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Los datos no son buenos. De hecho, resultan un tanto desalentadores. Un porcentaje nada desdeñables de chavales jóvenes cree que la violencia de género (VG) es un invento ideológico. De una manera u otra han comprado el discurso de la extrema derecha que habla de ideología de género y reniega del hecho de que las mujeres son violentadas por el mero hecho de serlo. También esto ocurre entre las adolescentes, aunque en una proporción mucho menor.
Según los datos que maneja Save the Children, el 20% de los chicos cree que no existe, que es un invento ideológico. Entre las chicas, quienes están de acuerdo con estas afirmaciones, están el 9,3%. A la gravedad de estas cifras hay que sumar el hecho de que entre la última cfra disponible y esta ha peasado poco tiempo y se ha duplicado el dato.
Además de quienes niegan la mayor de la existencia de situaciones violentas (física, psicológica o sexualmente), hay una proporción de jóvenes que creen que algunas de ellas, además, son inevitables. Así, un tercio de los jóvenes cree que el control que se ejerce sobre la pareja es algo «normal»: control en relación a los horarios, a quién puede o no puede ver, sobre su vestimenta, sobre sus estudios… En el caso de los chicos, el 24% cree que la VG es inevitable y que siempre ha existido (14,7% de las chicas están de acuerdo con esto), mientras que para el 15% de los chicos los casos de VG de poca intensidad, en realidad, no son un problema (las chicas lo creen en un 7%).
Queda mucho trabajo por hacer en la identificación, por parte de las chicas, de las situaciones de violencia que puedan estar viviendo en sus relaciones sexo-afectivas. Muchas de ellas, como en el caso de ellos, no ven qué es violencia. En cierta medida porque entienden que la VG afecta a mujeres más mayores, no a ellas, y porque, también en cierta medida, la mayor parte de los esfuerzos de la Ley integral sobre VG se centra en las adultas y deja fuera de estudios y actuaciones a las adolescentes. Estas son algunas de las conclusiones del informe de Save the Children, No es amor, en el que desgrana algunos de los datos y situaciones que las chicas adolescentes están viviendo hoy por hoy en nuestro país.
Como ha explicado Andrés Conde, presidente de Save the Children, las relaciones afectivo-sexuales durante la adolescencia están marcadas por unas características específicas que están ayudando a la situación de VG que viven muchas jóvenes: la intensidad con la que se viven, ha explicado, «puede justificar las primeras agresiones»; además, son relaciones muy medidas por las redes sociales que durante la pandemia y, especialmente, el confinamiento han ganado un protagonismo extraordinario. Otras características que se dan entre las y los adolescentes podrían ser la falta de percepción como víctimas y agresores o que se perciba la violencia de control como algo natural, no como un problema. Algo que también pasa con la violencia sexual, seguramente, por culpa del consumo de pornografía.
Según una encuesta realizada hace algunos meses por la ONG, un 71% de los chavales (28,8% en el caso de ellas) consume pornografía diariamente y esto está repercutiendo en sus relaciones sexuales. La pornografía se ha convertido de esta manera en la «referencia básica en términos de conducta sexual, a pesar de ser percibida como sexista y violenta», explicaba Conde.
Para Catalina Perazzo, responsable de políticas de infancia de la organización, existen instrumentos para frenar esa ola de negacionismo por parte de un porcentaje elevado de chicos. También de chicas. La primera de ellas es que la Ley de protección a la infancia recién aprobada se despliegue en toda su capacidad. Para ello deben ponerse en marcha campañas de sensibilización, así como programas de educación afectivo-sexual y deben contar, además, con una financiación suficiente. Para Save the Children, esta financiación debería rondar los 155 millones de euros, algo que está muy por enicma de lo que han podido ver en el proyecto de Ley de PGE para 2022.
Además de esto, también señalan la necesidad de desarrollo de medidas previstas en la Lomloe como las de educación afectivo-sexual o la formación en el uso de las TIC entre chicas y chicos. Otras medidas pasarían por generar protocolos de prevención y protección, programas de reeducación para agresores, mecanismos de denuncia seguros para las chicas jóvenes.
Desde la organización también apuestan por dar a las familias los recursos educativos necesarios para intentar prevenir la VG. No solo dejar esto en manos de las autoridades o de los centros educativos. Por eso han publicado una serie de recursos de apoyo a las familias para que puedan abordar en casa temas relacionados con la sexualidad, el ciberacoso o la coeducación.