El gran problema del cambio climático, lo resumo en una genuina pregunta: ¿Estamos a tiempo?
Esta semana, el secretario general de la ONU, António Guterres, en la apertura de la Cumbre del Clima, COP 26, es lapidario al decir: “Basta de tratar a la naturaleza como un retrete y de cavar nuestra propia tumba”.
Hace un mes atrás, en la cumbre juvenil sobre el clima, escuchamos a la activista Greta Thunberg, que se burlaba de los discursos de los gobernantes mundiales, diciendo que todo eran falsas promesas convertidas en “bla, bla, bla”. Y la escuchamos hoy, diciendo que la COP 26 no va a generar los cambios que necesitamos.
Y a todo lo anterior, les sumamos que la naturaleza nos habla y nos invita a convivir de la mejor manera.
Son grandes llamados de atención, pero no se trata de estar en bandos opuestos, todo lo contrario, necesitamos despertar y asumir que todos podemos aportar para preservar el ecosistema.
El conocimiento, la voluntad y el entendimiento, deben estar al servicio de la naturaleza. Si esto fracasa, es posible que no tengamos la capacidad para dimensionar cuanto nos queda por conocer, admirar y preservar de nuestro planeta.
Cuando hablamos de educación, debemos asumir que aún somos analfabetos para enfrentar los desafíos del siglo XXI, es decir, equilibrar nuestro ser racional, formarse para la vida y convivir en un entorno armónico. Y al parecer, está resultando un caos.
La naturaleza es un amoroso ejemplo de convivencia, ella habita en un gran equilibrio interno y desafía a la especie humana para que haga lo mismo.
Nacimos con una idea preconcebida: el ser humano al centro del universo y el ecosistema alrededor de él, para satisfacer sus necesidades. Pero al parecer estamos en contra del tiempo para dar vuelta a esta idea y poner al centro de todo a nuestro ecosistema y nosotros al servicio de él, como siempre debió ser. Como fue desde los inicios. Como fue desde nuestros inicios.
¿Qué se hace desde la educación para asumir esta responsabilidad y favorecer ambientes ecológicos?
Se hace un trabajo interesante para generar espacios de conciencia ecológica. Algunas veces esto impacta fuera del aula, llega a las casas, se instala en el entorno inmediato. Podríamos afirmar que las escuelas van haciendo lo que está a su alcance, por ejemplo: huertos, reciclaje, excursiones, entre otras acciones. Es más, hay escuelas que han podido articular el currículum con temáticas medioambientales, de manera transversal. Puede parecer simple, pero es una gran innovación para un sistema educativo que había puesto foco en el rendimiento académico y que decidieron revertir situaciones que estaban al alcance, es decir, trabajar lo educativo más allá del salón de clases.
Pero, volviendo a la pregunta inicial, es momento de cambiar la mirada para profundizar en algunos temas y así generar mayor conciencia sobre nuestro entorno.
Miremos desde la naturaleza, a la sociedad. Hagamos ese ejercicio. Cómo se ve la escuela si la miramos desde el entorno natural.
Necesitamos provocar, ser osados, tomar decisiones, invertir energía, articular, diseñar, implementar.
- Provocar y proponer temáticas que sean de debates, pero con acciones concretas a implementar.
- Ser osados e ir por más de lo que ya se ha hecho. Vemos que los tiempos son cortos y nuestros espacios comunes debemos convertirlos en fuentes de conciencia del ecosistema.
- Tomar decisiones individuales, colectivas y políticas, que favorezcan la preservación de nuestro entorno.
- Invertir energía en escuchar, dialogar y acordar.
- Articular nuestras acciones cotidianas con alguna finalidad que favorezca el entorno.
- Diseñar planes que fomenten una vida consciente de uno mimos y para con otros.
- Implementar todas las acciones que estén a nuestro alcance y que favorezcan una vida que conviven en forma armónica con nuestro entorno.
Necesitamos hacerlo, ¡ya!
¿Es un tema de educación? Claro que lo es, pero desde la rebelión.
Así lo hacen los árboles, cuando las madres frondosas no dejan pasar completamente la luz a sus retoños, con la finalidad de conservar la especie y logrando que, al paso de 80 años, estén cubiertos por árboles de 200 años. Lo árboles jóvenes crecen lentamente para garantizar una edad avanzada y un crecimiento de manera robusta. Todo esto ayudado del ecosistema que confabula a su favor.
Nada queda al azar.
Nos falta tener un profundo entendimiento de la naturaleza porque necesitamos educar a nuestra sociedad de la existencia de nuestro ecosistema. Debemos volver a la concepción inicial, los seres humanos al servicio de la naturaleza.
La educación nos debería llevar a generar un sistema colectivo mucho más sustentable. Para eso, necesitamos un poder político y económico, “a la altura”, es decir, todo lo contrario de un sistema que devora todo a su paso, con tal de ser eficiente monetariamente.
Necesitamos traspasar límites y fronteras e ir por el otro, encontrarnos, porque en ese espacio, también estamos nosotros. Somos únicos, pero no individualistas, necesitamos del colectivo, ahora más que nunca y para siempre.
¿Estamos a tiempo?
Se acaba el tiempo, la COP 26 no es la solución y tendremos que movilizarnos para ello, tenemos un compromiso social y debemos arriesgarnos a “ser en” la ecología. Debemos provocar para que esta visión, sea un problema político, social e individual, actuando en conjunto.
Las comunidades que avanzan en esta línea, son aquellas que, en los elementos más básicos de subsistencia, saben como actuar, es decir, comunidades que saben que el agua no nos pertenece, que nosotros pertenecemos al agua.
Finalmente quisiera acudir a las palabras de José Mujica, expresidente de Uruguay, quien expuso ante la ONU en septiembre de 2013 y allí nos dejaba estas sabias palabras: «Piensen que la vida humana es un milagro. Que estamos vivos por milagro y nada vale más que la vida. Y que nuestro deber biológico es por encima de todas las cosas respetar la vida e impulsarla, cuidarla, procrearla y entender que la especie es ‘nuestro nosotros'».
Necesitamos asumir un liderazgo ético, que nos haga “ser en” el ecosistema.