«Es fundamental que volvamos a pensar en el cambio climático y en el ámbito educativo como ámbito militante ante este cambio climático», comenzaba Cristina Monge la conversación con Carmelo Marcén.
En esta situación de pandemia global ambos coincidieron en que es necesario volver a hablar de medio ambiente y cambio climático en la escuela, entendiendo que se tratan, en el caso del último, de un fenómemo que ha venido para quedarse, en el que ya estamos inmersas e inmersos. Es momento, comentaba Monge, de ganarle todo el tiempo posible, frenando todo lo posible sus consecuentas para conseguir adaptarnos a ellas. Para ello, entre otras cosas, Carmelo Marcén señalabra la importancia de que el sistema educativo no se limite a dar a conocer hechos concretos: «Debemos ayudar al fomento de capacidades para relacionar hechos», aseguró. El objetivo, saber que lo que pasa ahora tiene consecuencias en el corto, el medio y el largo plazo.
Pero son muchos los retos que ha de enfrentar la educación y el sistema educativo en este sentido. Entre los más importantes se encuentran la divergencia que hay entre lo que se transmite en la escuela a niñas y niños y lo que se les transmite fuera de ella. «Sociedad y escuela deben aliarse para ganarle tiempo al cambio climático», insistía Marcén. Una idea en la que insistió Monge: «A mis estudiantes de Magisterio o del máster de secundaria siempre les digo que mi objetivo es intentar demostrarles que todo lo que pasa fuera del aula lo van a ver dentro y todo lo que se hace dentro del aula va a influir fuera».
Y en este interrelacionar y dentro y fuera de la escuela, Marcén cree que puede consolidarse escuchando y atendiendo, desde la segunda a organizaciones como Greenpeace, Ecologistas en Acción o Extintion Rebellion que llevan muchos años trabajando en estos temas de concienciación y educación ambiental.
Se trataría de sacarle partido a la capacidad de la escuela «de sensibilizar e implicar a los estudiantes en cambios de comportamiento, de consumo, de modelos de vida», explicó Monge, para, después, que estos mensajes impacten fuera de la escuela y, con el tiempo, hagan que «la sociedad en su conjunto se comprometa de manera mucho más clara».
Trabajar en la escuela
Para hacer esto, Carmelo Marcén entiende que ya hay mucho material disponible para el profesorado en internet, en las páginas web de estas organizaciones citadas más arriba y de muchas otras. No puede olvidarse, por ejemplo, el movimiento de Fridays for Future o Teachers for Future y sus reflejos en España. Y, por supuesto, la posibilidad que se abre ahora con la tramitación de la futura ley de educación.
Para Marcén es imporante que el nuevo texto legal recoja el concepto de ecodependencia, así como que fomente «el desarrollo de proyectos de trabajo que relacionen la cultura escolar con la cultura de la ciencia vivida».
Cristina Monge puso el acento en tres elementos necesarios para trabajar el cambio climático. El primero sería la contextualización, «poner de manifiesto las causas y las consecuencias» para no limitarse a «dar el dato y ya está». Para ella es fundamental «convertir los datos en información y, esta, en conocimiento».
El segundo elemento debería ser que el cambio climático y los temas de educación ambiental salgan de las clases de Ciencias Naturales o Biología «para convertirse en un problema colectivo que tiene que estudiarse, entenderse para actuar. Un conocimiento para la acción, no enciclopédico».
Y, por último, la necesidad de un cambio de enfoque en el tratamiento de estos temas. «Tenemos que hacer autocrítica», dijo. Para ello, el foco debería pasar de las consecuencias negativas de nuestro comportamiento sober el medio ambiente «para enfatizar la parte positiva de lo que ganamos» cuando se varía nuestro comportamiento. Lo ejemplificaba hablando de las primeras semanas del confinamiento debido a la pandemia allá por la primavera. «Hemos visto cómo nuestro cielo estaba más limpio, respirábamos mejor, cómo de repente los árboles parece que tenían otra vida».
«Tenemos que plantear esta lucha contra el cambio climático y por la sostenibilidad con alegría, poniendo énfasis en lo que ganamos y no en aquello a lo que renunciamos porque, en el fondo, probablemente no es tanta renuncia», resumía Monge.
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