A la catedrática Mar del Pozo Andrés se le nota que está entusiasmada con la exposición que ha montado. Madrid, ciudad educadora (Museo de Historia hasta el 1 de septiembre) relata la historia de la educación en Madrid entre 1898 y 1938, una época agitada y que trajo grandes cambios al sector educativo nacional y específicamente madrileño, cuando se creía que la educación lo cambiaría todo. Casi lo consigue, pero la Guerra Civil truncó este propósito de los regeneracionsitas. En la muestra, de la que Del Pozo es comisaria, se recupera un trozo de historia olvidado pero que se considera un referente del proceso de renovación pedagógica que más tarde la República llevaría a su máxima expresión. En estos 40 años que recoge la exposición se sentaron las bases del gran cambio educativo, se construyeron colegios, se inventaron los patios escolares en entornos urbanos y los maestros salieron al extranjero a formarse y empaparse de lo que se hacía fuera. Entre los objetos que se muestran, Del Pozo destaca un par de pequeñas joyas: una foto de Clara Campoamor dando clase de mecanografía como maestra y la cartilla de ahorro escolar (por aquel entonces se estilaban) de María de la O Lejárraga.
¿Qué se va a encontrar el visitante en la exposición?
Intenta recoger una parte de la historia de la educación en Madrid en la que se parte de un momento histórico importantísimo, la pérdida de las colonias, para ver qué movimiento intelectual se generó: el regeneracionismo. En esa reflexión, la educación cumple un papel muy importante. Los regeneracionistas más optimistas piensan que a España la salvará la educación. En ese contexto existe la escuela graduada que tiene un director, sala de profesores, incluso piscina más adelante. Tiene unos espacios que hasta entonces eran desconocidos, pero que se entroncan muy bien con la escuela actual. A partir de 1902 se empiezan a construir edificios escolares. De los 83 que se crearon, hoy siguen en funcionamiento 42 o 43 y todo el material de estas escuelas forma una parte de la exposición. La otra parte son documentos.
¿Hubo algún factor diferenciador en Madrid respecto a otras localidades?
Madrid se empieza a sentir capital. Se construyen obras como el metro, se asientan grupos bancarios, vienen muchos extranjeros durante la I Guerra Mundial. También la boda de Alfonso XIII, y la ciudad quiere mostrar que se preocupa de su educación. Se construyen muchos grupos escolares. Otra diferencia es el modelo de escuela. En Madrid son muy importantes las actividades preprofesionales que se dan en los centros a niños de 12 a 16 años y que estarán presentes en la mayoría de las escuelas públicas, algo que no está tan presente en otros sitios.
En esta época hubo un cambio en las escuelas, una modernización. Seguro que ocurrió en la II República, pero no sé si antes. ¿Cómo empezó?
Se empieza a modernizar la educación desde antes porque hay un movimiento pedagógico internacional, la Escuela Nueva, del que participan los maestros de Madrid. Viajan al extranjero, conocen a otros pedagogos, van al Instituto Samsa de Ginebra, donde estaba el centro de todos los nuevos métodos educativos en Europa. Poco a poco va cambiando la metodología, aunque no les ponen nombre a los métodos en general. Pero se apropian de una serie de ideas identificables con Decroly, aunque ellos no lo llamen así. Vamos viendo cómo paulatinamente hay una renovación pedagógica.
La exposición concluye en 1938. ¿Qué pasó tras la guerra?
La exposición se para en 1938 porque pasan muchas cosas en Madrid y las escuelas están a veces abiertas, a veces cerradas. A finales de 1938, los maestros seguían transmitiendo un mensaje de esperanza, pensaban lo mismo que los regenaracionistas, que surgiría una España nueva tras la guerra, más moderna y culta, y que ello se haría a partir de la educación. Los libros suelen acabar en 1939, pero en 1938 aún no se sabía y se trabajaba con entusiasmo e ilusión.
¿Diría que aquella época supuso el mayor cambio en el concepto de escuela y/o educación que nunca ha habido en España?
Fue una época de gran cambio. Ese gran cambio se considera como un proceso gradual de 40 años. Lo que se observa cuando llega la II República es que se construyen muchísimos más grupos escolares y muy modernos. Los maestros que llegan ya han estado en Madrid y muchos acceden a las direcciones escolares. Ya han practicado ideas renovadoras y lo siguen haciendo desde las direcciones. En la II República se introducen nuevas ideas, como las asociaciones de padres para que, al menos, participen algo de las actividades de la escuela. Está claro que esta va a ser un foco de transformación del barrio. Se ve una aceleración del proceso renovador, pero tampoco hay un cambio brusco. Venía de antes y en la II República se nota mucho y se extiende más. Pero los maestros son los mismos que antes, no aparecen con la República, aunque sí tienen más posibilidades de poder innovar en su escuela y las aprovechan.
Para cambiar tantas cosas haría falta también un cambio en los sistemas de formación, supongo.
Salir al extranjero pensionados por la Junta para Ampliación de Estudios empieza en 1907. No hubo para todos, pero un grupo reducido fue al extranjero. Se hizo un nuevo plan de estudios en 1914 con más exigencias culturales para los maestros y una formación en conocimientos más fuerte. La II República trajo el nuevo plan de estudios, que siempre se ha considerado el mejor que ha habido. Pero empezó en 1931 y solo hubo tiempo a que salieran dos promociones. El número de alumnos que terminó los estudios fue pequeño. Aunque alguno hizo sus prácticas y ejerció no se puede decir que el cambio se deba a ellos, no les dio tiempo.
Supongo que maestros y autoridades encontrarían serias resistencias de ciertos sectores de la sociedad.
En principio el gran problema es que la escuela pública, de la que hablamos en esta exposición, se consideraba la peor escuela, donde iban los pobres. Había mucha más escuela privada que pública. Hubo la resistencia que siempre ha habido de determinados sectores de considerar que no debería tener esa importancia y debería ser una escuela marginal a la que deberían ir los pobres con los pobres. Pero es más a nivel de debate, de discurso. Algunos partidos en el Ayuntamiento defienden un modelo de escuela tradicional solo para los pobres porque consideran que la clase media puede pagarse la privada y entonces ¿para qué construir escuelas? El discurso se mantiene, pero las familias, poco a poco, en un proceso que empieza en los 20 y se ve más en los 30, están entusiasmados por la escuela pública, que les ofrece una educación de calidad. Cada vez más la quieren y hay una gran demanda. Eso nos encontramos en la Guerra Civil, una gran demanda de escuelas y muchos centros en construcción.
Siempre se habla mucho de las maestras de la República, pero entiendo que no surgirían de la nada. ¿Qué papel jugaron en esta etapa previa?
En 1898 hay separación de sexos y en las escuelas de niñas las maestras son mujeres siempre. Cuando empiezan las escuelas graduadas, en las escuelas de niñas hay directoras escolares, algunas muy importantes y un referente para el resto de maestras. Desde principios del SXX hay mujeres muy relevantes que además se unen con inspectoras, profesoras de la escuela normal (las facultades de formación del profesorado), etc. y hacen actividades, como organizar los comedores escolares, que era una cosa completamente desconocida. Organizaron los roperos escolares para que no se notara que la gente era pobre (a principios de siglo la ropa te delataba como pobre). Las maestras empiezan a estar visibles en algunas de estas actividades. Muchas de ellas, cuando llega la República, serán directoras y estarán más visibles. Hasta 1931, en las escuelas de niños había un director y en las de niñas una directora. En la República, en 1931, se practica la coeducación hasta los 8 años y luego se hacen clases de niños y de niñas. Me he hecho un listado de todos los directores y directoras que hubo en Madrid hasta 1938 y se ve que en las escuelas graduadas con dirección única se suele preferir el varón, pero hay un grupo reducido de mujeres que tienen la dirección única y ellas lo pagaron caro. No fue tan fácil que los varones aceptaran la dirección de las mujeres y, al menos, en uno o dos casos fueron denunciadas tras la guerra. Le pasó a Justa Freire, denunciada por un maestro varón al que intentó enseñarle nuevas ideas y metodologías. Después de la guerra lo pagó.
¿Se sabe qué fue de ella?
Fue a la cárcel unos dos años por maestra laica. Si ves el auto del consejo de guerra la acusaron de ser maestra laica y de que en su clase alguien cantó una canción rusa y alguien levantó un puño. También la expulsaron del magisterio, varias veces pidió la revisión de su expediente de depuración y a mediados de los 50 consiguió volver a ser maestra, pero nunca directora y nunca en Madrid (está escrito en su expediente). La enviaron a Manresa y nunca ejerció demasiado. Es duro, Freire había pasado tres oposiciones en su vida y lo perdió todo.
¿Tememos datos de cuántos maestros fueron depurados tras la guerra?
Este concepto se suele entender mal. Depurados fueron todos porque todos los maestros tuvieron que pasar un proceso llamado de depuración en el que tenía que contar qué habían hecho durante la guerra, si habían ayudado a la República, dónde habían estado, qué cargos habían tenido, si habían seguido cobrando su sueldo y, la última pregunta, la más espantosa, era que contaran qué sabía de sus compañeros, que los delataran. Es durísimo, hubo maestros que delataron a otros para salvarse. Este cuestionario tuvieron que hacerlo todos. A los que les pilló en la zona de Franco desde el principio no tuvieron tanto problema si no habían tenido trayectoria política antes de la guerra, pero los que vivieron en la zona republicana habían seguido dando clase, se habían tenido que afiliar a algún sindicato… y lo pagaron. La idea es que de todos los maestros que pasaron este proceso fueron castigados el 25%, aproximadamente. Pero los castigos variaban: algunos ya no podían ser directores más y solo daban clase (y esto era lo mejor que te podía pasar). Otros fueron trasladados fuera de la provincia y pudieron volver al cabo de unos años. Otros fueron expulsados —como Justa Freire— y, en el peor de los casos, fusilados.
En la exposición intentamos contar la historia de los diferentes prototipos de estilos de vida que hubo en Madrid a partir de cinco historias personales: está Cidonio Pintado, un maestro fusilado nada más terminar la guerra; Estella Cortiz, que se exilió a México; Freire, de la que acabamos de hablar de ella; la directora Asunción Rincón, que da el nombre a un colegio en Madrid, fue directora de una escuela de magisterio a finales del SXIX, es una mujer monárquica y católica, pero introdujo novedades en la escuela como la correspondencia internacional con niños y niñas de otros países. Ella es una de las maestras que durante la guerra está en Madrid y el Gobierno republicano la castiga y la saca del servicio jubilándola (el Gobierno republicano también separaba a maestros del servicio). Luego, tras la guerra, cuando pasó la depuración, acerca de sus compañeros escribe lo que escribieron muchos: que estaba en su casa y que no sabe nada de nadie. También habló a favor de otros compañeros que fueron castigados. Que también los hubo, maestros que no fueron castigados, pero fueron solidarios y ayudaron a otros castigados por sus ideas. El quinto, Eduardo Canto, es el caso del maestro que denunció a todos los compañeros que pudo. Durante la guerra fue apartado y se refugió en el consulado de Chile. Era periodista también y fue canjeado (el propio Franco intervino en el proceso) por otros periodistas republicanos. Con Franco denunció a todos los compañeros que pudo y llegó a ser director general de Enseñanza y fue quien escribió en el expediente de Justa Freire que no podía volver a ejercer aquí. Las vidas de los cinco se entrelazan. Habían viajado juntos, se conocían todos (Madrid no eran tan grande entonces), cada uno se posicionó, tomó unas decisiones que marcan su vida y la de los demás.
También hay un apartado para el patio escolar, un desconocido hasta la época.
La gente se fija muchísimo en esto. Me llamó mucho la atención porque algunos maestros que salen a Europa vuelven entusiasmados con los patios que vieron fuera. En España prácticamente todas las escuelas públicas estaban en pisos. Hablo de Madrid, claro. En los pueblos al niño le soltaban al campo. Pero en Madrid en la calle había peligros, pasaban carros y caballos, y desde mil novecientos y poco, coches. El niño no está acostumbrado a andar entre coches y la prensa relata muchos atropellos de niños en los primeros años del SXX. El niño se tomaba el bocadillo en el aula de clase, que era un piso del que no salían. Los primeros grupos escolares se hacen ya con su patio y se empiezan a rodear —esto es muy español— con vallas para que el niño no salga. Todos los primeros grupos escolares tendrán un patio de recreo. A veces incluso hay un patio cubierto para los días de lluvia. Eso es otra actividad, los niños tienen que aprender a jugar con juegos que no son los propios de la calle, que normalmente son más violentos. En esto también tiene un papel el maestro, que sale a andar entre ellos a vigilarlos. Aquí surge la idea de educación integral, algo muy regeneracionista que habla de educar todos los aspectos del ser humano. El maestro tenía que estar pendiente de él en todo momento y la escuela que estar abierta al niño muchas horas. Algunas llegaban hasta las 12 horas.
¿Cuál es su objeto favorito de la exposición?
No lo sé. Quizá lo que más ilusión me ha hecho por inesperado y del último momento, es que en el colegio público Asunción Rincón aparecieron en una reforma tras un tabique unas carpetas con toda la correspondencia interescolar de las niñas de la escuela aneja graduada con unas niñas de la escuela de Alverite (Logroño). Por otras cuestiones, yo conocía a la maestra de esa escuela y tenía un archivo en Burgos con las cartas correspondientes de las niñas de Alverite al Asunción Rincón. Por primera vez las hemos juntado. Las niñas de Madrid les cuentan cómo es la ciudad y las de Alverite les cuentan cosas de pueblo, como las matanzas, etc. En las carpetas del Asunción Rincón se encontraron también muchas cartillas de ahorro. Madrid era el centro económico español, había muchos bancos y había que educar a la población para que los utilizara. Ese valor económico se transmite en las escuelas, donde les dan sus cartillas de ahorro y, si ahorran, el banco les bonifica y les da una peseta. Cuando empezamos y decidimos qué cartilla de ahorro poníamos en la exposición llegó la gran sorpresa: una de las cartillas era de María de la O Lejárraga, una de las grandes feministas, muy conocida durante la República, que estudió allí. En la exposición también hay una foto que descubrí un día, fijándome mucho, de unas clases de mecanografía y la maestra que está dando clase es Clara Campoamor, la parlamentaria de la II República. Antes de eso se pagó sus estudios y sobrevivió como maestra de mecanografía de Madrid. Me encantó encontrar eso.