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Que se habían perdido aprendizajes por culpa del cierre en los centros educativos es algo que se sabía. Se sabía en España, a pesar de que el cierre de la escuela fue de algo más de tres meses. Y se intuía en buena parte de los países en vías de desarrollo de Asia, América Latina y el Caribe y África. En ellos, las escuelas han estado prácticamente cerradas dos años enteros.
Pero no solo el cierre de las escuelas es el causante. Hay que sumar el hecho de que las políticas para continuar con la educación a distancia no han sido efectivas en absoluto, incluso en las regiones en las que hay acceso a Internet y las y los docentes tienen mayores habilidades para las tecnologías.
El informe recoge el concepto de la pobreza de aprendizajes, relacionado con la capacidad de comprensión lectora de niñas y niños a los 10 años. Allá por 2015 se instituyó este concepto en este informe y ya para 2019 daba cuenta de que los logros conseguidos entre 2000 y 2015 se habían estancado. La crisis económica había dejado huella, pero no tanta como la de la pandemia de Covid-19.
Si antes de la pandemia, se calculaba que alrededor del 56 % de quienes tenían 10 años estaban en situación de pobreza de aprendizajes, es decir, no podían comprender un texto sencillo, según las proyecciones que se han hecho para el nuevo informe, este porcentaje podría estar en el 70 %. «El aumento de la pobreza de aprendizaje ha sido probablemente mayor en el sur de Asia y en América Latina y el Caribe, debido a los larguísimos cierres de escuelas en esas regiones», asegura el informe.
En ambas regiones, el acceso a Internet es bastante limitado y las escuelas han permanecido cerradas a pesar de que las economías han vuelto a funcionar y se avanzó mucho en la vacunación de la población. En este contexto, radios y televisiones se han convertido en un medio importante para intentar mantener a niñas y niños conectados con sus aprendizajes. «Pero no fue suficiente para proporcionar un aprendizaje significativo a la mayoría de los estudiantes». Según el propio informe, estas dos regiones se vieron más afectadas, a pesar de tener países de ingresos medios, por el prolongado cierre de escuelas, que frenó enormemente los aprendizajes. En otras regiones como el África subsahariana o Asia oriental, asegura el documento, tuvieron cierres de escuelas mucho más breves.
En cualquier caso, el intento de compensar esta situación con la educación a distancia fue totalmente insuficiente.
Según los pocos datos «reales» y no simulados, dicen los expertos del informe, corroboran la hipótesis de la pérdida de aprendizaje. De manera que un año de cierre de escuelas (a pesar de los esfuerzos por mantener la educación a distancia) suponen un año de contenidos no alcanzados u olvidados.
El informe hace mucho hincapié en la necesidad de rápidas decisiones políticas y sociales para intentar recuperar los aprendizajes que se han perdido para asegurar a niñas y niños un futuro mejor, con un mejor trabajo y mayores ingresos económicos. Y para ello pide un esfuerzo a los gobiernos, para que hagan lo posible para contagiar en toda la sociedad la necesidad de mejora de la situaciones de millones de chavales.
Acelerar el aprendizaje
Entre las recomendaciones del informe, las organizaciones que lo avalan señalan la necesidad de implementar ciertos programas a nivel estatal y a gran escala para que las enseñanzas perdidas puedan recuperarse lo más rápidamente posible. Ponen como ejemplo el proyecto Rapid impulsado por Unesco, Unicef y el Banco Mundial y que apunta en cinco direcciones: llegar a todos los niños y mantenerlos en la escuela, evaluar periódicamente los niveles de aprendizaje, dar prioridad a la enseñanza de los fundamentos; aumentar la eficacia de la enseñanza y desarrollar la salud psicosocial y el bienestar.
En el primer caso se trata de hacer todo lo posible para recuperar a niños y niñas que hayan abandonado la escuela, o estén a punto de hacerlo, con programas de apoyo, incluso de comedor escolar y con programas de divulgación dirigidos a que las familias comprensan la importancia de la vuelta a las aulas.
Después habría que evaluar periódicamente los avances del alumnado para que el profesorado tuviera claro en qué dirección guiar sus esfuerzos. Ello mediante la evaluación formativa y con evaluaciones del funcionamiento del propio sistema. A esto se uniría la reducción del currículo a las bases: alfabetización y matemáticas, para que haya cimientos donde soportar el resto de aprendizajes.
El informe habla de la necesidad de aumentar la eficacia de la enseñanza con diferentes acciones que podrían pasar desde el cambio del calendario escolar para aumentar los días lectivos a escuelas de verano, o a hacer instrucción orientada a los niveles educativos actuales del estudiantado.
Finalmente, se habla de la mejora de la salud mental y el bienestar de las criaturas. «Es fundamental, explica el informe, garantizar que las escuelas sean seguras y que los niños estén sanos y protegidos de la violencia y puedan acceder a los servicios básicos, como la nutrición, el asesoramiento y los servicios de agua, saneamiento e higiene. Promover el bienestar de los niños tiene un gran valor intrínseco, y también tiene el beneficio de promover el aprendizaje: los niños aprenden mejor cuando experimentan alegría y un alegría y sentido de pertenencia en la escuela».