Ahora que los sistemas educativos buscan construir las mejores respuestas para la realidad pospandémica, ahora que ya no hay excusas para la improvisación o para la falta de estrategias, aparece la hibridez como el concepto central.
Esta es una perspectiva en la que, dependiendo de las circunstancias o de la ola, o de las condiciones derivadas del paso de la covid por el mundo, se llevarán los procesos educativos mediante las dos modalidades: presencial y a distancia (o de manera virtual, que no es lo mismo).
Hablar de un sistema híbrido es hablar de que las y los estudiantes estarán algunos días en los centros educativos, en aprendizaje presencial. Y otros días estarán conectados mediante plataformas, para desarrollar aprendizajes por esa vía. Para evitar la presencialidad plena, permanente, entendida como una de las más poderosas maneras de generar contagios y mantener la situación de caos en nuestros países, se plantea la continuidad de la modalidad virtual, pero con algunos momentos presenciales.
Esta estrategia puede contribuir a calmar los estados de ánimo, a evitar el miedo y, por supuesto, a crear condiciones biosanitarias más favorables. La presencialidad aparece, en menor cantidad, pero aparece como un grito de esperanza, pero también de recordatorio de que la educación profunda y seria es aquella que se deriva de interacciones humanas que se fundan en la cercanía física.
Así pues, se abre la posibilidad de ir recuperando el clima, la calma y la sostenibilidad de los sistemas educativos. Además, parece que ya hemos tenido experiencia (aunque nunca será suficiente) en el manejo de plataformas, de dispositivos, en los diseños y planificaciones on line, en prácticas didácticas a distancia, etcétera. Con estos mínimos de experiencia, la realidad en el 2021 puede ser de mayor efectividad, de más agilidad, de mayor equilibrio en los tiempos u horarios escolares, de menos estrés o angustia (principalmente en padres y madres que tuvieron que asumir roles docentes para los cuales no estaban preparados).
Entre los retos está el de ir recuperando la sana actitud socioemocional para ir al encuentro de los demás. El terror pedagógico más grande, por lo menos para mí, es el de haber aprendido, de manera muy profunda, a vivir sin los otros, a acostumbramos a no tener vinculaciones con otras personas. Esto es muy grave en niños, niñas y adolescentes que pueden estar corriendo el riesgo de no aprender capacidades sociales que son fundamentales para su vida adulta, para su inserción ciudadana y productiva. Así la hibridez nos reta a que no hagamos de la presencialidad un elemento “relleno” a la virtualidad, un momento complementario o cosmético. Un momento para descansar de la modalidad en la que sí estamos aprendiendo en estos tiempos. La hibridez debe significar un conjunto de respuestas de emergencia, de adecuación a las condiciones biosanitarias (la virtualidad) pero que complementan, enriquecen y son necesarias para asegurar la modalidad en la que nos educamos plenamente (la modalidad presencial).
El otro reto crucial está en la organización de una vida social, personal y escolar más equilibrada, más atenta a todas las necesidades y posibilidades de la vida humana. Por ejemplo, ojalá que hayamos aprendido la lección relacionada con el hecho de que la virtualidad o el trabajo a distancia (mediante plataformas y dispositivos) no debe representar una invasión permanente e irrespetuosa a los tiempos en los que no debemos estar en modo escolar. Fue dramático presenciar, o sufrir, cómo a toda hora, en cualquier horario, en todo tipo de días, la invasión de mensajes o correos relacionados con trabajo, estudio o responsabilidades, nos llenaba de presiones y de incertidumbres, al mismo tiempo que teníamos que lidiar con la emergencia global. Espero que la hibridez nos lleve a una forma equilibrada, armónica, plena y humanizante para llevar la vida, principalmente la escolar, que sepamos que no todo se queda en las conexiones y en las sesiones virtuales ¡Que sepamos que la vida no se reduce a las pantallas!