Hoy es el último día lectivo de 2019. Entrega de notas después de esta primera evaluación y de un trimestre largo y movido. Un año complicado de cambios y, sobre todo, de incertidumbres.
Empezamos, como quien en febrero con la aprobación en el Consejo de Ministros de la Lomloe, la propuesta de la ministra en funciones Isabel Celaá para derogar la Lomce del PP que espera desde entonces a que un Gobierno con suficientes apoyos la vuelva a enviar a un Parlamento prácticamente paralizado desde hace un año.
Hemos visto también cómo en este año electoral, en lo estatal y autonómico, encumbraba a la extrema derecha en muchas comunidades autónomas, hacía desaparecer virtualmente a Ciudadanos del Congreso de los Diputados y dejaba los equilibrios parlamentarios como hace un año. Nadie gobiernará, parece, si no es en coalición. Un escenario complejo e inédito que a la educación le está costando aguantar en una situación de interinidad cada vez más compleja.
Terminamos con unos resultados de PISA 2018 desconocidos. El estancamiento en matemáticas y ciencias, la asombrosa caída de comunidades como la de Madrid que se plantea hasta seguir participando en un estudio que nos deja, sobre todo, la duda en la fiabilidad de la recogida de los datos. No conocemos la parte principal del estudio por culpa de unos datos incongruentes en, según cuenta la OCDE, el 5% de los centros que han participado. Descartan la posibilidad dell boicot y apuestan por errores en la explicación de los examinadores al alumnado a la hora de enfrentar la prueba de rapidez de lectura. Habrá que esperar, posiblemente meses, para saber qué sucedió y en qué punto se encuentran chicas y chicos de 15 años en comprensión lectora.
Ha sido un año de fuertes críticas a la escuela concertada, señalamientos por ser responsable o partícipe de la segregación socioeconómica del alumnado. Uno de los mayores retos que ha de afrontar la adminstración educativa en los próximos años si quiere que el sistema educativo vuelva a tener un papel fundamental de ascensor social para buena parte de la población. Una segregación que también refleja el Informe PISA (a pesar de que falten muchos de sus datos más relevantes) o estudios como el realizado en la ciudad de Valencia.
Aunque no es el único. Como bien sabemos, el porcentaje de titulación en Formación Profesional de Grado Medio es otro de los puntos importantes. Con un déficit histórico en estos estudios España se deja a muchos chicos y chicas atrás, ahondando la brecha del abandono educativo temprano.
Ratios demasiado altas en no pocas comunidades autónomas, muchas de las cuales se han acogido a una legislación laxa que no impone los máximos previos a 2012. Currículos demasiado extensos, una tasa de interinidad que no termina de descender al ritmo que debería despúes de los acuerdos entre sindicatos y Gobierno central, infraestructuras que necesitan un mayor mantenimiento o la falta de personal complementario que apoye al profesorado en la atención al alumnado con necesidades educativas especiales.
Todos estos retos se quedan en el aire, al menos de momento, hasta que no se haya formado un gobierno con los suficientes apoyos legislativos como para enfrentar la situación. Esperemos tenerlos después de las vacaciones y que esto haga que se note, primero, en lo legislativo y, segúndo, en los presupuestos educativos, fuertemente disminuidos desde 2012.
Pero no todo son recursos económicos. El profesorado también necesita apoyo moral, si se quiere. Un reconocimiento tanto de la Administración como de la sociedad. Y más en un momento en el que se pone en tela de juicio su labor a la hora de educar, no solo instruir, a una población amenazada, cada vez más, por discursos del odio y que niegan la evidencia más clara sobre la situación de la violencia machista, los derechos humanos más básicos o la igualdad de todas las personas independientemente de su origen o credo.
Y no nos olvidemos de otros retos no estrictamente educativos pero que van a ser capitales en los próximos años, como el cambio climático y la respuesta que desde las aulas puede y debe darse: educación, concienciación y una mirada crítica que como sociedad no hemos querido o podido plantearnos hasta hace muy poco tiempo. Personas como Greta Thunberg, así como no pocos docentes en las aulas, deberían ser ejemplo de hacia dónde deberíamos tender, a pesar de quienes niegan la evidencia.
No queremos que este texto sea motivo de desánimo, a pesar de que los retos y los problemas el sistema educativo sean tan grandes que parecen inabarcables. Pensemos en ellos coomo acicates, como metas a las que tenemos que tender para conseguir una sociedad más justa, inclusiva y con una mirada más cercana a los derechos humanos. Y recordemos las palabras de Henry Giroux: «Los docentes son una amenaza porque enseñan a hacer preguntas».
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