Tarde de reconocimiento al esfuerzo sobrehumano realizado por el profesorado desde que irrumpiera en nuestras vidas —hace casi dos años— la Covid, el drama sanitario y sus efectos colaterales. Ubicado en pleno centro de Madrid, con arquitectura esplendorosa y orígenes que se remontan al siglo XVI, el IES San Isidro acogió el 3 de marzo un Homenaje a los docentes por su proeza en tiempos de pandemia. Acto que se había hecho esperar por esa secuencia de restricciones, protocolos y sucesivas olas que han trastocado la actividad educativa en nuestro país. En los centros, claro, pero también en las charlas y debates pedagógicos que, indirectamente, influyen en su funcionamiento. Un evento como este merecía un clima de relativa normalidad.
Visiblemente emocionada, la directora del IES, Isabel Piñar, fue la primera en intervenir. “El confinamiento cerró las puertas físicas de este centro, pero no su función, ya que el conocimiento y el aprendizaje solo tiene las barreras que el propio individuo quiera establecer”, arrancó. La directora, que lleva en el cargo más de 20 años, recordó cómo se despidió de su claustro tras una última reunión presencial, allá por marzo de 2020: “La función debía continuar, con los mismos actores, pero por separado”. Desde entonces, el instituto y sus profesionales no han parado de reinventarse, un término que Piñar dijo utilizar “continuamente”. Por ejemplo, ideando formas para que la educación online fuera “lo más directa e interactiva posible” y apoyando a aquellas “alumnas y profesores que más lo necesitaban”.
Piñar quiso recalcar que los medios técnicos (dispositivos, conectividad) “acabaron llegando”, pero que la dimensión emocional de la educación no fue tan fácil de cultivar en la distancia. “Docentes y alumnos somos seres gregarios: la soledad se nos hacía extraña; y el silencio, a veces tan deseado en clase, nos perturbaba”, dijo. Y continuó con la sensitiva descripción de un “centro educativo en cualquier lugar del mundo: ese rumor que se filtra por las paredes en los pasillos, y que delata la presencia de seres humanos que explican, responden, debaten, así como los sonidos más o menos melódicos que indican un cambio de clase”. Profesores, alumnos, personal de administración y servicio: “Todos echamos de menos, en aquellos meses, ese rumor”.
Isabel Piñar: Docentes y alumnos somos seres gregarios: la soledad se nos hacía extraña; y el silencio, a veces tan deseado en clase, nos perturbaba
Más tarde vino la semipresencialidad, la necesidad de “habilitar absolutamente todos los espacios posibles (pasillos, biblioteca, gimnasio, laboratorios…)”, de “tirar tabiques”. Durante el acto de homenaje, todas las butacas del salón de actos habías sido recolocadas. Unas semanas antes, cuando este periodista visitó el centro, solo estaban atornilladas la mitad de las filas. Tras la primera semana del comienzo del curso 2020-21, rememoró Piñar, “apenas estaban en su lugar original las cuatro últimas filas; el resto del salón estaba ocupado por mesas y sillas de aula”. El desembarco de herramientas tecnológicas, añadió la directora, no ha cesado en el San Isidro durante los últimos dos años: “Han llegado para quedarse, los profesores se sienten cómodos con el cambio, así como con otras innovaciones” derivadas de la pandemia.
Pablo Gutiérrez del Álamo, director de El Diario de la Educación, quiso destacar el papel del profesorado mucho más allá de sus funciones y aseguró que tanto desde el periódico como desde la Fundación Periodismo Plural que lo edita, habían entendido la importancia y la necesidad de hacer un agradecimiento público a todas y todos los docentes que durante este tiempo han hecho lo posible para mantener el vínculo de su alumnado con la educación.
Miriam Leirós, maestra de primaria en Nigrán (Pontevedra), también quiso hacer una mención especial a todos esos educadores que hicieron “lo posible y lo imposible” para que el aprendizaje siguiera su curso durante el confinamiento. Con los escollos de la brecha digital que, no solo por falta de medios, afectó también al alumnado: “Pensábamos que eran nativos digitales, y comprobamos que la mayoría solo sabía manejar aplicaciones de mensajería, vídeos y redes sociales”. Más aún, al poco se hizo claro que esa brecha digital escondía una brecha social mucho más profunda, con enormes diferencias entre las familias. Lidiar con todo esto requirió de una voluntad indestructible: “A los docentes también se nos consideró personal esencial, pero trabajábamos en la sombra, en las tardes y noches y durante los fines de semana. Nos hemos dejado la piel para que ningún niño o niña quedara atrás. Y volveríamos a hacerlo”.
Leirós evocó, cuando los centros retomaron su actividad, las estrategias para garantizar la “ventilación cruzada durante los fríos meses de diciembre y enero. Mientras las grandes empresas disfrutaban y disfrutan de filtros EPA o depuradores de aire, alumnado y docentes soportamos el día a día superponiendo capas de ropa, y en esas seguimos…”. También sacó Leirós a colación las contradicciones obvias, en su explicación a los niños, de los protocolos sanitarios: “Antes les explicábamos que había que trabajar en equipo, colaborativamente; y de repente era fundamental que todos estuviésemos separados, individualmente”. Muy activa en campañas de educación ambiental por toda España, la maestra gallega no deja de insistir a sus alumnos que el virus es consecuencia directa de “la pérdida de diversidad”. Según su forma de entender la enseñanza, “para esas personas en construcción, resulta imprescindible que sepan que somos seres interdependientes que interactuamos con la naturaleza”.
Miriam Leirós: Para esas personas en construcción, resulta imprescindible que sepan que somos seres interdependientes que interactuamos con la naturaleza
Mercedes López, profesora de Secundaria en Leganés (Madrid), reconoció que muchos días, antes y durante la pandemia, se ha dicho a sí misma, al subirse al coche tras salir del instituto, que “su trabajo es un trabajo más” y que su jornada ha terminado: “Hasta ahora, no he conseguido convencerme nunca”. López narró, a modo de crónica personal (como profesional, pero también como madre y ciudadana), con tono tragicómico, su experiencia Covid, que seguro, dijo, “es extrapolable a muchas personas”.
Recopilamos algunos trazos de la intervención de López. Los imprevistos de una clase online: “Se colaban en la pantalla madres, gatos, hermanos; alumnos en pijama, ‘profe me da vergüenza’, ‘no se oye profe’…”. Palabras del director de su centro a su claustro: “Si tenéis un ordenador que no estéis usando, me paso por vuestra casa a recogerlo, lo formateo y se lo llevo a alguno de los chicos que no tienen ninguno”. Semipresencialidad: “Refuerzos, gel hidroalcohólico, dos marcos horarios, diferentes puntos de entrada y salida que salen de la chistera, señalización horizontal y vertical, aforo en el baño: dos personas, ‘la mascarilla Miguel…’”.
Mercedes López: Hemos llegado a tener a 17 alumnos en protocolo por riesgo de suicidio. Ahí se incluyen solo estudiantes que han manifestado conductas autolíticas, depresión… que sepamos
López cambió el tono por completo para mostrar la cara más dura de la pandemia. “Hemos llegado a tener a 17 alumnos en protocolo por riesgo de suicidio. Ahí se incluyen solo estudiantes que han manifestado conductas autolíticas, depresión… que sepamos”. Los servicios de orientación de su instituto, señaló, han estado absolutamente desbordados. Poco podían hacer, continuó, a pesar de su “compromiso e incuestionable dignidad, entrega y competencia”. Por puro sentido de la responsabilidad ante tales situaciones extraordinarias, López aseveró que los docentes han debido “exceder sus competencias”. Dijo, para finalizar, “sentirse orgullosa de sus alumnas y alumnos” y “tener la mejor profesión del mundo”.
Blanca Cortés, alumna del IES San Isidro, contó cómo, tras la declaración del estado de alarma, lo que “parecía ser un cortometraje de ficción” se fue tornando con el tiempo en “un largometraje lejano a la comedia”. Cortés señaló que ella y otros compañeros capaces de conectarse (“no todos tuvieron la misma suerte”, aclaró) se negaron a que el “parón exterior” se convirtiera en un “abandono del aprendizaje”. También revivió la sentimiento de “intriga” ante un nuevo día lectivo cuando todo es un “experimento y nuevas formas de aprender”. Cortés admitió que el “esfuerzo” de sus profesores fue su “mejor aliado” en esos momentos difíciles, ya que no solo recibieron “correos de información, sino también de apoyo”.
Para esta alumna, la pandemia ha supuesto una oportunidad para “expandir el conocimiento de otras maneras”, creándose un “idilio perfecto entre la ayuda del profesorado y la actitud autodidacta del alumnado”. Ahora anida en Cortés una enseñanza que, aseguró, le acompañará toda su vida: “La capacidad de adaptarse a la situación del momento”, así como saber apreciar lo mejor que ofrecen, por separado y en cooperación, el profesor y los medios tecnológicos con el fin de “saber más sobre este mundo”.
Las dos intervenciones institucionales, a cargo de la viceconsejera de Política Educativa de la Comunidad de Madrid, Rocío Albert, y la ministra de Educación, Pilar Alegría, incidieron en las dificultades que ha conllevado la pandemia en cuanto al ejercicio normal de la actividad educativa. Ambas quisieron quitarse protagonismo en un día en el que había de relucir, insistieron, el trabajo de los docentes: “héroes”, según Albert; profesionales que han estado “muy por encima de lo que se les exige”, para Alegría.
Pilar Alegría: Escuchando las intervenciones, pensaba que este es uno de esos días en que una no tiene que hablar, sino más bien escuchar
Albert dijo que, al principio de la pandemia, todos (ella incluida) estaban “preocupadísimos sobre si sería posible garantizar el derecho a la educación”. Relató el hartazgo que provocó el cerrojazo escolar incluso entre alumnos que, como su propio hijo, apuntó, “son un poco vaguetes”: “Me preguntó en verano de 2020 si en septiembre abrirían los centros seguro, seguro”. Al retomarse las clases en el nuevo curso, sostuvo Albert, los centros españoles se “convirtieron en el referente de Europa” gracias a la “vocación de servicio de los profesores”. En octubre de ese mismo año, continuó, “la presidenta [Isabel Díaz Ayuso] demostró su compromiso para que la educación fuera posible, reuniéndose con representantes de todas las etapas educativas”. Antes, durante el confinamiento, dijo Albert que el aplauso a los sanitarios también estuvo acompañado por un “aplauso silencioso a los docentes de todos los padres y madres”.
Alegría, por su parte, quiso dejar en varios ocasiones que se consideraba una actriz secundaria en el acto: “Escuchando las intervenciones, pensaba que este es uno de esos días en que una no tiene que hablar, sino más bien escuchar”. La ministra aseguró que, personalmente, tras tanto sufrimiento, ella necesita ahora “buscar espacios de regocijo y reflexiones positivas”. Haciendo retrospectiva, recordó el “miedo al retomarse las clases” tras el confinamiento y el verano —lleno de incertidumbre— de 2020. E indicó que uno de los primeros lugares en que la sociedad pudo “reencontrarse con la añorada realidad fueron las escuelas”. “Siempre, pero especialmente en los últimos 24 meses, los profesores y las profesoras realizan una proeza, un nombre tan acertado para una revista”, señaló la ministra en referencia a la publicación mensual editada por Fundació Periodisme Plural.
“Sois”, resumió Alegría, “un bastión de seguridad para los jóvenes en estos de tiempos de pandemia, guerra en Europa y cambio climático”. Terminó el acto con una referencia de la ministra a las 24 medidas que ha planteado su gobierno con vistas a “mejorar la profesión docente”. Una transformación para la que, aseguró, su gobierno “quiere contar con los docentes”, de donde parte “toda reforma y toda revolución”. “Os merecéis que os escuchemos y os atendamos, será un debate largo, complejo e intenso”, remató.