Tuve la enorme suerte de conocerle personalmente en mi etapa como director del periódico semanal Escuela Española. En mi afán de ir haciendo evolucionar los contenidos del periódico hacia un horizonte cada vez más utópico y menos encerrado entre las cuatro paredes del aula tradicional, me tropecé con la figura de Vicent gracias a la acertada recomendación de otro querido amigo, también valenciano, Vicent Mauri. De ahí surgió el respeto, la estima y la amistad que he profesado a Vicent Esteve. Y de ahí una de las colecciones de artículos más acertados y brillantes que se han publicado en la prensa española: Magisterios Anónimos. Pablo Gutiérrez, hoy cabeza y corazón de El Diario de la Educación, entonces redactor y posteriormente redactor jefe de Escuela Española, puede dar fe sobre la calidad y brillantez de estos artículos de Vicent.
En el periódico nunca renunciamos a publicar un semanario de educación para las personas que leen y escriben. Resistiéndonos a la infame moda de que todo hay que contarlo en diez líneas porque “la gente no lee tanto…” y todo tiene que ir en píldoras y de forma muy gráfica, una idea reaccionaria que está arruinando la cultura y la educación. El periódico Escuela Española ofreció a Vicent una página desde la que nos contó cada mes la experiencia de gente que por sus conocimientos, destrezas y buen sentido habían sido capaces de construir sus propios argumentos de profesión y de vida, y de trasladarlos al ámbito educativo convertidos en una importante herramienta de transformación social.
Sin artificios, pero con sabiduría, sagacidad y conocimiento, cada mes Vicent reflexionaba sobre la complejidad y la oportunidad de cambio que supone vivir y trabajar en la construcción de un proceso educativo observado desde la perspectiva de la creatividad y de las nuevas ideas.
Desde Los Magisterios Anónimos tuvimos la oportunidad de hacer buenas las palabras de Federico Mayor Zaragoza: “(…) Aplaudir a todos los profesores, educadores y maestros que, con su ejemplo –’más vale un ejemplo que cien sermones’– cumplen, en su inmensa mayoría, de forma discreta y lúcida las carencias de tantos contextos familiares y de una sociedad que es más testigo que actor. Gracias de todo corazón a quienes siembran a contraviento, a quienes construyen puentes de paz, a quienes derriban imperturbables los muros de la discriminación”.
Gracias amigo Vicent porque estas palabras son un reflejo de tu vida y de tu trabajo diario. Siempre en mi corazón. Siempre en mi memoria.