En torno al mes de marzo solemos tener profusión de noticias, reportajes y otros trabajos periodísticos que nos informan de la situación de las mujeres: aportan estadísticas, entrevistas, resultados de estudios o trabajos de investigación o simples opiniones de la ciudadanía.
Bienvenida sea toda información relacionada con las mujeres y lo que nos ocurre, porque el mes de marzo –y el día 8 en concreto– sirve precisamente para recordar al mundo que la mitad larga de su población tiene desigual consideración, trato, oportunidades y condiciones de vida, respecto de sus iguales varones. Por eso es una fecha reivindicativa –como lo fue siempre desde sus inicios sindicalistas de clase hace ya más de un siglo– y no debemos contribuir a que sea una fecha festiva, como si de una simple celebración se tratara.
De estas observaciones se deriva que el sexismo es un lastre que arrastran todas las sociedades del mundo hasta la fecha y visulizar sus consecuencias puede y debe contribuir a mejorar la situación y a abolir toda forma de abuso, maltrato, discriminación o inferiorización basada en la condición de mujer.
Ello nos afecta a todas las terrícolas aunque, por supuesto, en una medida muy distinta. No tenemos la misma intensidad discriminatoria en países democráticos que en otros basados en leyes y normas consuetudinarias y/o religiosas inamovibles, tradicionales y dogmáticas y el mes de marzo sirve para hacerlo saber.
Bien es verdad que los medios de comunicación, escritos, audiovisuales o digitales, junto con las redes sociales y los canales de vídeo, marcan la agenda del interés informativo: unas veces silencian, otras maltratan, otras ensalzan, reiteran, hablan por hablar, etc. Y es curioso que hasta hace simplemente dos años, el 8 de marzo era informado casi en exclusiva por el número de manifestantes y de incidentes. Y, sin embargo, desde el 8 de marzo de 2018, vemos una enorme cantidad de referencias a lo que concierne a las mujeres. También lo hemos observado en la multiplicación de producciones culturales, como cuentos infantiles, estudios universitarios, cortos, series, películas, obras de divulgación feminista, charlas, talleres, debates públicos y acciones.
Desde el feminismo se trabaja a fondo y desde hace tres siglos, al menos. Y como las feministas están en poco número pero diseminadas en cualquier espacio visible o no, por eso van proliferando todas estas acciones que dan a conocer lo que las mujeres hemos hecho y lo que hacemos, dónde estamos y dónde no, qué nos desiguala respecto a los varones, etc…
Pero ya sabemos que todo lo que conoce una amplia y repentina expansión, se sustenta sobre bases frágiles, que pueden escorarse hasta caer. También sabemos que estos fenómenos tienen el riesgo de morir de éxito.
Pues bien, con el feminismo mediático ha ocurrido y ocurre algo semejante. Cualquier persona que se declara feminista a través de un vídeo en internet, de un foro virtual de debate o en un discurso institucional que le pasan por escrito, puede no saber exactamente las implicaciones y responsabilidades que ello conlleva; divulgamos y vulgarizamos el término y no miramos el concepto. Probablemente si preguntáramos a estas gentes : Y ¿qué significa feminismo? Nos darían respuestas tan divergentes e, incluso, incompatibles, que contribuirían a la ceremonia de la confusión, tan de moda.
Por eso hablo en el título del ruido mediático. Basta con un eslogan, una camiseta, un selfie grupal, un vídeo brindando, etc… para cumplir con la moda de declararse feminista, tanto mujeres como hombres (en menor medida).
Pero esta apariencia, como casi todas, engañan. Hoy en día mucho más, por la facilidad que existe para divulgar algo y su contrario como igualmente válido y, eso, apoyado en la cacareada libertad de expresión. Si yo me declaro feminista y tú también, aunque para mí el feminsimo sea un compromiso ideológico y vital y para ti un simple postureo, una máscara o un disfraz, que se quita y que se pone o que se pone sin saber qué significa, si esto ocurre, estamos construyendo una especie de feminismo de moda, superficial y aparente que impide profundizar en su trascendencia.
Para terminar daré unas pinceladas para situarnos en el camino feminista que continuará abriendo puertas a mujeres que las tienen cerradas, ampliando oportunidades, construyendo alianzas y destruyendo rivalidades, dando modelos nuevos para los proyectos de vida de niñas, jóvenes y adultas, para mujeres de aquí y de allá, de toda clase y condición.
- Pensar en “nosotras”, como sujetos políticos de cambio hacia la justicia.
- Formarnos e informarnos para no creernos acríticamente lo primero que se nos dice, sin contrastar. Sospechar de los tan frecuentes datos descontextualizados y del “dicen”.
- Intentar cambiar nosotras mismas y nuestro entorno (amistoso, profesional, vecinal, familiar)
- Introducir una forma de ver el mundo que nos permita mirar las desigualdades que vemos a simple vista y no negarlas, para poder actuar en favor de la Igualdad.
Este es un mini programa que nos permitirá llamarnos feministas con fundamento y que, evidentemente, implica un compromiso responsable con lo que se dice que se piensa.
El ruido impide la pausada y serena reflexión y dificulta en extremo el posicionamiento, sobre todo cuando tienes continuos incentivos para agitarte entre algo y su contrario a ver dónde te quedas.