La pandemia de Covid-19 ha impuesto muchas cosas a los centros educativos. Sobre todo, las ha dejado en los mínimos imprescindibles. Desde las extraescolares hasta la ordenación del currículo para que se centro en las competencias imprescindibles.
Una de las mayores preocupaciones, dado que la multiplicación de espacios y docentes no parece ser la necesaria para mantener ratios bajas en las aulas y distancias superiores al metro y medio, es el tiempo que pasan niñas y niños en los centros educativos.
Por esto, varias comunidades autónomas han decidido imponer, por encima de la comunidad educativa, la organización de sus horarios en jornadas continuas. Asturias, Aragón, Madrid, Navarra o País Vasco son las últimas en haber decidido que sus escolares tendrán que irse a casa a mediodía.
La división es enorme. Mientras muchas familias ven con preocupación cómo poder conciliar cuando se reduce el número de horas que el alumnado pasará en el centro educativo, otras han puesto en marcha campañas para que la jornada continua se generalice, al menos, durante el tiempo que dure la pandemia. Es el caso de las familias de 40 centros de Álava, públicos y concertados, que están recogiendo apoyos. Su propuesta es que sea una medida temporal y que se facilite la creación de hasta cuatro horarios diferentes de salida de los colegios: a las 14.00; a las 16.00 para quienes se queden en el comedor y a las 17.00 para aquellas niñas y niños que realicen actividades extraescolares.
Esto ocurre al mismo tiempo que la asociación de familias vascas Ehige mantienen las críticas contra el departamento de Educación por haber permitido que los institutos de la Comunidad, durante el tiempo que dure la pandemia y de manera excepcional, se acojan a esta jornada. Entre otras razones, más allá de la conciliación, porque se ha obviado la obligatoriedad de la consulta a madres y padres que impone la normativa vigente.
Desde Ceapa, Leticia Cardenal, su presidenta, explica que la organización no tiene una postura unánime al respecto. Sí tiene claro, por ejemplo, que revertir una medida como esta entra dentro de lo imposible. Entre otras cosas, porque la votación (en situación previa a la pandemia) se realizaba a petición de la dirección de los centros educativos. Cuando las familias intentan que se realice una nueva consulta, no hay formar.
A esto se suma el hecho de que en los documentos de los centros educativos, es decir, en los protocolos y planes de contingencia relativos a la Covid-19 que se elaboran, las medidas tienen fecha de junio de 2021. Hasta ese momento, en principio, no podría haber un cambio de postura en relación al horario continuo, ni a las actividades extraescolares, ya fueran las aulas matinales previas o las actividades después de la jornada lectiva.
Cardenal apunta a otro problema, al menos en Cantabria, comunidad en la que reside. El posible trasvase de alumnado desde la pública a la concertada precisamente por las dificultades de las familias para conciliar su horario laboral con el escolar de sus hijas e hijos.
Muchas de las actividades extraescolares, además, están organizadas por las AMPA (que no están presentes, ni mucho menos, en todos los centros educativos). Una realidad que se choca, ahora, con el hecho de que, por ejemplo, madres y padres se convierten en responsables de si hay contagios durante su realización. Algo que echa para atrás a muchas asociaciones a la hora de poner en marcha estos servicios.
El problema de la conciliación
En este momento, el debate ha dejado de sostenerse sobre la base de que, pedagógicamente, hay momentos mejores y peores en el día si se atiende al nivel de concentración del alumnado. No hay una teoría clara al respecto, aunque parece que las y los más pequeños rinden mejor por las mañanas, mientras que a partir de la secundaria, son las horas de la tarde las más propicias para el aprendizaje.
La pandemia se ha impuesto y ha impuesto sus reglas del juego. Las administraciones educativas, y no pocas familias, muestran su preocupación por la cantidad de horas que permanecen en colegios e institutos los estudiantes.
En muchos casos, las administraciones han querido dar tranquilidad a ciertos sectores señalando que hoy, la jornada continua, está vinculada a la evolución de la pandemia. De manera que la medida será extraordinaria. Aunque, si se atiende a aquellos territorios en los que se aprobaron jornadas continuas, no se ha dado ningún caso de vuelta atrás en la decisión.
En la Comunidad de Madrid no se ha impuesto este tipo de jornada, pero sí se ha dado la posibilidad a los colegios de infantil y primaria a acogerse a ella. Algunas familias han visto con asombro cómo a pocos días de enviar a sus hijos a las aulas se habían sumado a la continua.
El problema principal aparece para quienes no tienen posibilidades de conciliación por el tipo de trabajos que desempeñan, o no tienen dinero o familia suficientes como para que otras personas se encarguen del cuidado de niñas y niños hasta que sus jornadas laborales finalicen.
Una situación que se agrava en el caso de algunas comunidades que han suprimido hasta nueva orden las actividades extraescolares y previas, dejando el horario lectivo en su mínima expresión.
De nuevo la educación, principalmente la escuela, emerge como la principal (por no decir única) política de conciliación familiar y laboral del mundo adulto, más allá de las necesidades de una infancia que lleva más de seis meses sin escolarizar y sin tener acceso a gran parte de las actividades que venían desarrollando hasta febrero.