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Una larga mañana de espera. En realidad, una larga espera que comenzó en la tarde del lunes y se prolongó más allá de la rueda de prensa en la que Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, anunciara el cese de las clases en todos los niveles educativos desde infantil hasta la universidad.
Una larga mañana hasta la rueda de prensa en la que Enrique Ossorio, consejero de Educación, diera a conocer el contenido de la Orden que va a regular la situación de los centros educativos hasta el próximo 26 de marzo, cuando se estudie la posibilidad de continuar con el «cierre educativo» o lo dé por finalizado. Hasta más alla de las 12 de la mañana no se conocieron los detalles de dicha orden que viene a decir que el personal de los centros debe permanecer en su puesto de trabajo (aunque se abre la posibilidad al teletrabajo) mientras las direcciones y los departamentos de los centros reorganiza el contenido didáctico para poder dar trabajo a todo el alumnado las próximas dos semanas.
La apuesta por las plataformas digitales y el correo electrónico como herramientas que pueden sostener la situación está por ver si da los resultados esperados. Hay bastante incertidumbre en este sentido.
Para Esteban Álvarez, presidente de ADIMAD, asociación de directores de centros públicos de secundaria, «es viable para la mayoría» del alumnado de secundaria, si tiene internet, salir al paso del mayor cierre de centros obligado nunca. Más de un millón y medio de niños, niñas y adolescentes van a permanecer sin ir a clase y, en principio, van a recibir toda la formación vía telemática.
Desde ADIMAD van a intentar que la Comunidad de Madrid clarifique uno de los puntos más conflictivos: la obligatoriedad de que el personal docente y de administración y servicios permanezca en el centro cuando, al mismo tiempo, se pide que se contemple el teletrabajo para el colectivo. «¿Por qué mantener al profesorado en el centro?», se pregunta. Y apunta, sobre todo, a claustros grandes de 80 o 100 docentes. Centros en los que, aunque se establezcan turnos para trabajar, pueden llegar a juntarse 20 o 30 profesores.
«El problema es la premura» con la que se ha hecho; el que haya habido órdenes contradictorias también. Pero «el profesorado es muy profesional», asegura y, aunque garantizar la atención educativa supone «mucho trabajo, es posible».
Posible problemas
Las dificultades son enormes. Todas las personas consultadas están de acuerdo. Se trata de un esfuerzo organizativo enorme para el que nadie ha tenido tiempo de prepararse. La jornada del martes posterior al anuncio se ha ido prácticamente en que cada docente trace un plan de trabajo para los siguientes quince días junto a su alumnado y también para mantener reuniones con sus equipos directivos para ver cuáles son las necesidades de unos y otros.
Hay previstas más reuniones y pequeñas formaciones para poder utilizar el aula virtual que tienen habilitadas muchas páginas web de los centros educativos. Pero no todo el mundo está acostumbrado a utilizarlas, ni todos los centros tienen unas páginas que utilicen más allá de poner información sobre las actividades que se realizan con frecuencia y algunas fotos.
En un país que se ve obligado a «tirar» de sus abuelas y abuelos para que se queden con niñas y niños cuando no hay clases, la situación se vuelve más difícil si las personas mayores son hoy por hoy el grupo de población que más en riesgo está.
En un país que tiene un tejido productivo fundamentado en la pequeña y mediana empresa, la recomendación del teletrabajo que han hecho desde las administraciones públicas, tampoco parece que vaya a poder suplir las necesidades de cuidado de las y los menores durante las horas que ahora van a tener que pasar en sus casas.
Desde la FAPA Giner de los Ríos, Camilo Jené, su presidente, apunta a la brecha por nivel socioeconómico que esta situación puede acrecentar. Familias que tal vez no tengan conexión a internet o un ordenador en casa. O que tengan más de un hijo al que atender. O que tengan solicitada una beca de comedor que garantizaba, al menos, una comida caliente al día y que ahora se queda en el aire.
Niñas y niños que van a pasar muchas horas sin posibilidad de supervisión por parte de ninguna persona adulta. Desde el Ministerio de Trabajo se están estudiando posibles soluciones, informaba eldiario.es, pero el cierre de centros es ya y las familias tienen el problema ahora.
Y la ratio. Hablamos con María (nombre ficticio), docente de secundaria. Tiene 120 alumnos. A los más mayores les ha facilitado su correo electrónico, a los más pequeños no («se supone que no tienen»), aunque sí a sus familias. «Me abruma como docente», explica. Y no solo la posibilidad de que su bandeja de entrada pueda convertirse en un pequeño gran caos de correos de madres, padres y alumnos con dudas o que envían los resultados de los trabajos que van a ir haciendo estos días.
Le abruma como docente el hecho de que hay cosas que no pueden sustituirse con un material digital. «Es distinto cuando haces una corrección en el aula: ‘Chicos, estos son los problemas que hemos encontrado’. Y luego, si alguien tiene dudas, se acerca o te acercas tú. Pretender una revisión que no se limite a calificar, sino que sea: ‘En esto has fallado, prueba por aquí, reformúlalo…’, eso es materialmente imposible».
Algo similar explica Jené sobre la posibilidad de tener cerca de 300 alumnos en total. «¿Voy a atender a todos? No hay horas en el día. ¿Y atender a sus familias? Es triplicar su trabajo». Para el portavoz de las familias está claro que «se va a perder materia». También critica que se han mandado «deberes» en primaria que son excesivos; «no están preparados», en relación al alumnado menor.
Isabel es maestra de compensatoria en un colegio con un 45% de población gitana de la capital. Ella tiene claro que estos quince días pueden solventarse sin demasiado problema «vía WhatsApp», asegura. Afirma que ayer la mayor parte de las familias gitanas no han llevado a los niños al colegio, un día antes de lo previsto. En cualquier caso, se ha establecido un plan de acción para todo el alumnado y este plan se ha comunicado por esta red social a todas las familias. El centro es pequeño, línea uno, algo más de dos docenas de docentes que de una forma u otra están en los grupos de WhatsApp. Como todas las familias lo están.
Asegura que es posible ir avanzando estos días y controlar que el alumnado realice las tareas previstas en el plan de acción, todo ello por WhatsApp. Porque, aunque ciertamente no todas las casas tienen un ordenador, sí todas las familias tienen un teléfono móvil.
La cuestión para ella, personalmente, radica en el hecho de que se pueda una quedar en casa a trabajar. No quiere acudir al centro. Tiene una madre mayor y, además, es hipocondríaca. No tienen ninguna necesidad de acudir al centro y sí cree que es posible que, vía redes sociales y tecnología, pueda salir adelante la situación. «Si quieres hablamos en una semana y vemos si ha funcionado».
Por su parte, CCOO, que ha solicitado una reunión de la Mesa Sindical para negociar las medidas que se van a desarrollar estos días, ha señalado el hecho de que hasta un tercio de las familias de la Comunidad (según un estudio del propio sindicato) no tienen medios informáticos ni una conectividad adecuadas, lo que va a provocar un aumento de la brecha entre aquellas familias que sí tienen acceso a los medios necesarios.
Extremando la situación hablamos con José Luis Gordo, es director de la UFIL Puerta Bonita, también en la capital. En su centro estudian chicas y chicos de entre 16 y 21 años. Algunos viven en centros de refugiados, en pisos de acogida e, incluso, en albergues de Cruz Roja, Cáritas o el Ayuntamiento de Madrid.
Se trata de un centro de «segunda oportunidad» en el que, además de materias troncales como lengua o matemáticas, chicas y chicos acuden para dar sus primeros pasos en una formación profesional (jardinería, hostelería, cocina…).
Desde el centro se ha planteado un plan de trabajo para los próximos días para aquellos alumnos con los es que es relativamente sencillo comunicarse por internet: correo electrónico, redes sociales, WhatsApp… El profesorado ha asumido el compromiso de contactar con ellos cada dos días. El plan de trabajo en el que se ha pensado, lógicamente, está diseñado para estas materias troncales, dado que las que se desarrollan en el taller tendrán que quedar aparcadas.
Para él, el hecho de que estos quince días salgan bien «depende de las circunstancias y la situación de cada centro». Desde su punto de vista, para su alumnado en peor situación «no va a ser muy efectivo» el plan desarrollado desde la Administración. «Nuestro alumnado aprende desde la acción, el proceso, no desde la reflexión».
2º de bachillerato
Uno de los puntos más negros está en el último año del bachillerato, el de las y los jóvenes que esta primavera se presentarán a las pruebas de acceso a la universidad. El temor, claro, es que se queden sin tiempo suficiente para hacer frente a todo el temario que tienen por delante. Dos semanas de cierre educativo que se funden virtualmente a las vacaciones de Semana Santa. Se quedan, materialmente sin tiempo para todo.
Esteban Álvarez, sostiene que es el problema más grave, el de este alumnado. Tienen menos días de clase, porque terminan antes que el resto de sus compañeros. La Comunidad de Madrid ha solicitado un esfuerzo especial en esta franja, que se extremen las medidas de atención a este grupo para que pueda terminar el proceso de cierre sin que noten en exceso la falta de diez días lectivos.
«La gente más angustiada es la de 2º de Bachillerato», confirma María al teléfono. «En principio, los temarios son los que son, las fechas son las fechas. No sé si más adelante decidirán si se pueden o no mover fechas… hoy, con el marco que hay, es muy complicado».
El consejero Ossorio ya dijo en la rueda de prensa que no se contempla un cambio en la EVAU, ni en fechas ni en contenidos. Fuentes del Ministerio de Educación y Formación Profesional señalan que todavía es pronto para hablar de cambiar las fechas de la prueba de acceso a la Universidad, a pesar de las dificultades que la situación actual puede provocar para varios miles ede estudiantes que están cursando el último curso de Bachillerato.
María asegura que, a pesar de todo lo contado hasta aquí, «estoy viendo sentido común, sensatez, buena voluntad… Entre los chavales, también, todos asumiendo que nos hemos encontrado con esto, desde los pequeños hasta los mayores».