A pesar de que en los últimos años parece que los temas relacionados con la salud mental están dejando, en cierta medida, de ser el tabú que han sido hasta ahora, queda mucho camino por recorrer todavía. Esta podría ser una de las conclusiones del último informe de Unicef sobre la situación de la infancia en el mundo, titulado En mi mente.
El informe dibuja una situación en la que, al menos, el 13% de los adolescentes de entre 10 y 19 años, tiene algún problema de salud mental diagnosticado. Imposible saber cuál es el porcentaje de quienes no tienen ningún diagnostico.
A la situación de esta juventud, lógicamente, hay que sumar el hecho de llevar año y medio en mitad de una pandemia en la que, a los meses de confinamiento estricto en los que toda la población ha vivido, hay que sumar el cierre de centros educativas durante meses en buena parte de mundo, la pérdida de empleos de las familias o las situaciones de violencia de género y contra la infancia que, según todos los expertos, han aumentado en este tiempo.
Las cifras son dramáticas. El suicidio se ha convertido en la quinta causa de muerte entre las personas de 10 a 15 años y de todos los diagnósticos de salud mental, el 40% responden a trastornos de ansiedad entre las y los jóvenes.
El informe ofrece algunas cifras sobre España. No son especialmente halagüeñas. El 58,3% de las chicas y chicos de entre 15 y 24 años reconocen que se sienten preocupados o ansiosos a menudo y hasta un 68%, deprimidos o tienen poco interés en hacer cosas a veces. «Son la punta del iceberg», explicaba Gustavo Suárez, presidente de Unicef España durante la presentación de los datos. «La ocultación de los datos es muy frecuente». Y es que sigue pesando un importante estigma en relación a los problemas de salud mental, tanto entre jóvenes como entre personas adultas.
Una situación precaria que se ve empeorada por las situaciones de precariedad socioeconómica y por las derivadas de la pandemia de Covid-19 que vivimos. «En España necesitamos política nacional de salud mental de la infancia y adolescencia», insistía Suárez. Hoy por hoy se está trabajando en una estrategia nacional de salud mental y los responsables de Unicef esperan y piden que se contemple algún capítulo específico dedicado a la infancia y a la adolescencia en ella. «El momento de actuar es ahora», sentenciaba el presidente de la organización en España.
María Ángeles Espinosa, profesora de Psicología Evolutiva de la Autónoma de Madrid también participó en la presentación del informe. Entre otras cosas insistió en la idea de que «no dimensionar el problema puede condenar a los niños a limitar su desarrollo».
Para Cristina Jonquera, responsable de incidencia política de Unicef España, uno de los datos más llamativos es la estasa financiación pública en salud mental, del 2% a nivel mundial. «Es un reto global. Veremos que se dimensiona y se le da importancia cuando veamos una inversión mayor; con un compromiso político mayor».
En la presentación también estuvo presente Raúl Bermejo, maestro de educación infantil, que habló del papel del profesorado en la detección de casos de salud mental entre la infancia y la adolescencia. PRincipalmente de las dificultades debido a las ratios en las aulas. «Es difícil de percibir». Eso sí, habló de la necesidad de que en los centros educativos se deje espacio a hablar de las emociones del alumnado, sobre todo después de este tiempo de pandemia, de incertidumbre y dificultades.
Junto al papel de los centros educativos, también se habló de la importancia de poner en marcha programas de parentalidad positiva datdo que la familia tiene un papel fundamental en la prevención y en la protección. Para María Ángeles Espinosa, además de esto, hay que tener en cuenta que madres y padres también tienen sus propios problemas de salud mental, causados en muchas ocasiones por situaciones que escapan a su control. Es por eso que es importante que haya «políticas públicas que apoyena las familias y a la infancia».