Estos días se rasgan las vestiduras muchas personas que han visto cómo el fascismo obtenía más de cuatro de cada diez votos en Francia. Sí, yo también soy de los que dice que, en una segunda vuelta como la francesa, muchos de los votos que se reciben no son de apoyo expreso sino de rechazo a la otra opción, pero sí es cierto, como muy acertadamente me ha respondido en las redes sociales una persona con criterio, que a esas personas no les ha importado votar a una candidata fascista, aunque no la apoyaran decididamente. Y esto sí merece una reflexión profunda y un cambio de actitud social ante lo que ello significa.
Es necesario descubrir los porqués de este escenario que nos amenaza seriamente y actuar en consecuencia de forma decidida. Y uno de los espacios que tienen mucha responsabilidad, sin duda uno de los que más sino es el máximo, es la escuela. Al fascismo, en todas sus expresiones, se le combate con educación, con más y mejor educación. Así que, si el fascismo gana terreno, debemos reconocer que, en la escuela, todos los sectores -incluidas las familias-, no lo estamos haciendo demasiado bien.
Ya sé que la palabra adoctrinar genera ampollas en parte de nuestra sociedad, pero eso es consecuencia de varias cuestiones: un mensaje viciado por parte de quienes llevan siglos adoctrinando de forma ideológicamente partidista; falta de cierta madurez en una sociedad con poco recorrido realmente democrático como la nuestra; y bastante ignorancia sobre lo que significa realmente adoctrinar en valores comunes.
Según el diccionario de la RAE, adoctrinar es: “Inculcar a alguien determinadas ideas o creencias”, siendo que doctrina es: “Enseñanza que se da para instrucción de alguien”. Así que, dicho así, sin interpretaciones ideológicas sesgadas, adoctrinar es enseñar. Y, como llevamos siglos soportando un adoctrinamiento religioso y político partidista por parte de quienes defienden la sumisión a la religión y una falsa y malintencionada idea de la patria, es imprescindible que esta sociedad asuma, de una vez por todas y de forma pública, que es imprescindible e inaplazable adoctrinar a quienes llegan a nuestra sociedad, nuestras hijas e hijos, en valores sociales comunes que contrarresten las fuerzas ideológicas que siempre atacan sus derechos y los nuestros. Es urgente que las ideas fascistas, que ganan terreno por la inacción de quienes debemos contrarrestarlas con decisión, sean descubiertas, desmontadas y combatidas hasta su erradicación.
Es imprescindible e inaplazable adoctrinar a quienes llegan a nuestra sociedad, nuestras hijas e hijos, en valores sociales comunes que contrarresten las fuerzas ideológicas que siempre atacan sus derechos y los nuestros
Ya está bien de ser políticamente correctos solo desde la izquierda
Hace unos meses se montó otro pequeño y momentáneo lío en las redes sociales que tuvo algún eco en lo que se denomina medios de comunicación -muchos de ellos no pasan de ser panfletos y micrófonos creadores de opinión sesgada-, intentando desacreditar a la persona involucrada. Fue a cuenta de que Carlos Bardem expresó en una entrevista que, por supuesto, se consideraba moralmente superior a quienes son fascistas. Se posicionaba así frente a determinados personajes -algunos se consideran políticos, pero solo son engañanecios-, que se quejan de que la izquierda saque a menudo a pasear su supuesta superioridad moral con relación a los fascistas. Y es que, reflexionaba acertadamente que, de no ser así, tendría verdaderamente un problema, porque si no era moralmente superior a los fascistas, es que entonces sería basura humana como ellos. Toda la razón.
Claro que, una buena parte de la izquierda aplaude estas palabras cuando está sin presencia de terceros, pero aparenta no apoyarlas expresamente cuando tiene compañía. Es esa manía que tiene demasiada gente de ser políticamente correcto incluso con quienes no tienen reparo alguno en ser insultantes y despreciativos hasta, en muchas ocasiones, superar la barrera legal y entrar en lo delictivo. Esta obsesión se ve reflejada también a la hora de anunciar nuevas normas legislativas y de darles forma. A menudo, buenas iniciativas en el terreno legislativo se quedan en anuncios que llegan a frustrar porque el resultado es tan tibio que no consigue cambiar nada en la práctica diaria.
Es más, cuando se mantiene la intención de legislar de forma valiente, se acaba a veces teniendo que casi pedir perdón por haber osado hacerlo y aceptando modificaciones posteriores que “devuelvan las aguas a su cauce”. Y, para lograrlo, se suele utilizar mal el concepto del consenso y se llega a hablar incluso de solucionar conflictos que jamás se han producido, como ha pasado en los últimos meses con un supuesto e inexistente conflicto con la escuela privada concertada por la aprobación de la Lomloe.
El adoctrinamiento actual que sufrimos es para respaldar el ataque fascista a los derechos humanos
Quienes se pasan todo el día denunciando supuestos casos de adoctrinamiento en los centros educativos, enarbolando falsamente la bandera de la “libertad” e intentando desacreditar a quienes intenten descubrir sus verdaderas intenciones son quienes únicamente pretenden salvaguardar sus privilegios, ganados a costa del perjuicio de la mayoría de la sociedad. Defienden supuestos derechos a: discriminar a los demás; infravalorar al diferente; machacar a la mujer, porque se ha atrevido a exigir tener los mismos derechos que el hombre; priorizar el trabajo para “los de aquí”; generar negocios que les den inaceptables comisiones solo por conocer a quien otorgará el contrato; saquear las arcas públicas para su beneficio y el de sus conocidos; decidir cómo deben vivir los demás y con quién; tomar decisiones sobre lo que otras personas pueden hacer o decir; en definitiva, a coartar la libertad de los demás para que su chiringuito social no se acaba desmoronando cual castillo de naipes. Para mantenerlo, necesitan mantener aborregados a quienes deberían despertar y ayudar a su caída, y para eso necesitan mantener el adoctrinamiento que llevan practicando siglos. El fascismo actúa así y debe ser combatido.
No busquen la verdad, ni siquiera relativa, en sus mensajes y manifestaciones públicas. Viven de la mentira y el engaño, y el actual escenario favorece sus intereses. Las redes sociales, muy útiles para muchas cosas, se han convertido en altavoces de falsas noticias, bulos creados para confundir y buscar la negación a ser informados por aburrimiento de tanta basura supuestamente informativa. Es la misma forma de actuar de siempre, aparentar que se defienden derechos de aquellos a quienes se les quieren arrebatar o no llegar a dar nunca. Recuerden, ahora que ha fallecido un gran actor y una gran persona, Juan Diego (DEP), su papel en la película Los Santos Inocentes, cuando el señorito que interpretó explica que ha enseñado a firmar a sus “esclavos personales” para que no tengan que firmar con una cruz, pero queda claro en la escena que no se pasará de ese punto, no vaya a ser que aprendan demasiado y cuestionen en el futuro el estado de las cosas, pudiendo llegar a poner con ello en tela de juicio los privilegios de su clase.
El fascismo se combate con educación, con un adoctrinamiento social basado en el bien común
No se combate con el silencio, al contrario. Durante décadas, del fascismo que hemos sufrido en nuestro país casi no se ha hablado en las escuelas. De forma deliberada, su expresión, el franquismo y el nacionalcatolicismo, fueron relegados en la escuela para ser abordados en los últimos cursos del recorrido educativo, llegando a ser abordados con poco tiempo -si es que quedaba- y con una intención de “no entrar en ello” demasiado. Esa forma de no hacerlo también ha sido una manera de adoctrinar, en el desconocimiento y el olvido social por supuesto. Solo hace falta preguntar a nuestra juventud -y a los no tan jóvenes- sobre lo que fue el golpe de Estado dado por un militar traidor y sus cómplices, convirtiéndose en un dictador genocida que lideró un régimen de terror, que duró cuatro décadas y sometió a nuestra sociedad a un periodo de atraso cultural y social que todavía hoy pagamos. Y apuntaló que la riqueza y el poder de este país quedara en manos de los suyos, algo que seguimos sufriendo de forma visible.
Su modelo social sigue gobernando nuestras vidas. Debieron guardar silencio durante las primeras décadas de nuestra reciente democracia para aparentar que estaban dispuestos a tener una concordia (que se ha demostrado falsa) y, con ello, lograr que sus crímenes quedaran impunes y sus riquezas salvaguardadas. Pero ahora han decidido que pueden volver a gritar sus barbaridades ideológicas sin pudor alguno.
Es una obligación moral y ética que nuestras hijas e hijos, recientes integrantes de nuestra sociedad, no sean clones de quienes les trajimos al mundo
Y esto debe ser combatido. Tanto en la familia como en la escuela. Ahora bien, como educar supone lograr que una persona quede libre de las ataduras ideológicas de los demás, incluyendo esto a sus propios progenitores y familiares, la escuela debe tener un papel principal y destacado. Es una obligación moral y ética que nuestras hijas e hijos, recientes integrantes de nuestra sociedad, no sean clones de quienes les trajimos al mundo, y mucho menos de quienes nos gobiernen.
Por tanto, en la escuela se tiene que adoctrinar socialmente al alumnado, para que asuman valores comunes basados en los derechos humanos y la erradicación del fascismo, de cualquier tipo de fascismo, sean cuales sean sus promotores. Para que entiendan que no es lo mismo defender un Estado de Bienestar que redistribuya la riqueza y potencie los servicios públicos, que promover su demolición e impulsar el “tanto tienes, tanto vales”. Que no defenderán tus derechos quienes viven de aplastarlos. Que su futuro depende de que en el presente no se pierdan los derechos conquistados en el pasado. Que no da igual votar fascismo que lo contrario.
Y que uno es responsable por acción y por omisión. Es decir, que si no se combate el fascismo, se es cómplice de su extensión. El “yo no les voté”, o “son todos iguales y no voto”, tiene consecuencias. Que cada uno vote lo que quiera, pero el fascismo no debe tener respaldo y eso significa que, para empezar, no debe tener micrófonos, ni debe contar con silencios cómplices. Y que la escuela debe formar personas con criterio propio, capaces de descubrir las mentiras de quienes les quieren arrebatar su capacidad para tenerlo.
No se trata de sacar una buena nota en el examen de Historia, memorizando temporalmente datos sobre nuestro pasado reciente, sino que comprendan qué fue, por qué ocurrió, quiénes se beneficiaron de ello, y qué relación tienen con quienes ahora gritan consignas que nos quieren devolver a ese pasado y, mientras, defender sus privilegios. Si queremos una ciudadanía libre -yo sí-, es inaplazable adoctrinar socialmente a nuestro alumnado.
Y ahora, rásguense las vestiduras porque defienda que se adoctrine socialmente en la escuela de esta forma, pero no sigan aguantando que les adoctrinen en sentido contrario. Cuando nos vuelvan a gobernar los fascistas no se quejen entonces, será tarde.