Seguramente muchos de mis compañeros se verán reflejados, otros tal vez no, pero aún así espero que me lean con ‘orejas verdes’, como dice Francesco Tonucci.
Esta vuelta al colegio es extraña, como es obvio. Y en un sólo día se puede pasar por diferentes emociones. La provocada por volver a ver a los alumnos, de tenerlo todo preparado para su llegada. Nervios e incertidumbre por cómo irá todo. El enfado porque parece que la educación, en este país, no es una prioridad. Tristeza por tener que aplicar unas medidas tan extremas con las que ‘La Escuela’ se convierte en otra cosa, algo antagónico a lo que entendemos por ‘La Escuela’. Todas estas restricciones que una parte de mí a ratos comprende y a ratos siente que es deshumanización.
Cómo vamos a enseñar y educar sin tocarnos, sin compartir, sin vernos las sonrisas, sin poder abrazarlos cuando estén tristes, lloren o se caigan. O para recibirlos por la mañana y despedirlos al final del día. O simplemente, porque te apetece. En esos momentos, es cuando pienso que todo esto es una locura. Que nos estamos equivocando. Y más después de ver que otros países han vuelto a la escuela con menos medidas y, pienso: ¿Nos estaremos equivocando?, ¿se equivocarán ellos? Pero al final, no soy científica y tampoco tengo la respuesta, así que quiero pensar que nadie sabe a ciencia cierta cómo hacerlo mejor (tal vez, sea éste un pensamiento naíf). Pero al final, sea mejor o peor, no está en mi mano cambiarlo.
Lo que sí que está en mi mano es la actitud que tomo frente a la situación actual. Lo que sí que está en mi mano es cómo recibo a los niños el primer día. Lo que sí que está en mi mano es cómo les acompaño durante el resto del curso. Por eso invito a los profesores y profesoras, madres y padres a cambiar nuestro punto de vista. Ahora no es nuestro momento, es el momento de los niños y niñas que van a volver el colegio, muchos con muchísima ilusión, otros con miedo por el maldito bicho. Ayudémosles a que vivan esto lo mejor que se pueda, a pesar de todo. Además, seguro que ellos respetan las medidas mucho mejor que los adultos.
La vida nos ha puesto ante este camino, de nosotros depende cómo vivirlo. Esto me lleva a una frase de Aristóteles que dice: “Educar la mente sin educar el corazón, no es educar en absoluto”. Por eso este año, y quién sabe si alguno más, hay que educar y cuidar el corazón más que nunca.
ÁNIMO.
Sara Marí Menal
Maestra de primaria