En los sistemas educativos de nuestro entorno, y en el nuestro también, se siguen asentando centros escolares con modelos que descuidan elementos fundamentales del proceso educativo. Se cultiva el individualismo y se elimina la cooperación en nombre del mérito y el éxito individual. Se continúa con un instruccionismo academicista segregador y se asume que es válido para cualquier situación y contexto. Se reduce al máximo cualquier resquicio para compartir, trabajar en equipo y cooperar dialogando y construyendo de forma colectiva los aprendizajes. Se elimina de raíz la participación democrática en la toma de decisiones, ya que es suficiente ofrecer lo que el mercado demanda en cada momento. Se reproduce de forma persistente la sumisión y el control del alumnado.
Se sigue ampliando la privatización de la educación en un contexto global de mercantilización de los servicios públicos, y se reduce drásticamente el espacio público como el ámbito donde se da respuesta a la realización de los derechos humanos. Esas escuelas solo cuidan los aspectos considerados importantes en la valorización de los individuos para poder competir y situarse mejor en el momento del acceso al mercado laboral. En ellas, hablar de comunidad educativa es un engaño manifiesto, pues es el espacio donde se prepara en el individualismo que prácticamente imposibilita cualquier resquicio de apertura a compartir algo con los demás. Pero esto no es toda la realidad.
Las escuelas, como comunidades educativas que cuidan, son una realidad creciente en los lugares y territorios donde se reconoce el valor de lo próximo, de lo colectivo y de lo público. El municipalismo más abierto y avanzado lo tiene muy en cuenta a la hora de desarrollar propuestas comunitarias en los distintos ámbitos de la vida municipal. Se desarrollan más plenamente en la “ciudad de los cuidados”. En ellas, el principio organizador de la proximidad es el cuidado de sus habitantes y el fomento del cuidado de los ciudadanos entre sí. Se hace necesario que, en el amplio concepto de “ciudades que cuidan”, se asienten espacios públicos donde la conciencia de la ética del cuidado dé forma a las comunidades locales. Un espacio privilegiado es la comunidad educativa como el lugar del aprendizaje del cuidado mutuo en la práctica educativa cotidiana, porque así ella misma se transforma en “una comunidad que cuida”.
¿Por qué las escuelas públicas se nos muestran como “comunidades que cuidan”? Porque son las únicas que pueden cumplir, si quieren ser públicas, las condiciones que las caracterizan: se desarrollan en el espacio público, su práctica fundamental es el apoyo mutuo, comparten los recursos materiales e inmateriales, no privan a nadie de estar con todos/as y en ellas “el otro” siempre es reconocido como es y se integra en “un nosotros” humanizador y siempre abierto. Para ser comunidades que cuidan han de ser escuelas democráticas, donde todos se cuidan entre sí en condiciones de autoorganización y democracia directa, compartiendo y decidiendo colectivamente en todos los ámbitos de la organización escolar. Otra de sus características es el “cuidado promiscuo” como cuidado “indiscriminado” [1], porque es la única que contiene a todos los miembros de una comunidad local con toda su diversidad y complejidad social, sin ningún tipo de discriminación y segregación.
El espacio colectivo y público en las sociedades neoliberales se va reduciendo progresivamente en los procesos de privatización y mercantilización creciente que vivimos. Así la escuela privada ha secuestrado el espacio público educativo en favor del negocio de los intereses privados. El espacio de la escuela de titularidad pública ha sido también secuestrado con frecuencia por los intereses corporativos, las rentabilidades políticas partidarias, la venta a las plataformas digitales, a las alianzas público-privado y a los intereses de una clase media aspiracional. Una sociedad democrática es aquella en la que los derechos humanos son garantizados y, por ello, defiende y amplía lo más posible los espacios públicos y comunitarios. Es en ellos donde el derecho a la educación se puede hacer realidad para todos. Por ello se hace urgente la ampliación de ese espacio educativo en las comunidades locales apoyando la creación de escuelas públicas y su cuidado. La eliminación de los negocios de la mercantilización del derecho a la educación es la garantía de que caminamos a una sociedad cada vez más avanzada y democrática.
El espacio público de la escuela, como espacio de creación y vida comunitaria, puede superar la contradicción de, por una parte, ser un espacio y un tiempo especializado en el cuidado de los valores comunes y colectivos y en la construcción de una ciudadanía convivencial, y a la vez haberse dedicado a la reproducción del individualismo, la competitividad, el clasismo y la sumisión. Por todo ello la ampliación de lo público en la educación es cada vez más urgente e ineludible.
Otro rasgo definitorio de la escuela pública como “comunidad cuidadora” es el mantenimiento del principio organizador del apoyo y cuidado mutuo. Todos los miembros de la comunidad educativa cuidan a todos y todos se cuidan entre sí. En todo el proceso educativo la comunidad educa a todos sus miembros. Es el lugar privilegiado en el que se fortalecen los vínculos humanos. Sin relaciones autoritarias, sino en relaciones lo más libres posibles entre docente-alumno/a-familia basadas en el aprecio recíproco y el apoyo mutuo. La relación de interdependencia y de interconexión dentro del “nosotros” incluyente se construye en el quehacer educativo cotidiano de la comunidad escolar. Se aprende y practica el cuidado mutuo más allá de las relaciones familiares y de parentesco como virtud cívica. En esa relación educativa es la persona, todas y cada una, la que mantiene la centralidad en la comunidad educativa en la perspectiva del cuidado. Implica el descentramiento de cada uno para reencontrarse consigo mismo en el respeto al otro, en la empatía, en el diálogo y la escucha, en la palabra y la acción compartidas, en el compromiso con la desalienación y la emancipación propia y la de todos. Significa también el cuidado de todos los componentes de la vida y la organización escolar para hacer realidad el desarrollo integral de todas las personas. Es, además, el aprendizaje de la buena vecindad y la hospitalidad practicada simultáneamente dentro y fuera del espacio escolar y en las comunidades de proximidad: comunidad de vecinos, calle, barrio, pueblo, ciudad…
Queda pendiente analizar qué implican las comunidades educativas públicas que cuidan para las políticas educativas y las administraciones, para el currículo, para el proyecto de convivencia, para las relaciones educativas, para la participación de la propia comunidad educativa, para la organización democrática de la escuela, y para sus relaciones con el entorno y la comunidad local. Me parece que estamos en un buen momento de reflexión compartida sobre cómo podemos avanzar en la transformación de nuestras escuelas públicas en comunidades que cuidan.
Notas al pie
[1]“El cuidado promiscuo” me parece una expresión muy sugerente en el que profundizar situado en el ámbito de la escuela pública. Está tomado de “El manifiesto de los cuidados” (2021, 56-60)