Según los datos de la OMS, un 10% de la población española es disléxica. La mayoría (el 90%) tiene dislexia fonológica. Si trasladamos estos datos al aula, en una clase de 25 alumnos, habría al menos dos con esta problemática.
Es cierto que todavía queda mucho por saber, y que la comunidad científica no ha llegado a un acuerdo unánime sobre sus causas; no obstante, disponemos de la suficiente información como para dar respuestas a las dificultades más comunes que presentan los alumnos con esta problemática.
La dislexia es la gran desconocida y olvidada dentro del sistema educativo de todos los niveles. El diagnóstico es cada vez más temprano (no por ello lo suficiente), pero una vez detectada, todavía queda por recorrer el camino más importante y, generalmente, el más difícil: cómo abordarla, cómo tratarla. En 2006, la LOE incluyó a los alumnos con dislexia como «alumnado con necesidades educativas especiales», pero pese a ello, hoy no existe una normativa que fije cuáles son las acciones que llevar a cabo en las aulas: todo queda a la voluntad y preparación del profesorado.
¿Está la comunidad educativa suficientemente informada, preparada y concienciada de lo que es la dislexia?
Son muchas las familias y las asociaciones que luchan para que se reconozca y se den las respuestas necesarias a esta problemática. El sistema educativo está diseñado para acceder y evaluar los aprendizajes principalmente a través de una vía: el lenguaje escrito. Para quienes padecen dislexia, esto supone dificultades. La experiencia en el aula demuestra que todavía está muy interiorizada la idea de que el esfuerzo es la llave del aprendizaje, y esto no es así. Lo vemos en algunos casos de alumnos con dislexia que dedican una cantidad ingente de horas a estudiar, a leer y a repasar, y aun así, no logran alcanzar el nivel de aprendizaje que correspondería. Creer que el esfuerzo garantiza el éxito en la educación, es erróneo y lleva a muchos estudiantes a pensar que son tontos y, por tanto, a abandonar.
Todavía hoy son muchos los profesores y maestros, e incluso las familias, que no saben qué es (que no se la creen, incluso) y lo que implica realmente. Hay un conocimiento vago al respecto: “Les cuesta leer”, “giran las letras”, “confunden la b con d”, son algunas de las respuestas que se dan cuando preguntas qué es la dislexia. La dislexia es mucho más que esto, y según lo que se ha observado, implica una serie de dificultades, pero también de habilidades.
¿Qué es la dislexia?
Existen muchas definiciones al respecto. Manuel Escorial, presidente de la Asociación Valenciana de Dislexia y Otras Dificultades de Aprendizaje (Avadis) señalaba que: “Hay 30 definiciones y, según la que se tome, somos o no somos disléxicos, e implican soluciones diferentes”. Por poner un ejemplo, la Asociación Internacional de Dislexia la define como “un trastorno”, algo que rechazan desde Avadis. Defienden la definición de la Asociación Británica, que presenta la dislexia como “una combinación de habilidades y dificultades que afecta al proceso de aprendizaje de la lectura, la ortografía o la escritura”. Como resume el presidente de Avadis, “no se deja de ser disléxico; no es una enfermedad porque no se cura, pero hay un entrenamiento para minimizarla”.
La dislexia no afecta en la misma medida a niños que a niñas. La práctica demuestra que existen muchos más casos entre los niños. Se ha llegado a especificar que existe una relación de 8 a 1.
Durante mucho tiempo se ha pensado que en las personas disléxicas la información que se almacenaba en el cerebro se degradaba, quizás porque estaba mal registrada. No obstante, el estudio que dirigió el neurocientífico Bart Boets, publicado en la revista Science en 2013 demostró que el origen de la dislexia no es la incapacidad del cerebro para “representar” los sonidos cotidianos, sino la escasa conectividad en ciertas regiones del lenguaje del cerebro. Es decir, demostró que la información está intacta en el cerebro, pero la conexión para acceder a ella es demasiado lenta o, en ocasiones, está muy degradada.
Cuando pensamos en leer, estamos considerando las habilidades que tiene una persona para entender que el lenguaje escrito está formado por sonidos, y que estos tienen su representación en las letras. Esta es la parte más complicada para un disléxico: comprender que una palabra hablada, que suena como un sonido continuo, está en realidad formada por diferentes sonidos que, al unirse ininterrumpidamente, forman uno de completo. Así pues, la dislexia implica problemas para relacionar los sonidos que forman las palabras con las letras que representan dichos sonidos. La envergadura de estas dificultades queda mucho más clara cuando se conoce los procesos que se activan y las áreas cerebrales que están implicadas durante la lectura.
A modo muy general, la lectura se articula en tres áreas principales del cerebro: el área de Broca, el de Wernicke y el Lóbulo occipital.
El proceso comienza en el área de Wernicke, dónde el lenguaje se descodifica. La activación de esta área permite reconocer los fonemas como parte fundamental del lenguaje. Este es el momento en el que deletreamos las palabras. El Lóbulo occipital se encarga de procesar las imágenes. Con la práctica, viendo una y otra vez la misma palabra, seremos capaces de reconocerla a simple vista, sin necesidad de deletrearla. Por último, ya en el área de Broca, tendrá lugar el proceso de pronunciación. Aquí se formula el esquema práctico del mensaje verbal y donde se da la orden para realizar el movimiento adecuado para producir los fonemas de las palabras.
En las personas disléxicas las áreas de Wernicke y el Lóbulo Occipital tienen una actividad menor. Es el área de Broca (la encargada de la producción del habla) la que presenta mayores habilidades y es por esto, justamente, que se recomienda que los alumnos con dislexia sean evaluados oralmente: porque es la vía a través de la cual pueden expresarse mejor.
Conociendo las dificultades que tienen ciertas áreas del cerebro, y sabiendo que este es un órgano maleable: su anatomía y funcionamiento cambia a cada nuevo aprendizaje, con cada nueva actividad a la que nos enfrentamos; Guinevere Eden, presidenta de la Asociación Internacional de dislexia, profesora titular en el Departamento de Pediatría y Directora del Centro para el Estudio del Aprendizaje (CSL) en la Universidad de Georgetown, sostiene que las habilidades lectoras de un niño disléxico mejoran significativamente cuando se lleva a cabo un trabajo sistemático e intensivo dirigido a entender el lenguaje, es decir: conocer las reglas fonéticas primero, luego entender cómo está estructurado el lenguaje, y, finalmente, reconocer cómo este se relaciona con la escritura. Esto significa que incluso un adulto con dislexia puede llevar a cabo ejercicios que ayuden al cerebro a cambiar de tal manera que adquiera las habilidades o compensaciones necesarias que lo ayuden a ser mejor lector.
Pero no todo termina en la lectura, es necesario tener presente que, una vez el niño entiende la relación sonido-grafía, y puede leer, necesitará más tiempo para convertirse en un lector fluido. Por otro lado, para que el cerebro mejore (no solo las habilidades de procesamiento fonológico, sino también las habilidades para entender el significado de lo que se lee), será imprescindible entrenar el reconocimiento visual hasta que se produzca lo más automático posible como para avanzar hacia el entendimiento del significado.
Fuera del cuadro característico de la dislexia, existe una gama muy heterogénea de otras dificultades asociadas. Existe una comorbilidad entre la dislexia y otros trastornos como la disgrafía, la discalculia, dispraxia o el TDAH.
En ocasiones, además, la dislexia va unida a dificultades de pronunciación, con mayor incidencia ante palabras nuevas, largas o que contengan combinaciones de letras del tipo de las que le producen dificultades en la lectura.
Por todo lo expuesto, es importante insistir en la necesidad de la detección precoz, antes de que aparezcan problemas de personalidad derivados de un contexto que confunde la distracción, la torpeza y el agotamiento de un disléxico, con aspectos negativos como la falta de interés.
Algunos de los indicadores a los que podemos acudir son los siguientes:
Niños de Preescolar (Educación Infantil)
• Antecedentes familiares de dislexia (padres, hermanos, otros familiares)
• Retraso en la adquisición del lenguaje (pobreza de vocabulario y expresión).
• Escasa conciencia fonológica
• Dislalias
• Escasa fluidez a nivel de expresión verbal
• Falta de habilidad para recordar el nombre de series de cosas, por ejemplo los colores
• Confusión en el vocabulario que tiene que ver con la orientación espacial
• Alternancia de días «buenos» y «malos » en el trabajo escolar, sin razón aparente.
• Aptitud para la construcción y los objetos y juguetes «técnicos» (mayor habilidad manual que lingüística, que aparecerá típicamente en las pruebas de inteligencia.), juegos de bloques, lego,
• Dificultad para aprender las rimas y letras de canciones
• Dificultades con las secuencias
• Dificultades en reconocer formas geométricas, medidas y proporciones
• Dificultad de trazo: direccionalidad, presión y medida de las letras
• Dificultad de orientación espacial
Niños hasta 9 años
• Particular dificultad para aprender a leer y escribir
• Persistente tendencia a escribir los números en espejo o en dirección u orientación inadecuada.
• Dificultad para distinguir la izquierda de la derecha.
• Dificultad de aprender el alfabeto y las tablas de multiplicar y en general para retener secuencias, como por ejemplo los días de la semana, los dedos de la mano, los meses del año.
• Falta de atención y de concentración.
• Frustración, posible inicio de problemas de conducta.
– Falta de ritmo en la lectura, saltos de línea o repetición de la misma
Niños entre 9 y 12 años
• Continuos errores en lectura, lagunas en comprensión lectora.
• Forma extraña de escribir, por ejemplo, con omisiones de letras o alteraciones del orden de las mismas.
• Desorganización en casa y en la escuela.
• Dificultad para copiar cuidadosamente en la pizarra y en el cuaderno.
• Dificultad para seguir instrucciones orales.
• Aumento de la falta de autoconfianza y aumento de la frustración.
• Problemas de comprensión del lenguaje oral e impreso.
• Problemas conductuales: impulsividad, corto margen de atención, inmadurez.
• Dificultades para manejar el diccionario
Niños de 12 años en adelante.
• Tendencia a la escritura descuidada, desordenada, en ocasiones incomprensible.
• Inconsistencias gramaticales y errores ortográficos, a veces permanencia de las omisiones, alteraciones y adiciones de la etapa anterior.
• Dificultad para planificar y para redactar relatos y composiciones escritas en general.
• Tendencia a confundir las instrucciones verbales y los números de teléfono.
• Gran dificultad para el aprendizaje de lenguas extranjeras.
• Baja auto-estima
• Dificultad en la percepción del lenguaje, por ejemplo en seguir instrucciones.
• Baja comprensión lectora.
• Aparición de conductas disruptivas o de inhibición progresiva. A veces, depresión.
• Aversión a la lectura y la escritura.
Debido al cuadro tan heterogéneo que caracteriza la dislexia, es necesaria una reeducación integral en las que estén presentes la educación psicológica, logopédica y pedagógica.
La reeducación psicológica se encarga de ayudar al niño a conocer y aceptar sus dificultades, a mejorar su autoestima y a tolerar la frustración que todo ello conlleva.
La reeducación logopédica se ocupa de mejorar el desarrollo de las áreas sensorio-motrices y por establecer las bases para adquirir el aprendizaje de la lecto-escritura.
Por último, la reeducación pedagógica se encargaría de dar estrategias y recursos para las dificultades de aprendizaje a través de técnicas de estudio y estrategias que ayuden a compensar las dificultades.
Hasta aquí hemos visto muchas de las dificultades que entrañan la dislexia. Pero si reculamos hasta la primera definición, la de la Asociación
Británica, recordaremos que también se especificaba que la dislexia comporta, también, una serie de habilidades.
¿Cuáles son las habilidades de un disléxico?
Brock y Fernette Eide, ambos reconocidos médicos especialistas en problemas neuronales asociados al aprendizaje, abordan este tema en su libro Las ventajas de la dislexia. Para ellos, el mayor talento que posee un cerebro disléxico es su capacidad para “ver el cuadro completo”. Es decir, reconocer con claridad el contexto general de una situación. Gracias a esto, les es mucho más fácil prever cual será el desarrollo de un determinado proceso, o sintetizar un gran número de causas relacionadas con un determinado efecto. El “razonamiento interconectado”, hace que un disléxico “vea conexiones que otras personas no habían visto antes”, dice Brock.
Otra de las cualidades a las que aluden, es la habilidad para el razonamiento espacial, como por ejemplo, imaginar las perspectivas de los objetos en tres dimensiones.
Una tercera cualidad, es la de recordar los hechos como experiencias, ejemplos o historias, y no como abstracciones. Este fenómeno, que recibe el nombre de “razonamiento narrativo”, es útil en áreas como la historia o la literatura, así como en lo cotidiano, donde la experiencia se convierte en un gran maestro. Las personas disléxicas, señala Brock, “destacan en áreas en las que contar y entender historias es importante.
Por último, apuntan los autores, otra de las ventajas sería la capacidad de razonar claramente en situaciones dinámicas en las cuales los hechos involucrados no se conocen por completo o son cambiantes; podemos pensar, por ejemplo, en las finanzas, la geología o la paleontología.
Cabe señalar que, dichas cualidades, se presentan combinadas, algunas con mayor persistencia que otras.
¿Cómo se recomienda a las escuelas que actúen?
Para Josep Artigas (neuropediatra y psicólogo en la Unidad de Neuropediatría del Hospital de Sabadell), quien defiende que la dislexia es una desventaja ante una imposición cultural, existen una serie de pautas básicas que todo maestro/a o profesor/a, debería conocer y aplicar en el aula.
Aclarar al alumno que se conoce el problema y se le ayudará, no utilizar el método «global» para el aprendizaje de la lectura, ayudar a pronunciar las palabras, prestarle más atención y animar a preguntar, comprobar qe ha entendido, valorar el contenido del trabajo más allá de los errores de escritura, realizar valoraciones orales, darle material apropiado para su nivel lector o aceptar que se distrae con facilidad
La dislexia existe y persiste, pero utilizando los medios y los pasos adecuados, podemos conseguir que tanto quien la padece, como quien lo asiste, vean recompensados sus esfuerzos. Actualmente no se están dando las respuestas necesarias, asociaciones y familias lo saben bien. Es por ello que es tan importante y urgente que se conozca, que se hable de ella y se den a conocer aquellos métodos y estrategias que funcionan, pues, de otro modo, estamos destinados a fracasar. Las familias deben exigir las adaptaciones funcionales necesarias para que sus hijos e hijas accedan a la educación con equidad: sin vergüenza por ser diferentes, sin miedo a lo que puedan decir o pensar. Los centros educativos deben considerar la atención al alumnado disléxico como una prioridad. Y, finalmente, los órganos encargados de la educación, deben incidir y velar por que así sea; y, sobretodo, dar ejemplo.
Para más información:
http://www.disfam.org/prodislex/