manera flagrante la normativa vigente (no solo la estatal, sino también la de la propia Comunidad de Madrid). La mayoría de las preguntas no responde, en modo alguno, a los criterios de evaluación establecidos para 2º de bachillerato, lo que induce a pensar que la comisión ni siquiera los ha tenido delante en ningún momento.
El mal para este curso ya está hecho. Nada impide, sin embargo, ponerse a trabajar ya para las convocatorias siguientes, aunque alguien debería pedir responsabilidades a los miembros de la actual Comisión y exigir su dimisión.
Necesitamos una prueba de acceso a la Universidad que impulse un modelo de escuela diferente, no solo para 2º Bachillerato, sino para la vida académica precedente, pues sabemos las repercusiones que este examen tiene en todas las etapas de la educación obligatoria. El nuevo modelo de acceso a la Universidad para Lengua Castellana y Literatura debería apostar por una forma de trabajar que dé cabida al análisis crítico de textos escritos, orales y multimodales; a una reflexión metalingüística no limitada a la definición, el etiquetado y la taxonomía, sino que haga de la reflexión sobre el uso lingüístico su línea medular y contribuya a la mejora de las producciones orales y escritas; que no desdeñe la importancia de la alfabetización mediática e informacional y la apuesta por una ética de la comunicación, y que se oriente el desarrollo de habilidades de interpretación de textos literarios y a la participación activa de todo el alumnado en los circuitos del libro y de la cultura. Los criterios de evaluación de la LOMLOE dan suficientes pistas acerca de cómo abordarlo.
El modelo de examen presentado, por el contrario, perpetúa un concepto trasnochado de la cultura y el saber, reducido a una pretendida erudición tan efímera como banal. Ni los futuros universitarios ni la sociedad en general debemos consentirlo.