Tener datos de la violencia de género en menores de edad es muy complicado. Son pocos los estudios que tratan específicamente a esta población y los que lo hacen, meten en el mismo saco a chicas que han cumplido ya los 18 años. Los más descadados con la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2019 y el estudio La situación de violencia contra las mujeres en la adolescencia en España, de 2020. Este segundo engloba en el colectivo a chicas entre los 14 y los 20 años. El primero, a las que están entre los 16 y los 24. En cualquier caso, ofrecen importante información sobre la situación.
En el segundo de los casos, además, cuenta con dos ediciones previas, una de 2010 y otra de 2013, por lo que buena parte de la información que contiene puede leerse en clave temporal. Entre sus conclusiones, una bajada en la violencia psicológica y de control entre los estudios previos y el de 2020. Las razones principales: campañas en el transporte y en la calle sobre el tema y una mayor información en los centros educativos.
A pesar de que algunas de las cifras que ofrece el estudio son mejores que las de los anteriores, los datos siguen siendo tremendos. En la última oleada se consultó a más de 2.200 adolescentes. El 17,3% reportó abuso emocional dentro de la pareja; control abusivo general, el 17,1%; control a través del móvil, 14,9%; el 11% se sintió presionada en determinadas situaciones sexuales; el 9,6% sintió miedo; al 8,5% su pareja masculina les dijo «no vales nada», o en el 8% de los casos las chicas aseguraron que sus novios o parejas presumían del maltrato que infligían.
Dos tercios de las chicas que han participado en el estudio aseguran no haber sufrido ningún tipo de violencia en sus relaciones de pareja. en el resto aparece un 31,7% que asegura que ha sufrido algún tipo de victimización psicológica o de control. Un 5,5% ha sufrido violencia múltiple y frecuente: abuso psicológico y de control, a través de las tecnologías, agresiones físicas y sexuales también.
Una de las fuentes importantes para la reducción tanto del número de víctimas como el de agresores se encuentra en lo que ocurre en las escuelas. Señalan los diferentes estudios la importancia de que estos temas se traten en las escuelas como una forma de prevención de casos o, en ciertos casos, para evitar que duren demasiado en el tiempo.
Qué hace falta
El estudio La situación de violencia, dirigido entre otras personas por María José Díaz-Aguado, quiso averiguar qué ocurría en los centros educativos en diferentes facetas. Por una parte, qué recordaban haber hecho chicas y chicas en cuanto a formación; qué percepción tenían, a su vez, las y los docentes sobre las acciones que se hacían en este sentido y, por último, también se recoge la opinión de las direcciones de los centros.
Entre las conclusiones, por ejemplo, que los temas de educación afectivo-sexual comienzan a tratarse en 3º o 4º de la ESO. Señala el informe que sería interesante que se adelantaran al primer curso de la etapa, entre otras cosas porque las edades de inicio de las relaciones de pareja eran previas a estos años y, según los últimos datos, estaban entorno a los 13,3 años. Eso sí, informe el estudio que entre quienes admiten habere cometido actos de violencia de género o haberlos sufrido, esta edad de inicio es hasta un año, de media, inferior, los 12,3 años.
En cualquier caso, el 47,8% de las chicas y chicos consultados aseguran recordar haber trabajado sobre temas como que algunos hombres ejercen violencia sobre las mujeres. Este y otros temas relacionados con la igualdad de hombres y mujeres o de violencia se han tratado en jornadas o conferencias (77,2%); las ha explicado una profesora (73.4%); mediante el visionado de un vídeo (72,6%); lo ha explicado un profesor (54,2%) o se han realizado trabajos en equilpo (53%).
El informe de 2020, así como los previos de 2010 y 2013, hace hincapié enque tratar estos temas en clase reduce la posibilidad de ejercer o sufrir violencia de género en la pareja durante la adolescencia. También que cuando los temas que se tratan están insertos en el currículo formal y de una manera u otra cuentan para la nota, tienen mayor impactor en chicas y chicos. Solo el 29,1% de quienes participaron en el estudio reportaron que lo trabajado contase en la nota. Eso sí, en un 71% de las ocasiones, la actividad la dirigió alguien del personal docente: «La implicación del profesorado incrementa la eficacia» de estas acciones, sostienen las autoras del informe.
A esto se suma que el 70% del profesorado que participó en el estudio cree que hablar de estos temas es muy eficaz, sobre todo, para tres cuestiones muy claras: el desarrollo de un concepto más maduro del amor y sus límites; para detectar manifestaciones de abuso y cómo evolucionan, y, por último, para detectar violencia en otras parejas y poder ayudar a detenerla.
Además de la importancia del trabajo en la escuela, el profesorado cree que es importantísimo la colaboración de las familias, que es, según su percepción, uno de los mayores problemas que pueden encontrar. De hecho, el 61,8% de quienes participaron opunan que este punto es clave para la no erradicación de la violencia de género. Como lo es también, para el 57,5% el sexismo que se vive en las familias; la falta de formación docente (48,8%); la dificultad de contrarrestar, en la escuela, los estímulos exteriores (41,1%); el uso de métodos inadecuados para tratar los temas (40,1%); el sexismo de los libros de texto (27.7%) o el rechazo docente a hablar del tema en clase (17,8%).
Cimientos escolares
Uno de los estudios más recientes sobre el tema, Menores y violencia de género, dirigido también por María José Díaz-Aguado, de 2020, también dedica algunos puntos al papel de la escuela en la lucha contra la violencia de género.
Entre los elementos a los que apunta para apuntalar la igualdad entre hombres y mujeres, se encuentra la garantía de igualdad de género en lórganos directivos y colegiados de los centros; un hecho desde hace algunos años. También habla de la necesidad de extender la construcción de la igualdad y la prevención de la violencia de género a toda la población aumentando las etapas en las que se tratan estos temas. El estudio constató que sobre todo se abordan en la ESO y la FP Básica, pero muy poco en el bachillerato y la formación profesional (aquí, donde menos).
Otro de los asuntos es el hecho de que se trate más en los centros públicos que en los privados (con concierto o sin él). A lo que se suma que el profesorado prefiere no abordar estos asuntos, principalmente, por falta de formación, según dice el 57,5%; o que no está en la programación de su departamento (55,3%); o no tiene relación con los contenidos que el docente ha de tratar (50,7%)… En la otra punta, un 8,7% del profesorado cree que no es un tema que sea necesario abordar desde las aulas y el 20,7% cree que sí es necesario, pero no cree que tenga que ser é o ella personalmente quien lo haga.
Tema aparte es el de los protocolos de actuación. Mientras que el 73,9% de las direcciones de centros consultadas aseguran que existen protocolos de actuación en el caso de menores que estén viviendo situaciones de violencia en la familia, solo el 21,4% de los docentes dijo conocer de su existencia. A esto se suma que el 35,6% de las direcciones aseguró que había protocolos para alumnado cuya madre estuviera viviendo violencia de género. El porcentaje de profesorado que sabía de la existencia de estos documentos es algo mayor, el 32%. Y, en ambos casos, no se pusieron en marcha en gran medida durante el año anterior a la encuesta.
El reto de la violencia de género no es algo que compete solo al mundo adulto. Es un germen que comienza a crecer a edades muy tempranas, en las que la desigualdad entre hombres y mujeres comienza a quedar patente; las diferencias, por ejemplo, en relación a lo que se espera de unas y otros.
Los informes y estudios no tratan estas edades, o comienzan en los 14 o los 16 años. Tal vez debería comenzarse con anterioridad y, de esa manera, podría evitarse que ellos ejercieran cualquier tipo de violencia. Recordemos que los informes hablan de un 37,2% de chicos que han ejercido violencia psicológica o de control o, en el peor de los casos, física o sexual con sus parejas.
Según el INE en 2020 había 514 menores de 18 años con medidas cautelares dictadas o con órdenes de protección para evitar que sus parejas las agrediesen. Es cierto que con 200 menos que en 2019, pero la cifra no es para relajarse. Sobre todo porque solo el 21,7% de las mujeres que sufrieron violencia de género denunciaron y, en el caso de las menores, el porcentaje es todavía menor, según indican desde Save the Children.