La Universidad de Barcelona ha planteado en los últimos meses una serie de debates monotemáticos en el marco del conflicto Cataluña-España. Se ha hablado de economía, de historia, de lengua… el pasado jueves llegó el turno de la escuela, y el acto consistió en una ponencia de Juan Mateo -presidente del Consejo Superior de Evaluación del Sistema Educativo y exsecretario de Políticas Educativas del Departamento-, seguido de varias intervenciones de distinguidos miembros de la comunidad educativa. De debate hubo poco, como ocurre siempre cuando hay muchas personas queriendo decir muchas cosas en muy poco tiempo, pero sí surgieron algunas ideas interesantes, que vale la pena recuperar.
¿Qué nos distingue del modelo español?
A juicio de Joan Mateo, nos distingue prácticamente todo. Pero sobre todo subrayó tres aspectos: el modelo lingüístico, la evaluación y los itinerarios. Y no precisamente por este orden.
La lengua, porque el modelo plurilingüístico (que ahora se ha presentado, pero que Mateo asumió como propio, ya que se estuvo trabajando durante su etapa en el Departamento) no busca confrontar lenguas, sino complementarlas a fin de «desarrollar la capacidad comunicativa de los alumnos». «Cuanto más sabes de una lengua más sabes de las otras, las lenguas se deben aprender en contacto».
Sobre el modelo de evaluación por competencias, Mateo vino a decir que España se ha quedado anclada en el siglo XX a pesar de que hay «un mandato europeo de desarrollar el currículo a partir de las competencias». Vivimos en la complejidad y la incertidumbre, el conocimiento crece y se fragmenta, explicó Mateo, «y eso se debe aceptar y entender como un valor, no como un problema», pero a la vez advirtió que la pedagogía tradicional no puede dar respuesta a los retos que plantea esta nueva sociedad compleja, y en este sentido la nueva forma de trabajar el conocimiento sólo puede ser por competencias. Idea que en su opinión España parece no haber asumido todavía.
Y en cuanto a los itinerarios -o más bien «andamiaje» -, Mateo criticó el «modelo piramidal, selectivo y no inclusivo» del sistema educativo en España, pensado, afirmó, para favorecer las élites y apartar aquellos que no llegan. «Nuestra forma de entender la educación es muy diferente, y por eso hemos organizado todo el sistema de cara a la inclusión», porque «no sólo la educación, sino toda la sociedad debería ser inclusiva».
En este sentido, Mateo se refirió a la LEC (Ley de Educación de Cataluña) como «una ley magnífica que sin embargo no podía sobrepasar los límites de la LOE». Ahora tal vez le haría falta una actualización, afirmó, si bien admitió a continuación que difícilmente se alcanzarían los consensos del año 2009. Y se felicitó por los recientes cambios en la LOMCE que está introduciendo el nuevo gobierno español. «La LOMCE -apuntó el conferenciante- tenía unos elementos tóxicos y el PSOE los está eliminando, esto está bien, pero lo que está consiguiendo es volver a la LOE, que era una ley del siglo XX y no del siglo XXI».
¿La escuela catalana adoctrina pero es inútil ante la influencia ‘youtubers’?
Antoni Tort, profesor de la Universidad de Vic, fue quien más centró su intervención en las acusaciones de adoctrinamiento. Y lo hizo con la pereza de quien sabe que no tiene que convencer a ninguno de los presentes de que «son una tontería». Sin embargo, planteó una contradicción ciertamente llamativa. «Por un lado nos dicen que la escuela no puede combatir el poder de las redes, ni de los influencers, los YouTubers, el porno… pero en cambio tiene una capacidad brutal de conformar mentalidades políticas», comentó Tort. Y esto es porque la acusación de adoctrinamiento «parte de una concepción arcaica de lo que son los procesos de aprendizaje, que son muy complejos y no dependen de lo que pueda decir un libro de texto».
En la escuela se debe poder hablar de todo, pero ¿realmente se habla de todo?
Juli Palou, profesor de la UB y alter ego de Jaume Cela en los artículos que periódicamente publican en el Ara Criaturas, siguió con la cuestión, sin nombrarla y con la fatalista convicción de que «por mucho que digamos no nos harán caso». Ahora bien, también dejó caer que sí, que en la escuela obviamente debe poder hablarse de todo, y que hay que enseñar a pensar, pero que esto significa también que «si no sabemos qué piensan los que no piensan como nosotros, no pensamos».
Insistió varias veces en que hay que crear marcos mentales propios. Y que estos marcos pasan por la formación de los maestros («deberíamos cuidar el MIF», remarcó), para estrechar la complicidad entre universidad y escuela, y para «hacer ciencia» sobre el marco educativo. «No hay innovación sin cambios de marcos mentales, sin reconceptualización del equipo de docentes», añadió.
La teoría de las ‘teorías impacientes’
En cuanto a la investigación, Palou señaló otra diferencia respecto de España, según le han hecho ver algunos colegas españoles: «Aquí tenemos un acceso mucho más fácil a las escuelas». Ante tenía a Mateo, ya su lado la exconsellera Irene Rigau, visiblemente complacidos por la inesperada piropo. Pero a la vez advirtió, sobre la innovación, que «en nuestro mundo del saber tenemos teorías impacientes, que no se cierran, que no se constatan», y lo cerró afirmando que «los docentes no pueden sólo ser los receptores de los conceptos que otros generan, deben estar implicados en los procesos de cambio «.
Claustros divididos, una herida que no ha cicatrizado
Pilar Gargallo, presidenta de la FMRP, repasó en pocos minutos la historia del último siglo de escuela catalana para reivindicar que «el modelo que tenemos se ha hecho desde la base por estos movimientos de maestros, por la universidad y por el administración», pero también habló de presupuestos, de la necesidad de invertir más en formación, y sobre todo de una «herida» consecuencia del conflicto que hay que recordar. «Hay claustros donde hay bastante consenso, pero también tenemos claustros divididos, claustros que no quieren hablar de política y maestros que no quieren tratar el tema en el aula» a raíz de las acusaciones contra unos profesores «sin un gobierno que pudiera defenderlos». «La resiliencia de los docentes es muy grande pero no sabemos hasta dónde llegará», advirtió.
¿Por qué la segregación por lengua es inadmisible y las otras son admisibles?
Pero quien más tiró agua al vino fue la presidenta de FaPac (federación de familias), Belén Tascón, la que se alejó deliberadamente de la comparación con las otras realidades para asegurarse de que los presentes no marchaban sin recordar las carencias propias. Habló de «infrafinanciación», pero sobre todo de dos varas de medir: «El modelo lingüístico está muy blindado, pero no hemos sido capaces de blindar el resto de segregaciones», comentó Tascón. «¿Por qué la segregación por razón de lengua es inadmisible y en cambio no lo es la segregación por renta, religión, procedencia, género o capacidad?». Para la presidenta de la FaPac, estas otras segregaciones son consecuencia «del malentendido derecho de elección de centro». «No hemos dejado escoger a las familias la lengua de escolarización de sus hijos -enfatizó-, pero el derecho de elección de centro sí ha permitido estas otras segregaciones». Tascón definió la escuela concertada como un modelo que busca el beneficio («que no significa sólo económico») y consolida la sociedad patriarcal (mientras Rigau, a su frente, negaba ligeramente con la cabeza), y acompañó su intervención con unas gráficas en las que se veía que la partida en conciertos educativos no ha sufrido, durante los años de crisis y recortes, tanto como lo ha hecho el presupuesto general del Departamento. «¿Hay una ideología ante esto? Aquí lo dejo».
El debate hacía dos horas que había empezado y aún quedaba una última ponente (Igone Azpiroz, del Instituto Lizardi de Zarautz) cuando el cronista tuvo que plegar velas. La vicerrectora de Igualdad y Acción Social, Maite Vilalta, había dicho al abrir el acto que una de las ideas de este ciclo de #DebatsUB: Cataluña-España (que se seguirán organizando durante en 2019 y terminarán editando en libro) es abordar temas que «puedan explicar el conflicto pero también puedan ser la solución». Sería muy optimista afirmar que el de la escuela lo ha conseguido, pero al menos se ha intentado.