“Completamente” descartado es como queda el posible caso de acoso escolar de una niña de 8 años que hace unas semanas recibió una paliza por parte de algunos compañeros del colegio en Palma. Una actuación que la mandó a hospital.
La Inspección educativa de Baleares concluyó que no se ha producido bullying, sino un caso aislado de violencia. A pesar de las denuncias de la familia en sentido contrario. «Es increíble. Si por un balón se puede dar una paliza como esa, estamos peor de lo que pensamos. Si fuera cierto, ¿qué estamos haciendo para que coger un balón pueda provocar un acto así?», se pregunta José Luis Pazos, máximo responsable de Ceapa.
Parece que si no existe evidencia de acoso escolar no hay más de lo que preocuparse, al menos, en este caso. Aunque hay personas para las que ataques como este, aunque sean aislados, han de hacernos reflexionar. “En el centro hace falta formación en convivencia”, opina Pedro Uruñuela, encargado, en su momento, de montar la política del Ministerio de Educación alrededor de la convivencia y uno de los principales integrante de la Fundación Convives, que se dedica, entre otras muchas acciones, a la formación de docentes y familias sobre clima escolar.
Para Uruñuela, la convivencia es una actuación que las administraciones perciben como reactiva. Siempre que sucede algo, reaccionan creando planes de convivencia (el que está en espera todavía, afirma, es uno de los secretos mejor guardados), poniendo (por fin) teléfonos de atención a las víctimas o activando protocolos.
Pero hace falta mucha más prevención. Para este experto la prevención viene a ser como meter dinero en una cuenta corriente para cuando llegan gastos imprevistos. Y esto es lo que no se está haciendo desde las administraciones, de manera que cuando suceden hechos como los de Palma o el de hace un mes en Almería, se reacciona, cuando podrían haberse evitado.
En el caso de Baleares tiene claro que el alumnado del centro podría haber recibido alguna formación sobre resolución pacífica de conflictos, como mínimo, lo que podría haber supuesto la diferencia.
Las cosas se están haciendo bien
Aunque las adminsitraciones puedan mejorar, y mucho, en sus actuaciones, Uruñuela tiene claro que “en España se están haciendo muchas cosas bien” en multitud de centros educativos.
Uno de estos centros es el CEIP Lluís Vives de Cullera, Valencia. Está dirigido desde este septiembre por Sara Carbonell, una de los miles de convencidos de los beneficios del proyecto educativo de comunidades de aprendizaje.
Sara nos cuenta que dese hace tres años vienen realizando diferentes actuaciones encaminadas a mejorar la convivencia, no solo del centro, si no de la comunidad en el que este se enclava. Sobre tres pilares: bystander intervention (“todos a una, Fuenteovejuna”), early intervention (actuar desde los 0 años) y “actuar en el sentimiento de la amistad que excluya la violencia”.
Después de saber que en Baleares no ha habido, oficialmente, acoso, nos preguntamos cuál es el trabajo que debería o podría hacerse desde los centros hacia y con las familias, y este centro valenciano ofrece algunas claves, puesto que todas las actuaciones se llevan a cabo contando con la familia.
“Si queremos acercarnos a la sociedad ideal por la que luchamos, a los valores de libertad y paz, explica Carbonell, debemos ir a una en todos los ámbitos de nuestra vida, nos tiene que servir tanto en casa, como en el parque, como en el patio del colegio”.
Esta es una de las claves también para Uruñuela. Desde Convives intentan que en las ampas de los centros donde actán haya madres, padres, especializados en cuestiones de convivencia, que puedan hacer de mediadores con la comisión de convivencia, e incluso que, cuando se detecten problemas con algún alumno, sean quienes contacten en un primer lugar con la familia de este chica o chico para informar de los problemas que estén ocurriendo en el centro.
Está claro que “tiene que haber coherencia entre lo que se dice en el centro y lo que se dice en casa”.
Desde el CEIP Lluís Vives, Sara Carbonell nos cuenta que hacen un importante esfuerzo en la formación conjunta del profesorado y las familias con tertulias pedagógicas dialógicas o en jornadas de formación como la «Trobada de Joves, Familíes i Professorat contra la violència de génere».
«Gracias a estas formaciones conjuntas, dice Carbonell, hemos aprendido que por muy pequeños que sean no se puede justificar o trivializar la violencia, porque lejos de desaparecer, va en aumento».
Empatía, empatía, empatía
Tal vez sea el asunto clave del trabajo en convivencia que se hace desde la perspectia de la prevención. Hemos podido leer en ocasiones la importancia de transmitir valores como el de la empatía al alumnado acosador para que cambie su forma de comportarse con los demás.
Pero no solo. Uno de los pilares importantes, desde el punto de vista de Uruñuela, tiene que ver con “los espectadores”, la mayoría del grupo que no hace nada cuando es testigo de alguna de las situaciones de violencia, sea esta física o no, que se dan en sus centros.
La idea es que hay que trabajar con este alumnado para que pierda el miedo a ser acusado de “chivato” por otros compañeros o, incluso, a convertirse también en víctima de acoso. Para Uruñeña es importante que niños y niñas cambien esta situación en la que hay una clara falta de compromiso ético puesto que, además del daño para quien sufre directamente la situación violenta o de acoso, el alumnado espectador se lleva como enseñanza que es mejor no meterse.
En un sentido similar trabajan desde comunidades de aprendizaje, tanto con el grupo como con las familias. Nos comenta Sara Carbonell que desde la escuela se le pide a las familias que animen a sus hijas e hijos a que denuncien si conocen situaciones de acoso, o si ellas y ellos mismos están sufriendo insultos o burlas. Se les dice, tanto a familias como a alumnado, que por contarlo “no son chivatos, sino valientes” y, asegura, a las familias “se les inlumina la cara” cuando desde el centro se las anima en este sentido.
“Cuando familias y escuela hablamos de la importancia de que nuestros hijos e hijas se posicionen siempre en favor de las víctimas, de la necesidad de crear redes de apoyo y la vinculación que tiene con disminuir el riesgo de sufrir bullying, la actitud de la familia delante de estos temas cambia”.
Ciertas actitudes no caben
Crear un ambiente escolar en el que ciertas actitudes no quepan es objetivo primordial de Juan Carlos Hervás, director del IES Julio Pérez en Rivas (Madrid). Desde hace una década vienen haciendo un trabajo enorme en convivencia que les valió en su momento el Premio Marta Mata.
En cualquier caso, hay una gran energía puesta en marcha para que la buena convivencia sea eje fundamental del instituto con programas relacionados con alumnado ayudante, alumnado tutor, comisiones mixtas con las familias, formación o equipos de mediación.
Hervás nos comenta que para intentar que estas actitudes que atacan la convivencia hacen mucho trabajo tutorial en el aula, pero también con la familia. Una actuación que les ha ayudado mucho en este sentido, siento un centro de Secundaria, es seguir los pasos del proyecto Includ-ed, gracias a lo que ahora mismo cuentan con unos 90 padres y madres que entran en las aulas del centro habitualmente.
Para Juan Carlos esto ha supuesto un cambio importante, al hacer que tanto alumnado como familias sientan una implicación de comunidad en su centro, algo poco habitual en los IES.
Otra parte importante del trabajo en su centro tiene que ver con el hecho de convertir a los alumnos en los protagonistas del proceso. “En un centro ha espacios oscuros” que solo ve el alumnado, problemas que no llegan a los adultos. De ahí el esfuerzo en su formación para la resolución de conflictos o en una gran diversidad de momentos: casos de marginación, problemas de acogida, acoso, alumnos disruptivos…
En el IES se ha formado un observatorio de la convivencia que está formado por alumnado y profesorado, pero también se intenta hacer una apuesta importante hacia la familia, a pesar de la dificultad, confiesa Hervás, de atraerlas cuando hijas e hijos entran en el instituto.
Para conseguir que no se desenganchen, entre otras cosas, se ha conservado la comisión de convivencia del consejo escolar, cuyas decisiones el propio Hervás acata. Pero también se hace toda la formación posible con madres y padres, se organizan convocatorias periódicas para atraerlas o se las convoca para hacerlas partícipes de los tres objetivos que anualmente se marcan en el centro (este curso relacionados con la educación emocional, la expresión oral y la atención a la diversidad) y ver con ellas la forma en la que pueden colaborar para conseguir dichas metas.
Si la comunicación entre las familias y los centros educativos es siempre compleja pero al mismo tiempo fundamental en el desarrollo educativo, en lo relacionado con la convivencia, es básico. Ya lo digan desde proyectos como el de comunidades de aprendizaje (todos a una, Fuenteovejuna) o desde entidades como Convives, debe haber una coherencia lo mayor posible entre lo que se dice en el centro y lo que se dice en la casa del alumnado.
Si la comunidad educativa no tira en esto en la misma dirección, difícilmente irá a ninguna parte.
Foto: Enric Catalá