El 15 de mayo recibí un correo electrónico del director del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Se llama Hugo Casanova. Es mexicano y obtuvo su doctorado en Barcelona. Lo conocí como profesor mientras cursaba el doctorado en Pedagogía en la UNAM.
Ese día, conmemorativo de los maestros, me envió el libro sobre educación y pandemia, publicado por el Instituto con las aportaciones de casi todos los investigadores. Dos o tres días después, en el trajín de las tareas universitarias desde casa, abrí el archivo y encontré el texto. Lo descargué y comencé a leerlo con interés. Varios de los autores fueron mis maestros y hoy son amigos; ingrediente para incentivar la lectura.
Me gustó la idea y el formato. Algunos capítulos no tanto, pero el ejercicio me pareció estupendo. La obra, cuyo título es Educación y pandemia. Una visión académica, además, se distribuye de forma gratuita. Mientras pasaba las páginas durante aquella mañana, de pronto paré la lectura con una idea revoloteando en la cabeza. ¿Por qué no?, dije primero. Sí, podríamos hacer algo así en mi estado, Colima (México), sobre lo que sucede en las escuelas de la entidad, la más pequeña de este país enorme. En mi esbozo de proyecto había una gran diferencia. No se escribiría desde los cubículos de una ciudad universitaria, sino desde las aulas y escuelas a donde asisten niños y jóvenes de distintas condiciones sociales, étnicas, geográficas y culturales.
Pretendía un registro variopinto: todos los autores posibles, textos breves, interesantes, escritos por profesores de distintos niveles educativos, procedentes de varios municipios, publicado en un tiempo muy corto, digital, con descarga gratuita. Imaginé el resultado y me entusiasmó.
Tres meses después tuvimos el libro en la pantalla. Se llama Cuando enseñamos y aprendimos en casa. La pandemia en las escuelas de Colima. Lo presentamos en la primera semana de octubre; los enlaces al sitio de descarga en las primeras horas habían rebasado las predicciones más optimistas; la distribución es masiva también por redes sociales y correo electrónico.
La educación es una buena noticia
La publicación de un libro es, casi siempre, buena noticia. Un libro sobre educación es muy buena noticia, pero cuando ese libro sobre temas pedagógicos está escrito por profesores que viven del oficio docente, la noticia es excelente.
En tres meses logramos convocar, escribir, corregir y editar ese libro. Una proeza gracias a un equipo extraordinario: 17 autores trabajando en el registro de sus memorias, unos escribiendo ensayos libres; otros, relatos profundamente personales; algunos, apelando a datos de sus investigaciones. Todos, con el mismo propósito: contarnos su memoria de estos meses en que estamos enseñando y aprendiendo en casa. Unos, desde la docencia a través de las pantallas u otros medios, como la tienda del pequeño pueblo a donde asisten maestra y mamás para recibir y devolver los cuadernos de trabajo de preescolar; otros, desde las tareas de dirección o supervisión, un funcionario primero nivel en el ministerio estatal y una estudiante.
El libro es testimonio, ejercicio de la memoria y para la memoria, re-conocimiento y valoración de las prácticas extraordinarias que desarrollaron los docentes entre abril y junio.
Dicen que elogio en voz propia es vituperio. No elogiaré nuestro libro. Citaré las palabras de la maestra Sylvia Schmelkes, reconocida experta en México y América Latina, cuando le envié el libro. En su respuesta me describió, a su juicio, dos virtudes de la obra: oportunidad y valía por darle voz a los maestros y maestras.
En el libro encontramos muchas lecciones de lo que hicieron los maestros, de sus valoraciones y experiencias. Dos me parecen fundamentales: un buen maestro no garantiza a los niños que aprendan mucho y lo pasen de la forma más grata posible, pero un mal maestro pondrá un muro difícil de sortear para alumnos y madres, sobre todo de los más pequeños y en condiciones sociales adversas.
La segunda lección es que en la tensión entre confianza y control, hijas de dos posturas distintas, las autoridades y responsables de escuelas deben trabajar codo a codo, pantalla a pantalla con los maestros y tomar acuerdos; que debe escucharse más a los profesores y confiar en ellos, con libertades razonables y compromisos mutuos; porque nadie está más cerca de sus estudiantes que la escuela y los maestros. Son ellos la esperanza de, con sus defectos y virtudes, hacer posible el aprendizaje escolar en casa.
El libro Cuando enseñamos y aprendimos en casa es un homenaje a los maestros y una invitación a la reflexión sobre lo posible y lo deseable, en este larguísimo confinamiento y para las próximas décadas.