Pero, ¿qué son las competencias básicas? Las «competencias» no son una metodología pedagógica para ayudar a que todos los niños y jóvenes aprendan mejor, ni una demanda del profesorado, ni un ideal de las familias, son una exigencia del mundo económico vehiculado por la OCDE. Tampoco son una novedad, pues desde los años 90 se están intentando introducir. En 2006 el Parlamento Europeo ya aprueba un cuadro de «competencias clave» necesarias por «el aprendizaje a lo largo de la vida, el desarrollo personal, la ciudadanía activa, la cohesión social y la empleabilidad», a iniciativa de la OCDE y el Banco Mundial.
Para entender este repentino interés en “transformar la educación” y “adaptarla a las necesidades del siglo XXI”, debemos tener en cuenta que la expansión neoliberal en un mundo cada vez más globalizado llegó también a la educación, modificando la política educativa oficial con el objetivo de responder a la sociedad de mercado y a las necesidades del mundo financiero, lo cual implica un cambio del sentido y de los objetivos que durante muchos años ha tenido la educación. Se trata de abandonar la idea de la educación como servicio público, como un derecho básico de toda la ciudadanía y con el objetivo de proporcionar una formación integral, para redefinir y planificar una educación al servicio de la economía entendida, ya no como un derecho universal, sino como una inversión personal (Cañadell, Rosa, 2013).
El neoliberalismo en la educación tiene como objetivos principales: abrir el mercado educativo para que las empresas privadas puedan realizar negocios en él; reducir el gasto público destinado en la educación y aumentar la privatización y la contribución de los ciudadanos y las empresas en su financiación; ofrecer una formación al servicio de las empresas, adecuándola a las necesidades del mercado de trabajo; disminuir la capacidad de la educación de generar conocimiento y pensamiento crítico; transmitir los nuevos valores neoliberales de competitividad y desigualdad y precarizar las condiciones del trabajo docente. Se trata de «posponer y supeditar los conocimientos humanísticos y críticos a la adquisición de competencias más próximas al mundo empresarial, al terreno laboral» (Díez Gutiérrez, Enrique Javier, 2018).
Para la OCDE la cuestión principal no son tanto los conocimientos que la escuela tiene que transmitir sino cómo la educación «puede promover el tipo de habilidades transferibles que se pueden utilizar para hacer frente y adaptarse a la incertidumbre y el cambio económico». Así, en la educación por competencias, «el conocimiento como tal deja de ser el objetivo central del proceso educativo, y pasa a jugar un papel secundario, dando prioridad a las técnicas para la resolución de problemas: el ‘saber hacer'». (Nico Hirtt, 2009)
Con el aprendizaje por competencias, como explica Nico Hirtt (2010), «el papel de la escuela ya no es el de transmitir saberes concretos (lo que en buena pedagogía implica evidentemente el ser capaz de aplicarlos), sino solamente el de enseñar a utilizar cualquier saber, preferentemente en situaciones complejas e inéditas». En la práctica, ello implica aparcar todo aprendizaje que vaya en el sentido de ampliar la cultura, estimular el espíritu crítico, fomentar la creatividad, el pensamiento libre, la capacidad de análisis de la realidad y la capacidad de transformar la sociedad.
Resumiendo, las competencias básicas son aquellas habilidades que las empresas han decidido que necesitan para el futuro del mundo laboral. Y para imponerlas y para sean menos costosas por el Estado, se recomienda que las instituciones privadas colaboren en esta tarea. Y esto es lo que explicaría el porqué, tanto desde la nueva innovación educativa (Escuela Nueva 21), como desde las empresas y bancos (Telefónica, Google, La Caixa, Banco Santander, etc. etc.), ya hace tiempo que se está promocionando esta práctica. Y, finalmente, se ha convertido en ley.
La excusa de todo es la adaptación de la educación a las “necesidades del siglo XXI”. Andreas Schleicher, director del área educativa de la OCDE, el creador del Informe PISA, declaraba hace pocos días en el diario El País: “La educación en España prepara a los alumnos para un mundo que ya no existe”. (El País, 18 junio 2021). Está claro que la educación tiene que preparar para el mundo del trabajo, pero no es esta su misión principal. La educación es un valor social y debe trabajar para la realización personal y la mejora de la sociedad. No queremos educar para que los y las jóvenes «se adapten» en el nuevo mundo del trabajo, sino para que tengan herramientas para defenderse de la creciente explotación y precariedad. Y para eso, son totalmente insuficientes las competencias básicas y algunas de las nuevas innovaciones.
Tampoco está claro que, a pesar de que encontramos muchos enunciados que nos hablan de las “evidencias” de la mejora del aprendizaje con el enfoque competencial, no existen estudios serios que den fe de ello. Y el único estudio que hizo en Cataluña, el 24 de novembre de 2020, el Consell Superior d’Avaluació de Catalunya, sobre la experiencia de “EscolaNova21”, que durante 3 años “promocionó” las competencias básicas y toda la retórica sobre la nueva innovación, el resultado fue que “a pesar del esfuerzo, dedicación, propuestas a dedo, acosos, explotación laboral, fines de semana de trabajo y otros daños colaterales, las propuestas de Eduard Vallory y la Fundación La Caixa, las consecuencias, en cuanto a resultados educativos, son nulos” (Xavier Diez, 2021).
Pero, además, con la excusa de la Innovación Educativa se están implementando otras medidas claramente neoliberales: proyectos «singulares» que desmiembran el concepto de educación pública igual para todo el mundo y que estimulan la competencia entre los centros; direcciones empresariales que “eligen” a dedo al profesorado y lo dejan atemorizado por miedo a perder su plaza; disminución continuada del gasto público, empresas que entran en las escuelas… que no hace más que privatizar el sistema y consolidar las desigualdades sociales del alumnado.
Por otro lado, se está devaluando y culpabilizando al profesorado. De repente, y en los momentos de más recortes, aparece la idea (altamente difundida por los medios de comunicación) de que «la educación no funciona» y que el problema es que el «profesorado no está preparado por la educación del siglo XXI». Y, por lo tanto, hay que cambiarlo todo. Todo aquello que se ha hecho hasta ahora, no sirve: ni contenidos, ni memoria, ni profesor/a que enseñe. Ahora el profesorado ha «de acompañar» el aprendizaje del alumnado y «los niños y jóvenes tienen que escoger itinerarios educativos según sus necesidades y motivaciones» (Fundación Bofill), como si las necesidades y las motivaciones no tuvieran nada que ver con el entorno cultural y económico del alumnado. Finalmente, “lejos de favorecer la innovación pedagógica el planteamiento por competencias encierra a los docentes en una burocracia rutinaria” (Nico Hirtt, 2010).
Sin embargo, dentro de un sector de profesorado progresista, este enfoque ha encontrado cierto consenso, porque se ha asimilado a las pedagogías constructivistas. Pero no es así, en el enfoque constructivista, las diferentes prácticas pedagógicas tienen el objetivo de ayudar a consolidar los saberes, mientras que en el enfoque por competencias los conocimientos quedan reducidos a una herramienta al servicio de la actividad del alumno, es decir, de la competencia correspondiente. Su objetivo es más el aprendizaje en el «saber hacer» que en el «aprender» y con la «evaluación por competencias» se refuerza todavía más la devaluación del conocimiento, puesto que lo importante es saber lo justo para poder aplicarlo. Como explican los autores de Escuela o Barbarie: «El planteamiento por competencias… es el de un sistema que profundiza en las desigualdades y que abandona por completo su misión ilustrada de elevar el nivel cultural e intelectual de la población” (Llíria, Carlos F. 2017).
El desprecio de las clases magistrales, de la utilización de la memoria, de los libros de texto (convertidos en digitales) y de todo aquello que se hacía, son también elementos que dificultan la transmisión del conocimiento. La memoria es absolutamente necesaria para retener los conocimientos y, sin conocimientos, no hay cultura, no hay comprensión de la realidad, no hay capacidad de análisis, no hay posibilidad de tener espíritu crítico, ni hay tampoco posibilidad de ampliar el propio conocimiento. «Cuanto más se desprecia la memoria y el aprendizaje de datos, más se favorece que el alumnado recurra a la memorización mecánica, puesto que no tienen en mente los datos y referencias que los permiten articular una comprensión significativa de lo que estudian» (Galindo, Enrique, 2019).
Finalmente, es evidente que hay que mejorar la educación, pero cualquier innovación educativa tendría que tener como objetivo buscar aquellas prácticas educativas que mejor ayuden a aprender y a preparar personas libres y cultas, críticas y solidarias y no trabajadores y trabajadoras productivas o emprendedoras competitivas. La escuela no puede ser una mera fábrica de jóvenes precarios, sumisos e incultos, y esto es precisamente lo que está intentando la deriva neoliberal a la educación y algunas de las nuevas prácticas «innovadoras» (Cañadell, Rosa, 2020).
Alejar a los alumnos del acceso al conocimiento implica tener ciudadanos sin capacidad crítica, lo cual los convierte en ciudadanos dóciles y fáciles de manipular. Y los más perjudicados son precisamente los que más lo necesitan, los más desfavorecidos socialmente, porque se les estafan los contenidos culturales que les permitirían comprender las causas, políticas y económicas, que les han llevado a su situación.
Debemos denunciar todas estas estrategias y organizar la resistencia y la lucha por una educación pública, democrática y verdaderamente emancipadora.
[Ver Manifiesto promovido por el SIEC (Seminario ïtaca de Educación Crítica), “Por una educación al servicio de las personas, el saber y la cultura”, firmado ya por 1.030 personas)].
Referencias:
• Cañadell, R. (2013). ¿Qué pasa con la educación? Preguntas (y respuestas) más frecuentes. Ed. El Viejo Topo.
• Díez Gutiérrez, Enrique Javier : Neoliberalismo educativo. Ed. Octaedro 2018
• Hirtt, Nico, 2009: L’approche par compétences: une mystification pédagogique. http://www.skolo.org/2009/10/01/lapproche-par-competences-une-mystification-pedagogique/)
• Hirtt, Nico. 2010: «La educación en la era de las competencias». Revista electrónica interuniversitaria de formación del profesorado, ISSN-e 1575-0965, Vol. 13, Nº. 2, 2010
• Díez, Xavi. 2021 https://blocs.mesvilaweb.cat/xavierdiez/lescola-nova-21-certifica-el-seu-fracas/
• Fundación Jaume Bofill: https://fundaciobofill.cat/
• Carlos F. Liria, Olga García, Enrique Galindo. 2017: Escuela o barbarie. AKAL 2017
• Galindo, Enrique, 2019: Educación por competencias vs competencias de la educación. https://www.catalunyavanguardista.com/educacion-por-competencias-vs-competencias-de-la-educacion
• Cañadell, Rosa; Corominas, Albert y Hirtt, Nico, 2020: El menosprecio del conocimiento. Icaria Editorial. 2020)