Parece que el estado natural del docente en Twitter es estar en constante lucha contra el propio docente -el homo homini lupus educativo-. Y de esa lucha nacen reflexiones y debates muy interesantes, seguidos por miembros habituales del denominado #Claustrovirtual. Y ese es el espíritu que debería predominar: el intercambio de impresiones, artículos, actividades y lo que surja.
Esos debates pueden tener un tono más o menos vehemente en función de quienes participan en ellos. Pero es aquí donde entra uno de los mayores enemigos que tenemos en nuestra profesión: el magister lupus (pido disculpas por adelantado a los docentes de Latín por permitirme la licencia de adaptar la famosa expresión).
Bien cierto es que hay aspectos dentro de la educación más que demostrados y contrastados que no deberían dar opción a debate alguno. Sería como afirmar que la Tierra es plana, pero en el ámbito de la profesión docente. Y dentro de todo aquello que sí es debatible, se trata de mostrar respeto a la hora de expresar opiniones. Exacto, eso mismo que el profesorado pide en las aulas casi a diario.
Pero ahí tienen al magister lupus acechando en la sombra. En la mayor parte de las ocasiones, el magister lupus no es seguidor de la presa a la que acecha ni ha tenido ninguna interacción previa con ella. Es un docente con perfil bajo que solo aparece para señalar con el dedo ante lo que considera su público. Y puede hacerlo en múltiples ocasiones pero, en muchas de ellas, decide intentar invalidar algún tipo de material que otro comparte. Exacto, un material que un docente de forma totalmente desinteresada lanza a la red para que pueda ser de utilidad a otros.
En una ocasión, una maestra compartió unos materiales en inglés sobre Nueva York que había creado para el alumnado de infantil de su centro. Y ahí llegó el magister lupus a indicarle que por qué no había incluido tal o cual elemento icónico del lugar. Sí, alguien que jamás ha compartido un recurso ni interactuado con ella decidió que era buena idea decirle en Twitter que su trabajo era imperfecto y que él lo habría hecho de otra manera. Y no con una crítica constructiva para mejorar, sino señalando al más puro estilo de Nelson en Los Simpsons. Todavía estamos esperando que ese docente comparta alguno de sus perfectos materiales.
Hace un par de años otro tuitero -con un arte extraordinario para dibujar- comparte un póster en el que plasma su visión sobre personajes relevantes de la historia que se pueden asimilar a diferentes especialidades docentes. Cuál fue mi sorpresa cuando le cae una avalancha de críticas de por qué ha puesto a este y no a la otra, yo hubiera puesto a Fulanito y Menganito sobra… Un sinfín de juicios no solicitados a una muestra de un trabajo artístico voluntario y personal que alguien ha compartido en una red social.
¿Les he hablado de la manada del magister lupus? Porque no siempre atacan solos. Están aquellos que, dado que no tienen un alto número de seguidores, se dedican a etiquetar y llamar a otros tuiteros de más renombre para poder atacar un objetivo común. Y esos tuiteros con mayor número de seguidores actúan como líderes de la manada aseverando afirmaciones que todos sus seguidores aplaudirán fervientemente. Porque esa es otra característica básica, en las redes se rodean de palmeros que jamás cuestionan aquello que dicen, y todos juntos se abalanzan sobre la presa elegida. Y así se encuentra un nuevo tuitero en la red compartiendo un material con toda su ilusión y viendo cómo alguien con, digamos, 20.000 seguidores, le ridiculiza en público llamado por alguien de su manada. Otras veces, es el propio líder quien lanza a alguien a la palestra. No tengo claro si con afán de repercusión porque vive a merced de la necesidad de atención constante -la tiranía del like-, porque le hacen más caso en una red social que en su vida diaria o porque disfruta quedando por encima de los demás. Sea lo que fuere, es un perfil de lo más peligroso, porque da cobijo a aquellos que aprovechan para insultar. Porque, ya saben, un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Y eso, traducido a una red social, hace que los miembros con un alto número de seguidores tengan que pensarse lo que escriben dos veces antes de hacerlo. Porque pueden ser partícipes o iniciadores de un linchamiento virtual.
Y, a pesar de este fenómeno, me sigue gustando Twitter. Sigo descubriendo luz entre tanta crítica destructiva. Sigue siendo un lugar de intercambio, reflexión, aprendizaje y buen humor. Se trata de silenciar y bloquear a quien queramos y cuando queramos.
Y este sería el consejo que le daría a los nuevos profes que accedan a esta red: RESPETO. Encontrará perfiles afines y contrarios. Que aprenda de todos los que aporten e ignore a todos los que le resulten desagradables, cansinos o que, sencillamente, no le apetezcan leer. Porque de eso se tratan las redes sociales, de socializar, no de aguantar a ningún magister lupus que le señale con el dedo. Quédese con los que suman, y nunca con los que restan. Debatir y discrepar, siempre. Insultar, ofender y acosar, nunca. Y eso es válido para esta red social y para la vida.
Soy consciente de que esta opinión que aquí les dejo atraerá a varios magister lupus, por lo que les agradezco de antemano refrendar lo que escrito.