Lo queremos porque ansiamos convertir este Congreso en una oportunidad de encuentro, un espacio donde quienes amamos la educación humanizadora y emancipadora nos podamos encontrar, donde se pueda establecer contacto, tejer redes de colaboración y acordar caminos para recorrer juntos. Queremos retomar la esencia de la tradición sostenida por los Movimientos de Renovación Pedagógica: la alegría del encuentro, el intercambio, los abrazos entre quienes han compartido ya el recorrido de la defensa de ideales, la capacidad de proyectar en común, el optimismo pedagógico y la reivindicación de la educación comprometida que se asienta en la utopía de la transformación de la sociedad guiada por la justicia.
Por otra parte, el Congreso surge en un momento en el que somos conscientes del extraordinario avance de la colonización del discurso educativo por la influencia de los postulados neoliberales e, incluso, bien mirado, por el empuje de un modelo reaccionario. En efecto, el lenguaje pedagógico, el sentido común educativo, se nutre hoy del culto a la apariencia, del marketing educativo, de los intereses mercantiles, de la naturalización de la segregación escolar, de la competitividad como elemento esencial, del descuido de las responsabilidades de la escuela y de la universidad, del olvido, o en el mejor de los casos de la descontextualización, de los referentes pedagógicos transformadores.
Aspiramos modestamente a ser participantes en ese diálogo reivindicador de la educación soñada
Ese es, precisamente, otro de nuestros propósitos. En este II Congreso Internacional, que tiene como lema “Educación Crítica: hacia una práctica inclusiva y comprometida socialmente”, se pretende analizar el papel y la relevancia de la educación crítica en la formación docente y en el análisis de las políticas socioeducativas neoliberales, planteando alternativas por una educación para el bien común. Y eso ha de traducirse, necesariamente, en la recuperación de un discurso educativo que no ceda más espacio a esta ofensiva contra la buena educación, que hable sin engaños de la libertad y de la igualdad en la educación, que respire la necesidad de la sostenibilidad y de los cuidados mutuos, que abrace los derechos de la infancia, los derechos humanos, y que se construya con las palabras de la ética y del compromiso. Aspiramos modestamente a ser participantes en ese diálogo reivindicador de la educación soñada.
El Congreso tiene una participación heterogénea: intervendrán en su desarrollo profesorado universitario, estudiantes de Doctorado y también de Máster y de Grado, así como maestros y maestras y profesorado de Secundaria. Esa misma pluralidad es la que se ha encargado de la organización del Congreso y de la programación de sus actividades, que pretenden reforzar el carácter dialógico de este evento. Eso sí, no se ha renunciado al carácter académico y, así, todas las aportaciones —el Congreso ha animado a presentar experiencias e investigaciones en el ámbito de la educación crítica e inclusiva—se han revisado por pares y han recibido sugerencias de mejora.
El Congreso se estructura en dos mesas redondas de análisis que abordan sendos temas cruciales en este momento: el vendaval de la moda de la innovación educativa y, frente a ella, la reivindicación de la renovación pedagógica con compromiso social y la construcción de una universidad que sirva para lo que hoy no sirve y cuyas estructuras están lejos de planteárselo: la contribución al bien común.
También hay dos ponencias, a cargo de Marina Garcés y de César Rendueles, que expondrán su perspectiva en dos cuestiones muy relevantes para ese discurso educativo al que antes nos referíamos. Por una parte, la tensión que arranca ya desde los orígenes del proyecto de generalización de la educación, entre su utilización como un elemento de sumisión, de sometimiento a la lógica y los intereses del sistema, o de su inspiración liberadora, de tal manera que el afán de aprender se convierta en un ariete contra el yugo del origen social. Por otra parte, el sistema educativo —el universitario y el no universitario— es un mecanismo que produce exclusión y, por eso, es necesario analizar la situación generada por el paradigma de la igualdad de oportunidades y de la hegemonía de la meritocracia en la escuela.
El Congreso se estructura también en torno a mesas de diálogo en el que se abordarán experiencias e investigaciones sobre los componentes de esa educación crítica e inclusiva deseada: la formación de profesionales de la educación desde perspectivas críticas e inclusivas, la educomunicación crítica, la educación intercultural y antirracista, la construcción de una ciudadanía crítica e inclusiva, la relación entre educación y decrecimiento o el ecofeminismo, la oposición al capitalismo académico y al mercantilismo en la universidad, las experiencias transformadoras de educación con personas adultas… por citar algunos de los temas en torno a los que se dialogará.
El Congreso incluye también un agradecido recuerdo a Pepe Domínguez, referente de los Movimientos de Renovación Pedagógica, que iba a participar como ponente en el primer programa que se elaboró para septiembre de 2020, y la presentación de varios libros que también ayudarán a construir esa educación inclusiva y crítica.
Es el momento de que mostremos un sólido compromiso ético con la equidad, con la defensa de los derechos humanos y con el desarrollo de la educación inclusiva
En realidad, el Congreso es una oportunidad de recordarnos, ante la pregunta ¿qué podemos hacer hoy?, que la respuesta es que debemos hacer lo que ya sabemos: escuchar a Paulo Freire y plantearnos cómo transformar las dificultades en posibilidades. Es la hora de defender ese viejo proyecto de la escuela pública, que nunca ha llegado a realizarse plenamente y que hoy es tan atacado, de defender la universidad del bien común, solidaria con las necesidades sociales y con la salud del planeta y de sus gentes. Es el momento de que quienes hemos hecho de la educación nuestra profesión mostremos un sólido compromiso ético con la equidad, con la defensa de los derechos humanos y con el desarrollo de la educación inclusiva, de que no temamos asumir responsabilidades en la necesaria transformación de nuestras escuelas.
Es el tiempo, también, de organizarnos en nuestros centros, en redes educativas, en movimientos de renovación pedagógica, en grupos que colaboren y se coordinen. Es el momento de expandir las propuestas y las razones de la buena educación, la hora de someter a análisis y discusión este ruido continuo de propaganda conservadora, clerical y neoliberal que nos aturde, de denunciar con firmeza los discursos del odio que también han llegado a la educación, de cuidarnos entre nosotros y nosotras. Es la hora de reaccionar… y de disfrutar de la belleza de la educación.